México elige este domingo a su primera presidenta de la historia. Será la encargada de suceder a Andrés Manuel López Obrador, actual jefe de Gobierno y personaje clave en la historia política reciente del país. Por primera vez, el partido se juega entre dos mujeres: Claudia Sheinbaum, del partido gobernante Morena (Movimiento de Regeneración Nacional), y Xochitl Gálvez, aspirante de la coalición opositora que aglutina a PRI, PAN y PRD. Todas las encuestas dan como ganadora a la candidata progresista, seguida de Gálvez. Más rezagado está Jorge Álvarez Máynez, de Movimiento Ciudadano.
Más de 97 millones de personas tienen lista su credencial para ir a las urnas en unos comicios donde se elegirán también más de 18.000 cargos locales y federales, entre ellos parte de la Cámara de Diputados y de la de Senadores. Se trata del proceso electoral más grande de la historia del país.
En realidad, la verdadera pugna por la presidencia concluyó en septiembre de 2023, cuando Sheinbaum se impuso al excanciller Marcelo Ebrard en las primarias de Morena para elegir aspirante. Después de seis años con López Obrador en el poder, los principales problemas del país siguen siendo los mismos: la violencia, con más de 30.000 asesinatos cada año; la corrupción, que existe a pesar de la promesa del mandatario de erradicarla; y la pobreza, que se redujo hasta un histórico 36%, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval). Sus detractores, además, denuncian que el Gobierno amplió las cotas de poder del Ejército como nunca antes se había visto. Pese a ello, López Obrador se retira con un apoyo mayoritario que heredará su sucesora.
La Cuarta Transformación
México es un país de partido hegemónico. Durante todo el siglo XX, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó sin rival. Apenas en el año 2000, el derechista Partido Acción Nacional (PAN) rompió con la hegemonía priista y logró dos sexenios seguidos en el poder. Tras un breve retorno del PRI, el partido fundado por López Obrador ocupa este espacio de hegemonía. “Sin embargo, el PRI no se destruye, se está transformando… Morena no solo es un partido grande, mayoritario, sin rival… sino que además tiene en sus cuadros a muchos priistas”, dice Hugo Garciamarín, politólogo y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
López Obrador alcanzó la presidencia de México con un objetivo ambicioso: conseguir una renovación completa del Estado. A este proyecto lo bautizó como la Cuarta Transformación, que según su línea del tiempo (a AMLO le encanta apoyarse en la historia para explicar sus políticas), sigue a la Reforma, la Independencia y la Revolución. Pero, en este caso, por la vía pacífica. Su lema es “por el bien de todos, primero los pobres”. Sin embargo, para Garciamarín, “no es tanto una transformación”. “Ha logrado unas modificaciones pero no son estructurales: habla de sacar al PRI e incorpora priistas, dijo que iba a terminar con la militarización y terminó reculando… es un gobierno distinto pero dentro de la misma tradición de los gobiernos anteriores”, dice.
En todo caso, Morena llega a la recta final de estas elecciones sin rival. Sheinbaum tiene más del 50% de la intención de voto. El PRI ha perdido líderes y militantes (muchos a su favor), el Partido Acción Nacional (el PAN, de Gálvez) ha logrado sobrevivir a duras penas y el PRD, antiguo partido de AMLO, se ha vuelto muy minoritario así como Movimiento Ciudadano, que representa un relevo generacional.
En todo caso, si Sheinbaum se impone, como todo parece indicar, el proyecto político de López Obrador estará a salvo. Así lo ha defendido ella en numerosas ocasiones. “A ese hombre, Andrés Manuel López Obrador, le decimos: vamos a cuidar su legado”, exclamó en el acto de inicio de su campaña.
Seguridad, la mayor preocupación en un país militarizado
Al menos 32 candidatos han sido asesinados durante la campaña. El último, en el estado de Guerrero, a plena luz del día, durante un acto ante decenas de simpatizantes. Decenas han renunciado a su lista por miedo a sufrir un ataque. La seguridad preocupa al 60% de la población en México, seguida de la economía y la salud, según una encuesta de Statista. No es para menos. Desde que en 2006 el entonces presidente Felipe Calderón declarara la guerra al narcotráfico, el país se desangra por la violencia del crimen organizado y la impunidad. Unas de las frases célebres de AMLO ha sido la de “abrazos, no balazos”.
Aquí se da una paradoja: sus opositores son capaces de acusarle a la vez de tener una posición demasiado laxa hacia el crimen organizado y de haber profundizado como nunca antes en la militarización del país. Lo cierto es que su sexenio es el más violento de la historia, con más de 180.000 asesinados, aunque con una curva que, por primera vez en años, comienza a descender. En México se asesinan a 81 personas al día y más de 100.000 continúan desaparecidas, según cifras oficiales. Sin embargo, esto no ha salpicado a Morena. La oposición, en cuyas filas se encuentran los principales responsables del desborde de la violencia, no tiene capacidad para debatir sobre ello. “La ciudadanía identifica al presidente como un hombre bien intencionado, que tiene buena fe aunque no pudo combatir esto de forma exitosa”, apunta David Saucedo, analista de seguridad.
Cuando Felipe Calderón declaró la “guerra al narcotráfico” en 2006, sacó al Ejército a la calle y lo puso a cumplir funciones de orden público. Esto llevó a numerosas y documentadas violaciones a los derechos humanos. “Que regresen los soldados a los cuarteles”, se cansó de decir AMLO desde 2010. Le dio prioridad en su programa y se puso un plazo de seis meses para llevarlo a cabo como presidente. Pero después, simplemente, “cambió de opinión”. Según Saucedo, “la propia jerarquía militar y los norteamericanos le convencieron de lo contrario”. Durante su sexenio, los militares han conseguido más poder que nunca. Según una investigación de Bloomberg, durante su Gobierno se ha aumentado su presupuesto en un 150%. Empezó creando una nueva policía militar bajo el mando de las fuerzas armadas: la Guardia Nacional, compuesta por 118.000 uniformados que en el 80% de los casos vienen del Ejército y la Marina.
En su relación con los militares, AMLO les dio tareas más allá de la seguridad pública. Hoy en día controlan las aduanas terrestres y marítimas y todos los aeropuertos del país. También han participado en la construcción de las infraestructuras bandera de su Gobierno, como son el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) que sirve a la Ciudad de México, la refinería Olmeca en Tabasco y el turístico Tren Maya, en la península de Yucatán, cuya obra ha sido denunciada hasta la saciedad por ecologistas.
En este sentido, Sheinbaum propone seguir el camino de AMLO, fortaleciendo la Guardia Nacional creada por su gobierno. Gálvez se ha comprometido a sacar al Ejército de las obras públicas y la seguridad ciudadana para enfocarlo en la lucha contra el crimen organizado. Por su parte, Álvarez Máynez dice que terminaría con la militarización y regularía el mercado de drogas. Pero, para Saucedo, todo esto “son eslóganes de campaña, no hay planes en materia de seguridad con diagnóstico, análisis técnico y jurídico, métricas, presupuesto y propuestas serias”.
La batalla por el Instituto Nacional Electoral
Las protestas contra la reforma del Instituto Nacional Electoral (INE) se han convertido en el principal espacio de la oposición a pie de calle. Miles de personas vestidas de blanco, la gran mayoría de clase alta o media alta.
El INE es una institución pública autónoma de los tres poderes estatales que está encargada de organizar las elecciones y ser árbitro electoral. Su antecesor, el Instituto Federal Electoral, nació en los 90 con el espíritu de evitar fraudes tras unos controvertidos comicios. Pero dentro de su plan de austeridad republicana, López Obrador considera que el presupuesto del INE es desmesurado y quiere dedicar parte de esos recursos a programas sociales. Además, aquí hay un tema personal. considera que hubo un fraude en su contra en las elecciones presidenciales de 2006 que perdió ante Felipe Calderón por menos de un punto porcentual de diferencia.
La batalla por el INE arrancó en 2022. Primero se intentó una reforma constitucional que no pasó en el Congreso. Después, el Gobierno creó el “Plan B”, un paquete de reformas a la ley electoral para reducir presupuesto, el 85% del personal y número de oficinas. Tanto el Congreso como el Senado (de mayoría oficialista) lo aprobaron en 2023 y la oposición se echó a las calles para pedir a la Suprema Corte de Justicia que lo considerara inconstitucional. Finalmente, el máximo tribunal echó por tierra el paquete de reformas.
Según los críticos, estas reformas pretenden minar la capacidad de acción y la independencia de este organismo autónomo. El INE considera que con esta reducción es imposible operar en un país tan grande como México. Y parece que esta batalla está lejos de terminar.
Cerca de EEUU
Uno de los elementos clave con los que tendrá que lidiar la próxima presidenta será la relación con Estados Unidos. Este año, además, el vecino del norte elige entre Joe Biden y Donald Trump, lo que marcará también el futuro entendimiento entre ambos países. Para Washington hay dos asuntos fundamentales: el control migratorio y el flujo de drogas, especialmente de fentanilo, que llegó a matar a 100.000 personas al año por sobredosis. El primer punto es conflictivo para México, especialmente si se tiene en cuenta su dependencia de las remesas: en 2023, se recibieron más de 63.000 millones de dólares, la inmensa mayoría de mexicanos trabajando en el norte, según datos del Banco de México. Además, México es el principal socio comercial de Estados Unidos, unas relaciones reguladas por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá.
En relación a la migración, el sexenio de López Obrador vio a México convertirse en el principal socio de Washington para el control de quienes huyen de sus países. La pandemia de COVID-19 desbordó el flujo como nunca antes se había visto y la llegada de decenas de miles de personas procedentes de Haití, Venezuela, Colombia o Ecuador convirtieron a México en una especie de cuello de botella. Habrá que ver cuál es la línea que marque la próxima presidenta y hasta qué punto sufre las presiones de su vecino del norte.
Con la elección presidencial convertida en “trámite”, según la propia Sheinbaum, las elecciones del domingo tienen otros intereses: por un lado, saber la composición de la Cámara de Diputados, donde Morena y sus aliados buscan una mayoría suficiente para aprobar reformas estructurales y cambios constitucionales. Por otro, los comicios en la Ciudad de México. Históricamente, la capital siempre ha estado gobernada por la izquierda, pero en estas elecciones la oposición confía en convertirla en su trampolín de cara al próximo sexenio.
DM