Las compañías petroleras y gasísticas tienen varios centenares de representantes registrados como delegados en la Cumbre del Clima de Emiratos Árabes. En un crecimiento continuado, la cifra total de los últimos 20 años supera los 2.400 delegados fósiles.
Esta infiltración a gran escala llega en una COP28 cuyo gran punto de fricción es cómo “poner fin a la era de los combustibles fósiles” y cuyo presidente, Sultan Al Jaber, es al mismo tiempo consejero delegado de la petrolera estatal de Emiratos, Adnoc.
Associated Press ha calculado que al menos 1.300 representantes de la industria fósil están acreditados en la COP28. Entre ellos se encuentran los jefes de Exxon, Darren Woods; de BP, Murray Auchinloss; de Oxy, Vicki Hollub; o de ENI, Claudio Descalzi. También ha llamado la atención que Brasil haya anunciado justo durante la celebración de la cumbre que se incorpora a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP).
Desde que comenzaron a finales del siglo XX, las negociaciones para intentar atajar la crisis climática se ven infiltradas por las empresas petroleras –y gasísticas– cuyo negocio básico es comerciar con la principal causa del problema: los combustibles fósiles en forma de gas y petróleo.
Hasta la COP27 de Sharm el Sheik, más de 7.000 delegados relacionados con la industria de los combustibles fósiles habían acudido a las conversaciones de las cumbres climáticas de la ONU, según el rastreo de listas oficiales de la ONU que ha hecho la organización Kick Big Polluters Out (KBPO). Solo entre la COP26 de Glasgow y la 27 de Egipto, los representantes pasaron de 503 a 636, un 24% más. El salto para 2023 es mucho más grande, pero es cierto que, en esta edición, la ONU ha publicado por primera vez la lista de acreditados, lo que ha hecho más fácil el rastreo.
El lobby de las petroleras empezó a trazar una estrategia para influir desde el principio: escepticismo sobre la ciencia, el desprecio a políticas que dañaran sus beneficios y la oposición a regulaciones para limitar los combustibles fósiles
“Viendo lo que estamos viendo aquí en Dubái, el contexto de esta COP y la importancia de estas negociaciones, y sabiendo que los combustibles fósiles deben acabarse, aquí hay un récord de lobistas del petróleo”, explica desde Emiratos Árabes Unidos Rachel Rose Jackson, portavoz de KBPO. Y “los lobistas fósiles trabajan abiertamente mediante delegaciones de los países en contra de los llamamientos para restringir esa industria”, remata.
“Siempre han tenido una silla a la mesa en las reuniones del IPCC desde que comenzaron” –explica el investigador Nathaniel Rich–. Rich ha rastreado cómo la industria fósil minó la lucha contra el cambio climático casi desde sus inicios. “Se han infiltrado desde 1990, eso no es nada nuevo, lo que se hace difícil de calibrar con precisión es cuál es su nivel de influencia, aunque, viendo que las promesas del IPCC se han vuelto más débiles, se podría decir que, al menos, han sido receptivos”, cuenta el periodista a elDiario.es.
“En mis investigaciones descubrí cómo la Asociación Internacional de la Industria del Petróleo para la Conservación Ambiental (IPIECA), el grupo de lobby internacional de las petroleras y gasísticas, empezó a trazar una estrategia sobre cómo influir en las conversaciones diplomáticas del clima desde el principio. Pude desenterrar un folleto publicado en febrero de 1990 –y firmado por los principales directivos de Exxon, Shell, Aramco o BP– que luego distribuían entre los propios miembros del Panel Científico Internacional en el que se incluían los papers elaborados por Exxon o El Instituto Americano del Petróleo sobre el cambio climático”.
Las petroleras apenas invierten en renovables: 20.000 millones de dólares en 2022, lo que supone “menos de un 3% de su presupuesto de capital” y “un 1% de toda la inversión mundial”, según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE)
¿De qué hablaban esos escritos? “Los temas principales eran el escepticismo sobre la certeza científica acerca del cambio climático”, prosigue Nathaniel Rich, junto al “desprecio a cualquier política que dañara sus beneficios y la oposición ante regulaciones que pudieran llevar a 'una limitación prematura de los combustibles fósiles”'.
Una música parecida, 30 años después
Esta música suena parecida a la que envuelve, 33 años después, esta COP28: el presidente de la cumbre, Sultan Al Jaber, dijo nueve días antes del inicio de las conversaciones que “no hay evidencia científica que justifique el abandono de los combustibles fósiles para conseguir limitar el calentamiento global en 1,5ºC” (como pide el Acuerdo de París). También añadió que ese abandono “llevaría al mundo de vuelta a las cavernas”. 24 horas después de revelarse ese encuentro, que no era público, Al Jaber ha salido a desmentirse. “Creemos mucho en la ciencia”, ha asegurado este lunes. Nathaniel Rich afirma sin duda que “décadas después, la industria del petróleo y el gas continúan presionando con sus posiciones”.
Entre esas posiciones, revisadas para la realidad de 2023, pueden contarse la idea de que la industria petrolera debe ser “solución” al cambio climático –tras décadas de alimentar y ocultar el problema a sabiendas, como demostró esta investigación sobre los estudios internos de Exxon–. Que el problema no está en los combustibles fósiles sino en las emisiones de gases y que, por lo tanto, hay que apostar por capturar los gases de la atmósfera y que las energías renovables no dan para satisfacer todas las demandas.
“Hay que dejar que la historia refleje el hecho de que esta presidencia ha hecho una apuesta decidida para implicar a las compañías de petróleo y gas”, ha defendido el mismo presidente Sultan Al Jaber. También que “las energías renovables no pueden ser la única solución” y que “necesitamos ponernos serios respecto a las tecnologías de captura de carbono”.
De momento, la industria del petróleo y el gas sigue siendo una fuerza marginal en la construcción de un sistema de energía limpio
Este mismo 15 de noviembre, el CEO de ExxonMobile, Darren Woods, declaraba en su discurso durante el foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico: “Mientras las renovables son esenciales para ayudar al mundo a conseguir emisiones netas cero, no son suficientes. Necesitamos compañías de escala mundial que ayuden a solucionar problemas de escala mundial como el cambio climático y ExxonMobil es una de ellas”. El discurso se titulaba: Replantearse el desafío del cambio climático.
En la misma línea, el jefe de la francesa Total Energies, Patrick Pouyanée, participó como ponente este domingo en un foro desplegado en la COP28 sobre La hoja de ruta para triplicar la capacidad de energías renovables.
Y, sin embargo, la realidad es otra. Las petroleras invierten de manera muy exigua en energías renovables. De manera global, el sector invirtió en esas energías limpias unos 20.000 millones de dólares en 2022, lo que supone “menos de un 3% de su presupuesto de capital” y “un 1% de toda la inversión mundial en renovables”, según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE).
Eso en un año, 2022, en el que las grandes petroleras batieron su récord de beneficios. Exxon, por ejemplo, rompió su marca histórica al ganar 55.000 millones de euros; Chevron declaró ganancias de 35.000 millones, Shell de 39.000 millones, BP de 27.000 millones y TotalEnergies llegó a los 36.000 millones de beneficios.
Así que la AIE concluye que, “de momento, la industria del petróleo y el gas sigue siendo una fuerza marginal en la construcción de un sistema de energía limpio”. Y las inversiones en ese sistema verde son precisamente “el principal vector para recortar el uso de combustibles fósiles, al tiempo que se asegura que no hay recortes a la hora de satisfacer la demanda de energía”, aclara la Agencia.
'Greenwashing' de los productores en la COP
Fuentes de la Oficina Española de Cambio Climático contaban justo antes de empezar la COP28 que había que mirar de cerca “qué significan las medidas de mitigación de combustibles fósiles” para no permitir el “lavado de cara verde de las compañías petroleras”.
Mientras, este 3 de diciembre y dentro de la Cumbre del Clima, 50 grandes petroleras firmaron una iniciativa “lanzada por Sultan Al Jaber” llamada Oil & Gas Decarbonization Charter en la que prometen “cero emisiones de metano” en su proceso de producción. El grupo dice concentrar el 40% de la producción mundial de petróleo y gas y entre los firmantes están la mayor compañía privada, Exxon, la mayor compañía pública, la saudí Aramco, o la española Repsol.
La preocupación sobre greenwashing viene sustentada por los mensajes de la industria que insisten en que “hay que poner el foco en la captura de carbono, no en cancelar la producción”, como pedía el mismo Sultan Al Jaber en noviembre de 2022. La idea es que si se multiplican las tecnologías de captura del CO2 cuando el gas sale a la atmósfera y su posterior almacenaje, puede mantenerse inalterado el uso de petróleo y gas, puesto que no provocarán efecto invernadero. “Recortemos las emisiones, no el progreso”, remataba el directivo emiratí. Esa cita “sale directamente del libro de jugadas de IPIECA”, asegura el investigador Nathaniel Rich.
El mismo directivo de Exxon, Darren Woods, presumía en su discurso de mediados de mes pasado que su corporación había comprado por 5.000 millones de dólares “la compañía con la mayor línea de EEUU para el transporte y almacenaje de CO2”.
El Panel Científico Internacional (IPCC) siempre incluye en sus proyecciones una proporción de captura de gases de efecto invernadero, pero “merece la pena ser suspicaz con las petroleras sobre estas tecnologías porque les permite continuar quemando combustibles fósiles a ritmos incluso mayores”, analiza Rich.
Si la COP28 es un escenario donde puede trazarse un horizonte para el “abandono progresivo” del gas, el petróleo y el carbón, el terreno de juego se ha preñado de delegados cuyo interés es ralentizar esa medida y alejar ese horizonte. Porque, según ha expuesto el secretario general de la ONU, António Guterres, a esas corporaciones: “Su producto principal es nuestro principal problema. Lo que necesitamos es una revolución de las energías renovables, no un resurgimiento autodestructivo de los combustibles fósiles”.