EEUU y Paraguay son los dos únicos países del mundo donde el rojo es el color de la derecha. Los republicanos conquistaron importantes éxitos en las elecciones del martes, pero no parecen haber convertido la fecha en un plebiscito revocatorio del mandato del demócrata Joe Biden. Cuando se conozcan los resultados finales, EEUU habrá renovado las 435 bancas de la Cámara de Representantes, 35 de las 80 del Senado, y 36 gobernaciones sobre 50 estados. La tendencia sugiere que en la cámara baja del Congreso los republicanos obtendrán 218 bancas y la mayoría (actualmente, Nancy Pelosi preside una mayoría demócrata de 220 bancas). En los últimos 100 años, en cada elección de medio término el partido opositor ganaba en promedio 29 bancas más de Representantes que en la legislatura anterior: es un número al que a los republicanos les está costando llegar.
Los republicanos esperaban un nivel de rechazo tan alto como para dejar definido el futuro político del presidente demócrata y también el de su antecesor republicano, que espera ser también sucesor al ganar otra vez la Casa Blanca en 2024. Sin embargo, las expectativas de Donald Trump y de su partido pagaron caro el precio del giro al extremismo rotundo, los insultos, los excesos, las teorías de la conspiración vocalizadas por los precandidatos escogidos e impulsados por el ex presidente para ser votados candidatos oficiales en las internas partidarias.
Candidaturas republicanas negacionistas de la elección presidencial de 2020, violentas e insurgentes antes que tradicionales y conservadoras, fueron vencidas el martes. No eran esos candidatos sobrios y austeros a los que el electorado que decide su voto por la economía se dirige en tiempos de inflaciones récord y crisis recesivas. En las primarias republicanas, la campaña demócrata había financiado a estos precandidatos, más fáciles de derrotar.
En las elecciones estaduales, el demócrata Josh Shapiro derrotó en Pennsylvania al negacionista trumpiano Doug Mastriano, cuya campaña, más y más ultra a medida que se acercaba al voto del martes, resultó demasiado extremista para el suroeste de este estado de la costa Este. También en el Atlántico, el mismo exceso insurgente frustró en New Hampshire al candidato trumpista Don Bolduc en su carrera por el Senado. Los republicanos celebran la elección de dos gobernadoras, Sarah Sanders en Arkansas y Kristi Noemin en South Dakota. Es significativo que Kari Lake, a quien se creía vencedora veloz de la gobernación de Arizona, todavía espera los números que le garanticen ese triunfo.
El horizonte de denuncias republicanas de fraude electoral, como en la elección presidencial de 2020 donde perdió Trump, podría regresar y podría volver a oírse el mantra de 'elección robada' después del escrutinio de estas elecciones de medio término.
Todo indica que los avances republicanos serán menores de los esperados por el partido y augurados por encuestas meses y meses constantes en su favor a la oposición. El horizonte de denuncias de fraude electoral, como en la presidencial de 2020, podría regresar a los más restrictos escenarios locales de la derrota plural y fragmentada. La letanía de la 'elección robada' podría oírse tras el escrutinio de estas elecciones de medio término.
Republicanos y demócratas, resacas del día antes y del día después
En las décadas de 1980 y 1990, los dos partidos seguían una misma estrategia: morigerar en público al máximo la expresión de altas expectativas de victoria antes de la elección. Una vez que se habían contado los votos, los candidatos siempre habían superado objetivos artificialmente bajos. Karl Rove cambió radicalmente de método en 2000. El jefe de campaña de George W. Bush mutó la modestia en jactancia, según el cálculo de que una exaltación triunfalista creciente hasta el Election Day arrastraba votos. Y que mejor era capitalizar objetivos artificiales antes y no después de las elecciones.
Desde entonces, la mayor parte de los candidatos republicanos emularon a Rove, también en esta elección de medio término del martes 8 de noviembre. Desde entonces también, la mayor parte de los candidatos demócratas se ha apartado del camino bombástico.
El balance comparativo de las ventajas y desventajas de las impostaciones republicana y demócrata luce más claro el miércoles 9 por la mañana.
Los que han pasado una mala noche son los republicanos y el ex presidente Trump. Fueron castigados el martes con el voto insuficiente. Están siendo castigados el miércoles con el reproche, interno, y público, dirigido contra aquella militante arrogancia anterior, inútil para ganarles la votación megalómana esperada.
Los demócratas, en cambio, son los que en la tapa del diario del día siguiente a las elecciones reciben la felicitación por una victoria y una resistencia más firmes y más amplias a las esperadas. Superaron en mucho los objetivos. Sólo que esta vez no se habían fijado artificialmente. La popularidad del presidente Biden, inferior al 40%, es un dato que la ciencia política consideraba indicio poderoso de que la mala noche iba a ser para los demócratas.
AGB