¿Alumno Fernández? ¿Alumno Larreta? Presentes
En mayo del 2020 fue economía vs. salud. Hoy, presencialidad vs. virtualidad. El renovado desafío institucional por parte del Ejecutivo porteño a las restricciones anunciadas por Alberto Fernández vuelve a mostrar cómo la polarización política condiciona las respuestas sanitarias ante el Covid-19. Dice la política que dos estudiantes separados por los ocho carriles de la avenida General Paz, y todos aquellos que conviven en la misma unidad familiar, enfrentan hoy distintos riesgos sanitarios. Mientras el gobierno denuncia que la oposición juega con la vida de las y los argentinos (#oposicioncriminal), la oposición denuncia que a los estudiantes se les niega un futuro (#civilizacionobarbarie). Virtuales o presenciales, la cuña que separa a la Ciudad y la Nación atrae anuencias y rechazos, racionales y viscerales, que buscan convertir nuestra vida cotidiana en votos. En las redes sociales, ese espacio en el cual solo las consignas admiten un hashtag, las opciones son simples: #muertos o #educados.
Narrativas
En esta oportunidad, la oposición se vale de una sinécdoque —tomar la parte por el todo— para reducir el derecho de educarse a la presencialidad escolar. La definición de nuestros derechos por parte de la oposición oculta el costo subyacente, cuasi darwinista, del que se salve sol@ quien logre no contagiarse. Invita a que llegue a la escuela quien pueda hacerlo por sus propios medios y deja en el olvido a estudiantes —y sus familiares— que están en situación de riesgo sanitario. Así concebido, el “derecho” a la educación no garantiza el acceso de todos y todas a educarse.
Sin escuela no hay futuro, dice el primero, con escuela no hay vida, dice el segundo. La definición de nuestras alternativas por parte del gobierno, cuidar vidas, delega en la pandemia lo que son decisiones de gobierno. La virtualidad aumenta las desigualdades entre quienes tienen conectividad, comida, apoyo escolar, un lugar donde estudiar y un espacio para pensar.
El encuadre individualista y meritocrático del principal partido opositor buscó instalar el temor al delito, el colapso económico, el asalto autoritario del Estado, para consolidar y activar a sus votantes mediante imágenes de aislamiento y encierro. En un país que poco ha acatado el distanciamiento social, y con niveles de contagio y letalidad significativos, la oposición ha minimizado los estragos que la pandemia tiene sobre la población y ha acusado al gobierno de imponer el aislamiento por motivaciones políticas.
El mensaje opositor dice simultáneamente que por culpa del gobierno la Argentina tiene las peores estadísticas de mortalidad y, como parte del mismo argumento, que la cuarentena es innecesaria. Mientras los funcionarios del gobierno porteño de Cambiemos exponen selectivamente datos estadísticos para justificar la presencialidad, el mismo partido critica las políticas del gobierno nacional y argumenta que Argentina tiene la peor crisis epidemiológica en el mundo. Ambas imágenes, la que argumenta que estamos en una crisis sanitaria marginal que no amerita cuarentena y, al mismo tiempo, que esta es la peor crisis sanitaria en el mundo, conviven en los muros de Cambiemos sin contradicción aparente.
Por supuesto, la misma ambivalencia aqueja al gobierno nacional y condiciona su respuesta ante el Covid-19. Intenta decir que la pandemia es lo suficientemente seria como para tener que proteger la salud de las y los argentinos por cualquier medio y expresa, de manera simultánea, que tiene el control de la crisis con resultados que son mejores que la alternativa. Los muros del Ejecutivo nacional muestran nuevamente esta ambigüedad: un oficialismo con control y una pandemia desbocada.
El mismo problema se presenta en el gobierno de la Ciudad, que busca delegar en las decisiones de Nación los estragos del Covid, nada menos que en el distrito más afectado del país. La Ciudad es uno de los lugares más afectados por la nueva ola y, además, donde la cuarentena no debería tomar efecto. Desde Cambiemos, el “bajo” porcentaje de contagios esperado en las aulas es considerado como el único dato relevante para decidir la presencialidad, independientemente de la gravedad de la ola, medida en cantidad de casos por millón de porteños.
#NoJodanConLaSaludMiserables vs. #RelajadosLasPelotas
¿Quién ganó? La ineludible polarización identitaria y emocional entre el gobierno y la oposición tiene dos argumentos, con distinta propagación en las redes sociales. En la conversación posterior a la judicialización de la presencialidad en Twitter, quedó clara la capacidad de los principales dirigentes del PRO y de los medios que los acompañan de activar a un cuerpo de usuarios, reales y no tan reales, que están considerablemente más organizados en las redes sociales. Cambiemos acaparó el 70% de la interacción total en Twitter, haciendo que su hashtag más popular, #RelajadosLasPelotas, circulara considerablemente más que el oficialista #NoJodanConLaSaludMiserables. Las etiquetas son ilustrativas de los encuadres que tomó esta contienda discursiva y nos permiten observar las estrategias de ambas comunidades.
Haber enfocado la discusión en la presencialidad de manera excluyente tiene, para la oposición, otras ventajas. Le permite dar visibilidad y ganar reputación sobre un tema que no ha sido de su propiedad en otras ocasiones. La educación no fue central para el anterior gobierno y no figura como problema central en su plataforma de campaña. Tanto el gobierno de Mauricio Macri como la administración de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad han dedicado magros presupuestos a educación y su relación con la comunidad docente ha sido extraordinariamente problemática. Ni la vida ni la educación, podría decir el gobierno nacional, dado que los llamados a la presencialidad no han sido acompañados por una política de gasto en educación. Pero las redes sociales se apropiaron eficazmente de la educación como una propuesta opositora.
En diálogo político, tener la propiedad sobre un tema supone alcanzar un alto nivel de legitimidad para discutir, opinar y pronunciarse por ese asunto. La propiedad sobre la educación, ganada a fuerza de hashtags moralizantes, se propaga en las cuentas de las autoridades políticas y mediáticas de las redes sociales. A diferencia de otros eventos disruptivos, donde una decena de trolls coordinados ha configurado el elenco estable con capacidad de socavar la grieta, esta vez ese recurso opositor recayó en las cuentas de sus políticos. Los principales dirigentes y medios opositores instalaron la agenda en su burbuja en lo que constituye el primer lanzamiento en redes sociales de la campaña electoral, con Patricia Bullrich y Waldo Wolff entre las primeras autoridades en la red.
La propuesta de la oposición en las redes sociales fue #presencialidad; la del gobierno, #vida. En un mundo en el cual todo se mide en amplificación, el discurso político opositor lleva la delantera en este nuevo capítulo de la saga de temas enojosos en tiempos de pandemia.
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