Las vacunas y su aplicación constituyen un escándalo a nivel mundial. Pero casi nadie se conmueve hoy con los escándalos. Rumiamos la tristeza y la injusticia en nuestras casas, en soledad, puertas adentro y ventanas abiertas que ayuden a espantar a un virus que saca permanentemente lo peor de nuestra humillada condición humana. Mientras tanto esperamos a Godot y escuchamos que solo diez países en el mundo acumulan el 90% de la totalidad de las vacunas.
Fogoneado por la voz monocorde de los medios, el escándalo argentino muestra un solo costado. Y, como todo escándalo, no carece de paradojas. Los setenta vacunados por izquierda se llevaron puesto a un ministro, generaron siniestras bolsas mortuorias frente a la Casa de Gobierno, producto de una humillante imaginería que evocaba épocas de la dictadura consolidando el escarnio con un cacerolazo en los barrios más pudientes de la Capital federal. Hannah Arendt solía decir que hay que temerle a la burguesía cuando comienza a aburrirse.
No banalizamos el odio diciendo que aburre. Banalizar la realidad se ha convertido en una forma eficiente de ocultamiento. Porque esa verdad revelada, repetida hasta la náusea por la prensa eternamente machacona e indignada, nos hizo creer que esos vacunados (que pueden ser setenta o setenta veces siete) son la fuente de todo mal.
¿Qué oculta el indignado escándalo? O bien, ¿dónde están sus verdaderas dimensiones? Ante la andanada mediática, Fernán Quirós -el impoluto ministro de Salud de la Ciudad de Buenos Aires- salió, como siempre salen los amarillos, a defender la República. “Nosotros hemos sido muy estrictos: todas las personas que tengan la voluntad de vacunarse en el gobierno porteño van a esperar al grupo o la etapa que le toca según la condición que tiene”. Pero no todo lo que brilla es oro.
El 24 de febrero pasado el fiscal Carlos Stornelli imputó al jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y al ministro de Salud porteño, en una causa por la supuesta contratación irregular de prestadores privados para trabajar en el operativo de vacunación.
Tras la presentación de Stornelli, el juez federal Ariel Lijo ordenó un operativo en el Ministerio de Salud porteño para buscar documentos oficiales, es decir, los convenios firmados por el gobierno de la Ciudad con empresas privadas relacionados con el plan para aplicar las vacunas.
El objetivo era poder determinar cuáles fueron las empresas beneficiadas, entre las que se encontraba también un comité del partido radical.
Es difícil que la causa prospere. Denunciante principal es la abogada del empresario Pedro Etchebest, la misma que a comienzos de 2019 denunció al falso abogado D´Alessio y a Stornelli ante los tribunales de Dolores. Donde el fiscal amarillo está imputado en dos causas.
“Ahora los K sostienen que, en la Ciudad, se privatizan las vacunas”, se reía sardónicamente Eduardo Feinmann de la denuncia a unísono con la displicencia de la mayoría de los medios ante la acusación. Obviamente, el escándalo eran los setenta colados que hicieron renunciar al ministro de Salud de la Nación.
El ministro Quirós se defendió a su manera. Con su proverbial laconismo -que simula que todo está en regla y bajo control-, explicó: “Es tradición de la ciudad de Buenos Aires hacer convenios con prepagas para que se encarguen de vacunar a sus afiliados”. Sucede que, en la lista de beneficiadas, no figuran todas, ni siquiera el PAMI -que posee la mayor cantidad de pacientes mayores de 80 años-. Y también sucede que estamos en una pandemia donde acaso sería más atinado revisar las modalidades asentadas en tiempos “normales”. Precisamente, la pandemia exigiría mecanismos de mayor efectividad, premura, transparencia y eficiencia.
El 25 de febrero, Amnistía Internacional le solicitó informes al gobierno porteño sobre la entrega de vacunas a privados. En un contundente pedido, su directora ejecutiva local, Mariela Bielski, adujo que “la igualdad y no la discriminación deben ser el eje de toda respuesta a la pandemia. La situación económica de las personas no debe constituir nunca un obstáculo para acceder a la vacuna contra el Covid-19”. Mientras tanto, el intendente porteño viajaba en un avión privado a Buzios. Según sus declaraciones, necesitaba tomarse unos días de descanso.
La causa se deshace lentamente bajo el rugido de los indignados que, alentados por los medios, van a la plaza a sembrarla de cadáveres envueltos en plástico negro. Y no son solamente los medios, sino los defensores de la República que prometen “aplastar al peronismo como cucarachas” cuando vuelvan a ser gobierno. El 3 de marzo, la periodista María Seoane se alarmaba en su cuenta de Twitter: ¿Cómo es posible que Larreta y Quirós, habiendo recibido 221.225 vacunas, solo aplicaron 101.822 de la primera dosis y 30.458 de la segunda? De un total de 132.280, ¿dónde están las 88.945 restantes?
147-Kafka
Hablando de cucarachas, fue verdaderamente kafkiano lo que sucedió el viernes 19 de febrero, cuando se abrió la primera “turnera” de la ciudad para que se inscribieran los mayores de 80 años. Miles y miles de hijos, nietos y demás comedidos intentaron acceder a una página que estuvo en permanente colapso. Tuvieron que pasarse un día entero frente a la computadora corriendo el albur de que por fin pudieran acreditar a sus mayores. Hay miles de anécdotas bizarras al respecto. A modo de ejemplo, aquí las desventuras de una amiga.
Después de horas de luchar denodadamente contra la página para inscribir a su madre -jubilada docente universitaria-, esta amiga recibió el cartelito perverso: “Nuestro sitio web está fuera de servicio. Estamos trabajando para solucionarlo a la brevedad”. No hubo caso.
Una vez agotadas las eventuales 40 mil vacunas disponibles, se habilitó un formulario para empadronarse. Allí se consultaba si la paciente tenía “cobertura médica” del (entre otras que allí figuraban) Hospital Italiano. Como la aspirante se atiende efectivamente en el Italiano, se completó ese campo del formulario. Cuatro días después recibieron un correo automático del Hospital donde constaba un nuevo requisito: había que estar afiliado al plan de salud privado. Pero la mujer recibía contraprestaciones del Italiano a través de IAPOS. Por lo tanto, no calificaba. Estaba mal empadronada.
Como mi amiga es tenaz, no se dio por vencida. Intentó comunicarse con una voz humana a través del 147. Cuando finalmente lo logró, la voz humana le comunicó que los datos no se podían modificar. El sistema no está preparado para eso, deberá seguir llamando hasta que se encuentre una solución… “Hasta que lo arreglen”, le dijo. Mi amiga, incrédula, exigió una respuesta más específica. La operadora, humana finalmente, le pidió que espere, porque iba a consultar. Luego de 15 minutos de angustiosa espera, mi amiga recibió la siguiente respuesta: “Vea, al parecer se han reportado muchos casos como este. Lo que le recomendamos es ponerse en contacto con IAPOS para que haga un convenio con el Hospital Italiano”. Fin de la historia sin fin.
La vacunación en la Ciudad está plagada de situaciones bizarramente kafkianas. El gobierno retruca y se defiende: Nos mandan pocas vacunas. ¿Será cierto que el Gobierno nacional le da pocas vacunas al distrito que, en el país, ostenta más contagios por millón de habitantes? ¿El distrito que vive en las peores condiciones de hacinamiento, contaminación, escasez de espacios verdes descontando a los privilegiados de sus lujosos barrios del norte? ¿Al Gobierno que subejecutó el 70% del presupuesto destinado a Infraestructura Escolar en 2020 invirtiendo casi tres veces más en veredas que en obras para escuelas? ¿Al Gobierno que disciplina su justicia pasando de 15 juzgados en lo contencioso administrativo a 24 para designar jueces propios y licuar el poder de los jueces que les son adversos en sus fallos?
Ineficiencia y oscurantismo; discrecionalidad y medidas que no se entienden porque no se explican; ausencia de transparencia que solo genera sensaciones de angustia ante un poder que justifica su accionar en indecidoras gacetillas de prensa, tablas de Excel y cifras multimillonarias de publicidad paga para manejar monolíticamente a los medios.
Kafka somos los habitantes de la ciudad de Buenos Aires. Intentar adentrarse en una página web que jamás funciona con el fin de paliar el miedo a la muerte es el poder de la manipulación donde todos los días nos despertamos con la sensación de habernos convertido en cucarachas. “Entonces no hay verdad”, concluye K (el protagonista de El Proceso). “Solo hay necesidades arbitrarias”. Esta frase de Kafka es la que usa Hannah Arendt para definir al estado burocrático autoritario.
Preguntamos por qué sucede esto en la Ciudad. Preguntamos por qué no existe, como en los restantes 23 distritos del país, una inscripción transparente y abierta donde se registren los datos de todos aquellos que quieren vacunarse hayan llegado las vacunas o no. Sería la mejor manera de apaciguar las suspicacias, los rumores, los malos entendidos.
Algo es prístino en todo este proceso: el poder se manipula de manera arbitraria cuando el único objetivo es mantener en vilo a la ciudadanía.
GM