El pensamiento mágico de la ultra derecha
Maximilian Krah tiene puesto el mismo saco azul con rayas blancas que Javier Milei usaba cuándo pasaba más horas en los estudios de televisión que en su casa. Está parado delante de una biblioteca sin libros en la que se adivinan aviones de guerra y su rubio alemán empieza a ser ganado por las canas. Mirá a la cámara y graba unos veinte segundos que sube a TikTok: Uno de cada tres jóvenes nunca ha tenido novia. ¿Perteneces a ese grupo? No mires pornografía. No votes a los verdes. Sal afuera al aire fresco. Sé fiel a ti mismo.Sé seguro de ti mismo, directo.Y, sobre todo, no te dejes convencer, que debes ser amable, suave, débil y ser de izquierda. Los hombres de verdad son de derecha. Los hombres de verdad tienen ideales. Los hombres de verdad son patriotas. Así sí conseguirás novia.
Maximilian no es un humorista que busca disputarle seguidores a Micky Vainilla. Es eurodiputado alemán de AfD (Alternativa por Alemania), el partido de ultraderecha que muchos imaginan ganador en la elección alemana y por el que hizo campaña Elon Musk. Krah además fue líder de ese partido hasta pocos meses cuándo renunció en medio de escándalos. Entre otras cosas, sostuvo que en la SS “no todos eran criminales”.
El jueves por la mañana, ver en vivo el discurso del presidente Javier Milei en el Foro de Davos me hizo recordar a ese célebre TikTok de Maximilian Krah que conocí gracias a Franco Delle Done, Doctor en Comunicación que vive en Berlín y autor del fantástico Podcast, Epidemia Ultra. Se trata de esta nueva normalidad ideológica y discursiva que cruza el mundo.
La ultraderecha que intenta organizarse a nivel mundial bajo el liderazgo de Donald Trump tiene características evidentes: es misógina, anticientífica, discriminadora, promueve teorías conspirativas, siembra el miedo, argumenta sobre la base de datos falsos, dedica profusos recursos al mundo digital y con todos estos ingredientes edifican enemigos que engloban en lo que definen como el pensamiento Woke con un lenguaje megalómano y plagado de superlativos.
Con habilidad se apropiaron de la ira y de la indignación popular frente a las deudas de los gobiernos y en sus diferentes caras, sea en Estados Unidos, Hungría, Brasil, Austria, Alemania, Italia o la Argentina, pusieron en el lugar de la responsabilidad a la política democrática y utilizaron las nuevas dinámicas de la comunicación digital y la transformación del consumo de medios para su rápida expansión.
El matiz argentino sumó a ese contexto histórico, las frustraciones kirchneristas y macristas. En efecto, la falta de liderazgo de Alberto Fernández que terminó conformando una nueva decepción para los sectores peronistas kirchneristas, se montó sobre el fracaso del gobierno de Mauricio Macri, que durante sus cuatro años no logró transformar en realidad la esperanza de los sectores medios no peronistas que lo acompañaron, incluídos sectores progresistas defraudados con el segundo gobierno de Cristina Kirchner.
Por todo esto el discurso de Javier Milei en el Foro de Davos no puede sorprender a nadie. Tuvo un logro: distraer la atención de lo relevante que ocurrió en ese mismo estrado, la intervención del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez que llevó al debate lo central: ¿Qué hacer con las grandes redes sociales que están poniendo en riesgo la democracia?
Sanchez señaló tres cosas: 1) la redes simplifican y polarizan en el debate político (“nos está haciendo sustituir el rigor por la inmediatez, y la complejidad por la brevedad”); 2) fomentan la desinformación y las noticias falsas (“que tienen un 70% más de probabilidades de ser compartidas que las reales. Y que los dueños de las grandes empresas de redes sociales han decidido no parar”) y 3) con los algoritmos se está sesgando la discusión pública y llevando el debate hacia un “campo de batalla amañado lleno de manipulación, censura y falsedad”.
El presidente español no se hizo el distraído y dijo que esto lejos de ser fruto de la casualidad fue llevado adelante por potencias extranjeras (habló de Rusia), por fuerzas antisistema y por los propios dueños de las grandes redes sociales, a los que definió como “un pequeño grupo de tecno-billonarios que ya no se conforman con ostentar un poder económico casi total: ahora también ambicionan el poder político de una forma que está socavando nuestras instituciones democráticas”. Imposible no pensar en la foto de asunción de Trump.
Después de resaltar la importancia que las redes sociales tuvieron en su inicio para promover la participación democrática, Sánchez dijo que es posible recuperar ese espíritu porque las redes se han convertido en un recurso de la humanidad. Para eso planteó tres propuestas para que la Comunidad Europa debata: terminar con el anonimato en las redes sociales, abrir los algoritmos de las grandes redes y que los directores de ellas rindan cuentas si no cumplen con las leyes.
El árbol del pensamiento mágico tapó el bosque del debate racional que expuso Pedro Sánchez. Desde la Ilustración hasta acá, esa siempre fue la decisión de vida que cada ser humano debe tomar.
MM
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