La sombra del Rebelde
En este momento histórico, en Argentina y no sólo en Argentina, se activó un arquetipo del inconsciente colectivo en la clase política y económicamente dominante que, además, se refleja en la sociedad como un juego de espejos. Se trata del arquetipo del Rebelde.
No tomo el concepto del esoterismo, tarot o astrología. Siguiendo en la línea de mi artículo anterior y abusando de la libertad del columnista para la imprecisión académica, abordo la cuestión desde la psicología analítica de Carl Jung y su teoría del inconsciente colectivo.
Jung afirma que el sustrato básico de la conciencia humana es de naturaleza atávica, casi innata, universal. Este inconsciente colectivo ecuménico se expresa en arquetipos que aparecen una y otra vez en los mitos y leyendas de todas las culturas que -como afirman muchos psicólogos, sociólogos y antropólogos- expresan en forma alegórica lo inconsciente.
Este sustrato como nivel básico de la conciencia humana está debajo, por así decirlo, del propio inconsciente personal y desde luego la conciencia. En otro artículo espero tratar una dimensión que creo intermedia y ausente en la teoría, el volksgeist de Herder, que expresa el consciente-inconsciente nacional-popular.
Conforme a Jung, este inconsciente colectivo universal contiene distintos arquetipos, manifestaciones simbólicas, que pueden activarse en determinados momentos de la vida personal o la historia social. Esta activación es la externalización del símbolo en la realidad que en ocasiones se expresa en forma creativa-constructiva y, en otras, destructiva. Los arquetipos pueden personificarse en líderes políticos o personas destacadas en la vida pública, pero representan un momento socio-cultural.
Javier Milei encara sin lugar a duda la figura del Rebelde. El arquetipo que se activó es la rebeldía frente a un período de descomposición de la hegemonía constituida por la alianza entre peronismo y progresismo.
Es difícil para las tradiciones peronistas tantas veces rebeldes frente a la injusticia social -la primera resistencia peronista, las organizaciones revolucionarias- reconocer que perdieron este rasgo de su fisonomía. Esto es aún peor para las tradiciones de izquierda que construyen desde la rebeldía su mística y centro de atracción. Que la rebeldía se volvió de derecha, como afirma Pablo Stefanoni, me resulta del todo evidente. El aburguesamiento de la mayor parte de las referencias peronistas, progresistas e izquierdistas -incluyendo a la izquierda trotskista- es innegable. Se expresa en su discurso altisonante y sus acciones moderadas.
La potencia disruptiva en el discurso y la acción, la justificación de la violencia por el ideal, la representación de un movimiento contrahegemónico frente a un régimen político-cultural decadente es hoy patrimonio de la derecha y sus voceros. El “Gordo Dan” constituyendo el Brazo Armado de La Libertad Avanza es la expresión verbal máxima del Rebelde. La cultura de la doma, confinada por ahora a las redes sociales, tiene como antítesis la idea del león indómito asociado al Rebelde.
La inaudita audacia de votar en la más absoluta soledad en las Naciones Unidas, la temeridad de anunciar la constitución de un brazo armado del partido de no-izquierda, el permanente desafío a elementos constitutivos del sistema (los grandes medios, la clase política, las organizaciones intermedias, incluso ciertos empresarios), la violación de pactos culturales que parecían definitivos (la no-discriminación), el desprecio desvergonzado de la democracia burguesa son todos elementos que suman a la caracterización del arquetipo.
Quien afirme que la rebeldía no es tal sino una representación teatral que busca atraer a la gente en función de los intereses de las élites económicas que ya son dominantes no comprende la naturaleza del Rebelde. Lo que caracteriza una rebelión es la intensidad, no el contenido. Efectivamente, las estructuras de poder son los beneficiarios de este movimiento rebelde, pero eso no le quita un ápice de rebeldía. En todo caso, el mundo Milei activa el arquetipo del Rebelde Sombrío, pero rebelde al fin.
La sombría derecha rebelde se levanta contra las certezas combinadas de la modernidad y la posmodernidad. Su reacción es violenta, ruidosa, tormentosa. Sus milicias digitales y su vanguardia política es la versión patética de los grupos juveniles contrarrevolucionarios de la revolución francesa, tan patética como fue, por ejemplo, “La Recuperación Argentina” del gobierno albertista. Cualquier comparación con la liga patriótica, las juventudes fascistas o hitlerianas corre por cuenta del lector.
El conservadurismo actual consiste en las tradiciones políticas modernas y posmodernas cuyas promesas -derechos humanos, sociales, culturales, ambientales- no se realizaron. Los rebeldes profesionales de izquierda dogmática que pregonan una ruptura revolucionaria estando plenamente integrados al sistema y absorbidos por un nihilismo quejumbroso son la quintaesencia del conservadurismo autocomplaciente y acrítico. La derecha gobernante no es conservadora, es reaccionaria: nace de una reacción visceral que tomó impulso social en parte por años de represión en la cárcel de lo políticamente correcto, pero puramente ideológico y socialmente ineficaz.
Las promesas humanistas no pueden realizarse sin asumir una necesaria actualización que perciba los signos de los tiempos, que baje de la ideología a la realidad popular, la depure de sus ideologismos coloniales y la sintetice en un contra-arquetipo.
Desde la transición democrática, nuestro pueblo, en sus distintos momentos, activó sus arquetipos Junguianos: el arquetipo del Amante alfonsinista del “somos la vida, somos la paz”, el arquetipo del Trickster con el espejismo hedonista y el “roba pero hace”. El Moralista Hipócrita de la Alianza que va terminar con “la fiesta para pocos”; el Huérfano del “que se vayan todos”. Llegó luego el arquetipo del Restaurador, del “volvimos”, el cuadro que se baja, el de la “reconstrucción de la burguesía nacional” que dio paso al arquetipo más poderoso de la etapa, Gran Madre, celosa defensora de sus hijos que puede afirmar que el “amor vence al odio” y ampliar la protección social de sus prole pero también defender su territorio como tigresa frente a cualquiera que se aparezca como depredador.
Entre el 2015 y el 2023 no se activaron arquetipos. Hubo un largo periodo de desapasionamiento político y desactivación social con escasos momentos de irrupción… puro aburguesamiento de la clase gobernante y puro empobrecimiento de las clases populares, hasta que emergió el sombrío Rebelde que germinaba al calor del empobrecimiento y la disociación.
Cuál es el contra-arquetipo que debe activarse para derrotarlo y abrir un ciclo de recomposición nacional humana, justa, libre y soberana… no lo sé. Posiblemente un Rebelde, pero de otra especie que desafíe al Rebelde sombrío con mayor virulencia y propuestas más radicalizadas. Lo que tengo claro es que mientras la emoción política -aunque sea destructiva y deshumanizante- esté en el campo derechista al servicio de las élites (pero con la propulsión del inconsciente colectivo) no habrá potencia para la victoria de las banderas que sostenemos.
JG/MF
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