El desafío político de no naturalizar ni justificar el discurso homofóbico de Milei en Davos
Milei tiene tanta mierda en la cabeza que cada vez que habla se le escapa un poco. Somos muchos y muchas quienes no podemos digerir su discurso en Davos. Declaraciones fascistas, plagadas de mentiras y sin ningún dato real que atacan directamente a sectores que históricamente fueron vulnerados. Ese nudo en la garganta que no podemos ni debemos dejar pasar. Es nuestra obligación política no naturalizarlo, no justificarlo, no digerir esta mierda que el lacayo sumiso y perverso que personifica Javier Milei quiere imponer a la sociedad argentina.
Desde lo personal podría escribir mil páginas, porque obviamente me sentí aludido, soy puto, me casé y tengo una hija. Y por supuesto veo en el feminismo una manera de poner en crisis las prácticas que viví o sufrí –como prefieran– y pudimos cambiar para mejorar como sociedad, aunque otras no y aún perduran. ¡También soy ecologista y para colmo de un movimiento social peronista, cartón lleno!
Podría responderle con datos, un presidente tan adepto a los números pasó por alto que la mayor cantidad de abusos infantiles en el mundo y en nuestro país la cometen hombres heterosexuales, generalmente con algún vínculo sanguíneo con las víctimas. O que el 80% de los niños, niñas y adolescentes que denunciaron abusos fue después de recibir una clase de Educación Sexual Integral, esa que él tanto detesta. Tampoco recordó que en la Argentina hubo 2500 femicidios en una década. O que la temperatura del planeta también se puede medir y viene subiendo como la pobreza y la desocupación.
Pero prefiero hablar desde lo político, porque creo que el problema que significa este gobierno para nuestro país y nuestro pueblo se resuelve con política. Concretamente voy a plantear dos problemas: Ellos y Nosotros. A ellos los tenemos que ubicar en el mapa, hay que sacarlos del lugar de fenómenos en el que los pusimos nosotros y la novedad que significó Milei con su discurso, su peinado, el vínculo extraño con la hermana, su falta de espacio político, etc. Milei es el monigote más fiel que encontró la derecha argentina para llevar adelante su proyecto de hambre y exclusión, ese que garantiza la riqueza nacional en manos de unos pocos, la inserción subordinada de nuestro país a la economía global, lo que antes llamaban granero del mundo y ahora diversifican con Vaca Muerta y los salares de litio. Pero es el mismo proyecto: convertir a la Argentina en un simple proveedor de materias primas del capitalismo transnacionalizado y extranjerizado. Sí, extractivismo liso y llano. No necesitan más que reglas que los favorezcan como el RIGI y mano de obra barata.
Esa derecha argentina siempre fue fascista, su versión moderada durante los años de Macri no tiene que nublarnos la vista, esa derecha que celebró el centenario argentino en el Obelisco y el Colón mientras miles de compatriotas morían de hambre en rincones olvidados del país, esa derecha que no dudó en bombardear la Plaza de Mayo llena de civiles, (¿hablará de esas fuerzas del cielo?) O la que comandó el golpe cívico-militar que desapareció 30.000 personas, se robó los hijos de esas víctimas y tantas otras, torturó, mató y sobre todo amasó fortunas con el endeudamiento y la timba financiera.
Nunca fue muy creativa nuestra derecha, siempre imitando a los de afuera, siempre se miró en espejos importados y esta no es la excepción. A veces como tragedia, otras como farsa, dicen que la historia se repite, yo creo que no, como escribió Raquel Robles. A lo sumo se parece, pero no se repite. Entonces Milei no es libertario, es el nuevo ropaje de la derecha argentina tratando de llevarnos una vez más a su proyecto, que como también sabemos termina mal.
El segundo problema somos nosotros, el campo popular. Discutir con un gobierno facho es fácil, lo difícil es ganarle. Para eso hay que pensar qué decimos y desde dónde.
Así como la historia de la derecha argentina tiene recorrido, la del campo popular también, entonces yo no quiero discutir con Milei y estos fachos defendiendo una ley sólo por el gobierno que la logró sancionar. Los derechos que están atacando estos tipos han sido construidos por generaciones de argentinos y argentinas, tienen historia y recorridos. Solo para hacer un racconto de como llegamos a ser el primer país de América Latina que aprobó el matrimonio igualitario y toda la saga de derechos que lo acompañan hay que recordar que la primera organización “homosexual” de nuestro país y de América Latina se fundó en el año 1963 y se llamó “Nuestro Mundo”. La impulsó Ernesto Anabitarte y otros compañeros que venían de la militancia comunista y se reunían bajo la solidaridad de la militancia sindical peronista en una garita de los ferrocarriles de Gerli.
O podemos recordar que en el año 1972 existió el Frente Homosexual de Liberación que en el año 1973 fue a la asunción de Cámpora con una bandera que decía “Para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. O más tarde la pelea de Jauregui y tantos compañeros con Gays por los derechos civiles o las primeras marchas del orgullo en los 90. Por cada derecho conquistado corrió mucha agua bajo el puente y si queremos defenderlos tenemos que pisar sobre las fibras más profundas de nuestra historia.
Esas fibras que se hacen derechos con gobiernos populares se construyeron también con organización, resistencia y lucha en momentos de repliegue, como ahora. La historia se parece, pero no se repite, tenemos que organizarnos y pelear contra lo que creemos injusto. No podemos quedarnos en la denuncia o la indignación en las redes, tenemos que salir a enfrentarlos poniendo el cuerpo como lo hicimos siempre. Dejemos de lado las diferencias y construyamos la unidad en la acción que derrote este modelo.
*El autor es militante del Movimiento Evita, exdiputado nacional (2011-2022) y actual administrador general del Instituto de Desarrollo Urbano, Ambiental y Regional en Moreno.
MC
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