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Levantar al muerto para enaltecer la vida

La vocación de levantar al muerto, en términos sociales, no se agotó en un conocimiento superficial, sino en reconstruir un nuevo esquema que sea eficaz para entender y satisfacer las urgencias sociales.
16 de abril de 2025 15:50 h

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Hace ya un cuarto de siglo, el actual Papa Francisco destacaba desde nuestra Argentina que en medio de toda muerte siempre existe un germen de resurrección. Es la espiritualidad de los días de Pascua en donde se destaca el poder de resurrección, o sea, del resurgir como equivalente profano. Si no podemos devolver la vida, al menos debemos evitar la muerte, dijo. Y así entonces supo reclamar a aquellos con responsabilidad institucional y cuestionó la pasividad de la sociedad ante la violencia de la injusticia: “Todos consuelan a los deudos, pero nadie levanta al muerto”.

Esta demanda encontró resonancia cuando de forma espontánea 25 años después tuvo lugar un llamamiento para construir una Justicia más humana, ni más ni menos que cumplir la tarea con las personas por eje. Sorteando preferencias ideológicas, entonces jueces, fiscales, defensores públicos -junto a sus colaboradores- se acercaron a parroquias y comedores de barrios populares en CABA y el AMBA para escuchar de su propia voz las dificultades que atraviesan los pueblos de la periferia, desde donde hace tiempo aparece instalada la muerte simbólica y hasta material: niños, mujeres y ancianos al total desamparo del Derecho.

La vocación de levantar al muerto, en términos sociales, no se agotó en un conocimiento superficial, sino en reconstruir un nuevo esquema que sea eficaz para entender y satisfacer las urgencias sociales. La convicción que une es que las necesidades comunitarias de salud, vivienda, empleo y educación no pueden tener por respuesta estatal la inacción o, peor aún, la complacencia con la violencia: el estado no puede matar, ni dejar morir. Este compromiso se tradujo en acciones concretas para realizar el derecho a la Justicia: se reforzaron convenios, se fortalecieron espacios para atender directamente los reclamos, se facilitaron nuevos recursos materiales, todo orientado desde los pilares básicos que conforman los Derechos Humanos.

La Justicia, para ser verdaderamente humana, debe recuperar la ética básica de su misión y optar por el favorecimiento de la vida. Como insiste Francisco, frente a un sistema que excluye y descarta, urge volver a poner la persona en el centro: asistir, cuidar, reparar a aquellos que quedaron al borde del camino. Está en juego la dignidad de todos.

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