Alberto, Máximo y el punto de no retorno para un peronismo que mide mal
- Y ahí anda, Wado, como un fantasma...
Brutal, la frase se pone en boca de Alberto Fernández: se la escucharon, en Olivos, días antes de la renuncia de Máximo Kirchner. La frase reapareció en el buffet froid de intrigas y sospechas que desató la renuncia del fundador de La Cámpora a la jefatura del los diputados frentodistas. En la galaxia maximista, que no está exenta de internas tribales, aquel comentario se reconfiguró y adquirió un formato depurado y todavía más brutal para teorizar que en el micromundo albertista se apoda “el fantasma” al ministro del Interior.
Pueden concentrarse en ese episodio todas las pestes que atraviesa el oficialismo que, con el portazo de Máximo al bloque, escaló en la categoría del recelo e ingresó en un punto quizá sin retorno. Todos los planteos que descartan la hipótesis de una fractura en el FdT eluden responder -quizás porque ahí no hay respuestas certeras- qué cómo funciona la unidad de espacio político si no existe la confianza.
Se señala a De Pedro como la voz más enfática de la mesa chica camporista contra el repliegue de Máximo. Es probable que el ministro sepa, como nadie, lo inviable que puede ser la convivencia dentro de un sistema donde se perdió la franqueza y reina la sospecha. Wado, que más de una vez debió intervenir para que se convoque a Máximo o trasmitió reproches sobre desplantes contra el ex jefe de los diputados, sabe como pocos el nivel de falta de empatía al que llegó la relación entre Kirchner y Fernández.
Se conoce -Horacio Verbitsky lo relató en una columna de El Cohete a la Luna- el encuentro entre Fernández y Máximo el miércoles previo al anuncio del acuerdo con el FMI. Menos se sabe de otro mano a mano, ocurrido en diciembre, en el que se magnificó una mecánica que el diputado advierte desde hace tiempo: sus observaciones o propuestas son desestimadas o rechazadas, de manera casi sistemática, por el presidente.
“Piensan que todo lo que propongo es para cagarlo”, tradujo sin eufemismos un entornista del diputado que en una charla explicó hasta qué punto esa dinámica adquirió características entre dramáticas e infantiles. “Hasta tuve que aplicar la psicología inversa: decir lo contrario a lo que me parece que hay que hacer para que lo tenga en cuenta”, contó el diputado en una charla con un grupo de confianza. Eso refleja hasta qué punto se había deteriorado la relación y porqué era, en esos términos, insostenible a futuro.
Señales
Fernández, y el fernandismo orbital, minimizó las señales sobre una posible renuncia de Máximo. El dirigente lo planteó en privado la tarde del 16 de diciembre y lo dijo, en público, el día siguiente en una entrevista en el canal C5N luego de que la oposición rechazó el proyecto de presupuesto 2022. En una nota de elDiarioAR de esa tarde se hizo referencia, elíptica, a una hipótesis de renuncia que por entonces se interpretaba como alocada. Habló de volver a militar desde la calle, o desde una unidad básica, y trasuntó la teoría de que podría dejar la jefatura del bloque.
Lo hizo 40 días después, 72 horas más tarde del anuncio del acuerdo con el FMI. Desde Olivos se afirma que nunca, Fernández y Martín Guzmán, le retacearon o escondieron información a Máximo ni a Cristina Kirchner sobre lo que se estaba charlando con el fondo y lo que se anunciará. No es lo que dicen desde el kirchnerismo. Hay un lugar común: los diálogos entre Alberto y Cristina ocurren y la traducción de lo que allí se habló o se acordó suele tener interpretaciones diferentes para los partícipes.
La crisis post PASO, con la renuncia presentada por De Pedro y otros funcionarios, nació de los errores de traducción que hacen el presidente y su vice, conversaciones que deberían hacerse con la presencia de un árbitro. Como en aquella semana dramática post PASO, en el entorno presidencial se esperó que la renuncia de Máximo sea aprovechada por Fernández para ganar poder y sancionar, a su modo, la decisión que juzgó desproporcionada. Por caso, desplazar a alguno de los funcionarios o funcionarias camporistas que tienen cargos de peso en el gobierno. Alberto, así como rechazó aquella vez la sugerencia de aceptarle la renuncia a Wado, desistió de hacer un movimiento que pueda profundizar la crisis.
Cristalizó ese comportamiento cuando recibió, junto a Sergio Massa, al flamante jefe del bloque Germán Martínez y le pidió que trabaje para la unidad. Es una encerrona conceptual para Fernández porque en cada episodio deja hilachas de autoridad. La imagen de Fernández está igual o peor que Cristina. Un informe reservado de la consultora Fixer le otorga al presidente 21% de imagen positiva y 62% de negativa, mientras mide a CFK con 28% de positiva y 66% de negativa. Axel Kicillof está, también, mejor que Fernández, pero Máximo Kirchner está peor que todos: 70% de negativa y 21% de positiva. Sergio Massa ostenta indicadores parecidos al ex jefe del bloque. Los faltantes del 100% son neutras o NS/NC.
Otra medición pone a Cristina con 36% de positiva y 64% de negativa y a Alberto con 34% a 66%, mientas que Máximo toca los niveles de 73% de negatividad. Es un estudio del consultor Patricio Hernández que registró la frase “todo lo multiplicado por kirchnerismo, da kirchnerismo” para explicar la uniformidad fatídica del oficialismo. ¿Puede el FdT proyectar un resultado electoral de triunfo cuando sus cinco principales dirigentes tienen una negativa por encima de los 60 puntos?
De dudas y confianzas
El lunes, cuando trascendió la renuncia de Máximo, dos funcionarios nacionales se reunieron para lamerse las heridas, shockeados por la novedad y temerosos de los efectos. Apareció, entre los lamentos, un tenue consuelo: Fernández fue desafiado por un dirigente que tiene 70 % de imagen negativa, y por un tema, el acuerdo con el FMI, con el que el 70% o 75% de los argentinos está de acuerdo.
Detrás de la tesis de que Máximo toma distancia porque asume que la experiencia FdT carece de futuro y él se prepara para el día después -alimentada en sectores del frentodismo-, el diputado trasmitió en estas horas una mirada menos extrema: no dejará el bloque ni promoverá renuncias. Aparece la lectura de que Kirchner aprovechó el acuerdo con el FMI como excusa para tomar una decisión que tenía tomada hace tiempo y eligió el hecho con más volumen político e ideológico para hacerlo.
“Ahora está suelto para armar, como jefe del PJ bonaerense, para hacer lo que nadie hace: recorrer la provincia, juntar, contender, movilizar”, lo explican a su lado y entienden que en el oficialismo no terminan de entender la crisis política, y de desencanto, que atraviesa al FdT. “Está todo roto”, sintetiza la voz camporista y deja abierto los posibles destinos. “Después, en 2023, se decidirá para qué”, completa.
Fernández resolvió rápido, con el auxilio imprescindible de Massa, el reemplazo de Máximo frente a un escenario legislativo cada vez más incierto. Con los hechos sobre la mesa, en el gobierno tradujeron la decisión del diputado como una consecuencia de una serie de errores. Le facturan haberse negado a eliminar las PASO como pedían los gobernadores y, en paralelo, que no se hayan habilitado las internas en el FdT. Ambas cuestiones, en las que Máximo intervino, están en la matriz multicausal -como la inflación, diría Guzmán- de la derrota electoral. A eso le agregan, además, el fracaso en la aprobación del proyecto de presupuesto. “Estaba desgastado, está bien que haya decidido irse”, dice un funcionario que lo respeta pero que considera que su desempeño como jefe del bloque fue malo.
El viaje a Rusia y China, que este domingo se coronaría con una serie de anuncios de inversiones multimillonarias que podrían leerse como el eco lejano de aquel “cuento chino” de Néstor Kirchner, es invocado por el gobierno para decir que lo de Máximo quedó atrás. Que lo más importante es el acuerdo con el FMI, que es con eso que se consolidará la remontada, el relanzamiento del relanzamiento del gobierno.
PI
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