Por Guillermo José Ferraro volaron sillas en el subsuelo del Hotel Libertador. Fue el 7 de noviembre, a días del balotaje. Javier Milei había reunido a su tropa para analizar el mapa electoral con la idea de dar con esos lugares donde La Libertad Avanza no llegaba con fiscales propios. Era la recta final de una batalla reñida: Unión por la Patria había obtenido el 36,78% de los votos y La Libertad Avanza, seis puntos menos: 29,99% en las Generales. Pero faltaba un envión.
Karina Milei, hermana del Presidente, puso al frente de la fiscalización a Ferraro, a quien ya le habían prometido el Ministerio de Infraestructura. ¿Por qué volaron sillas? Porque Carlos Kikuchi, armador nacional de LLA, estaba siendo desplazado por alguien con “poco barro”, alguien que había pasado sus últimos años en una consultora. Con la organización que le proveyó Juntos por el Cambio, Ferraro fue el hacedor del triunfo de Milei. Este jueves el Presidente lo echó.
Hay una foto. Karina El Jefe está sentada a la cabecera de una mesa. Es la primera vez que aparece retratada en plena acción, al frente de una reunión en la que solo participan varones. Allí están Nicolás Posse, entonces jefe de los equipos técnicos y ahora jefe de Gabinete; Guillermo Francos, entonces responsable político del espacio y ahora ministro del Interior; y Sebastián Pareja, entonces senador provincial electo y armador bonaerense. El último de la ronda es Guillermo Ferraro, entonces coordinador del equipo de fiscalización y futuro ministro de Infraestructura. Doce días después, La Libertad Avanza obtendría el gobierno por el 55,66% de los votos.
Ferraro fue uno de los primeros nombres firmes de un posible Gobierno, junto a Diana Mondino y Sandra Pettovello. “Tiene más carrera política que todos los otros juntos”, decían en voz baja desde el entorno del flamante ministro de Infraestructura. Su despido es la primera baja del Gobierno de Milei, a 46 días de haber asumido formalmente. Ferraro se enteró por ¿los medios? Cuando su vocera lo llamó para preguntarle qué pasaba, si era cierto, dónde estaba, él respondió que estaba ahí, en el Ministerio, trabajando: “Contame qué pasó porque no sé nada”, le pidió Ferraro. Ella tampoco sabía mucho: “No se fue / No sabemos nada / leemos las noticias”, mensajes de WhatsApp, el poema que podría reflejar la mala comunicación intragobierno.
La primera tarea de Ferraro fue reunir a las autoridades de los gremios de la construcción, industriales, bancos, la Sociedad Rural Argentina, la Cámara de Comercio y Servicios y la Bolsa de Comercio con el objetivo de “articular al sector público con el privado e ”impulsar un nuevo esquema de inversión privada en grandes obras“. Un lema de campaña puesto en marcha. Tuvo Transporte a su cargo: le hicieron el primer paro de colectivos 18 días después de su jura, juntó a todos, acordó que lo levantaran y después subió el precio del boleto del transporte público. Su gestión termina abruptamente y con un aumento del 45,2% en colectivos y trenes. Eso corre para enero. El mes que viene el colectivo vuelve a aumentar, igual que el tren. Aumento no, descongelamiento. Bueno: ”sinceramiento“.
El 11 de enero, Ferraro fue a explicar al plenario de comisiones de Diputados los temas incluidos en la Ley Bases/Ómnibus que correspondían a su ministerio. Dijo: “Soy un convencido de que el argentino es un ser creativo por naturaleza y que si lo dejamos en libertad nos va a sorprender con su capacidad de emprendimiento”. Aquella silla que voló en el subsuelo, la que sacó a Kikuchi (y con él al gastronómico Luis Barrionuevo, que prometió aparato y no cumplió), Ferraro la tenía atada.
Infraestructura fue “un nuevo ministerio” de la gestión mileísta. Absorbió las áreas de Energía, Transporte, Obras Públicas y Vivienda, Telecomunicaciones y Minería, que hasta el triunfo de LLA eran carteras independientes. Tan grande como el “otro nuevo”, el de Capital Humano. Ferraro asumió el cargo de ministro luego de trabajar como director de la consultora KPMG Argentina. Le dedicó 14 años a la firma que provee servicios de Auditoría, Impuestos y Asesoría. Allí lideró proyectos como el Túnel Ferroviario Aconcagua, la central Hidroeléctrica de Chihuido, el puerto de cargas de Ushuaia, el ramal ferroviario y estudios de factibilidad de Vaca Muerta y los contratos de participación público-privada para corredores viales.
Especializado asesoramiento financiero y estructuración de negocios vinculados a grandes proyectos de infraestructura y la reingeniería de procesos en el sector público, Ferraro dirigió empresas del sector de servicios y bancos. Fue Subsecretario de Industria de la Nación entre 2002 y 2003, con Eduardo Duhalde en la Presidencia. La crisis de 2001/2002 lo sacó del board del Credit Agricole, donde era accionista. Después puso en marcha el Banco Bisel, que en 2006 fue vendido. Su hito en el ámbito público, fue haber sido jefe de asesores de Antonio Cafiero en el Senado y participar de la Convención Constituyente.
Contador público y licenciado en administración por la Universidad de Buenos Aires, con un postgrado en Ingeniería en Sistemas también de la UBA. Cursó el doctorado en ciencias económicas, fue docente. Ferraro tenía un perfil mixto, conocía las mañas de esa zona de frontera donde se cruza el Estado con la la empresa. Una pata en lo público y la otra pata en el sector privado, hasta que Milei le sacó los pies del plato.
VDM/DTC