Los movimientos del ministro del Interior

De Barrionuevo a Guzmán, las terminales que veda Cristina pero frecuenta Wado

“Hacer política es hablar con los que tenés diferencias, no con los que pensás igual”. El dictamen, que un entornista pone en boca de Eduardo “Wado” De Pedro, suena extraño en un momento en que Alberto Fernández y Cristina Kirchner llevan 70 días sin hablarse. Pero tiene rigor táctico y explica, o justifica, la amplitud de agenda con la que se mueve el ministro del Interior, aquí y ahora, el único puente que une las islas principales del archipiélago político que es el Frente de Todos (FdT).

De Pedro, que estuvo tres meses frizado por el Presidente luego de su renuncia después de las PASO, sorprendió en los últimos días con algunos movimientos: compartió acto y foto con Luis Barrionuevo y compartió una actividad, que luego estiró con una reunión a solas durante más de media hora, con Martín Guzmán, el ministro que es el punching ball preferido del cristinismo, al que Máximo Kirchner considera algo así como un empleado del FMI.

Se trata de figuras vedadas por la vice. Barrionuevo es un anti K histórico, con casi 20 años de ejercitar esa condición. Hace tiempo estableció un vínculo con De Pedro y luego, en un momento difícil en su gremio, Gastronómicos, invitó al ministro al plenario de secretarios generales en Mar del Plata. “Era la oportunidad para hablarle a dirigentes de todo el país. No hay que dejar de hablar con nadie. Una cosa es decir y escuchar, otra es acordar”, es el mensaje que baja Wado.

La cumbre con Guzmán tiene una previa que es tan relevante como el mano a mano en el despacho de la planta baja de Casa Rosada. Colaboradores de ambos ministros se vieron unas horas antes, una especie de ablande antes de la actividad que compartirían con Gustavo Melella, el gobernador de Tierra del Fuego. “Acordate, y hacerle acordar a Martín, que Wado salió a bancar el acuerdo con el FMI”, plantearon desde Interior mientras el enlace de Economía dijo que tenían presente ese dato.

De Pedro evita, a diferencia de otros voceros del cristinismo, personalizar en Guzmán y pone el foco en la necesidad de que haya una instancia política que discuta el rumbo económico. No parece tener, a grandes rasgos, diferencias sustanciales con el ministro de Economía aunque se detiene en un punto: ninguna administración puede funcionar con 6 puntos de inflación por mes.

“Macartear”

Los encuentros de Wado con Barrionuevo y Guzmán son, al margen de la sorpresa, un estilo. Subyace, incluso, una autocrítica al propio sistema K. “No nos podemos 'macartear', porque aparecen los intermediarios que hacen su juego”, explican cerca del ministro. Hay una anécdota gráfica. De Pedro empezó, antes de jurar en el gabinete, a verse, reunirse y cenar con empresarios de todos los rubros. Hubo algunas de esas juntadas, por caso con Marcelo Midlin, de las que participó Máximo. En un encuentro, un hombre de negocios, del rubro de los alimentos, se confesó ante Wado. “Los de la consultora que contrato me decían que esto iba a ser como Venezuela y yo dudaba de hacer una inversión”, contó.

En Interior dicen que la agenda del ministro es amplísima, para muchos inimaginable, pero que es reservada porque el valor de las conversaciones se mide en ese plano también. “Habla con todos menos con una persona: el límite, por ahora, es Macri”, cuenta un colaborador que define como un mandamiento del ministro que las conversaciones con todos los actores del sistema son para terminar con los prejuicios. “Hay que escuchar y hablar, en primera persona, sin intermediarios interesados”, se explica “Wado”. Tejió, de hecho, una relación fluida con Horacio Rodríguez Larreta, logró algunos acuerdos, y sigue online a pesar de que el jefe de Gobierno cortó todo vínculo con el Presidente.

El ministro admite, en sus argumentos, que su agenda diversa y sus modos desentonan con lo que habitualmente hace el cristinismo. “Si nos moviéramos solo por el rencor y la revancha, no hubiésemos armado el Frente de Todos con Massa y Alberto”, baja la línea y sobre eso expande sus relaciones. Cenó con Juan Manuel Urtubey, el ex gobernador de Salta que armó en su casa un asado multicolor donde estuvieron, entre otros, Gerardo Morales, Juan Schiaretti y Emilio Monzó.

Autonomías

Hay un doble reproche que cae sobre “Wado”. Uno tiene que ver con que si el que mantuviese esos encuentros fuese un dirigente no cristinista, el cristinismo lo acusaría de traidor. El otro se vincula con los resultados de esas relaciones y recuerdan, por caso, que De Pedro fue el promotor de un entendimiento con Schiaretti que al final no aportó votos legislativos ni beneficios electorales al oficialismo. Desde La Cámpora, en particular el sector que encarna Andrés “Cuervo” Larroque, que en este tiempo fue el portavoz de las críticas más duras a Fernández y tiene una tensión añeja con De Pedro, se incomodan con la moderación de “Wado” y con sus relaciones en el Círculo Rojo.

La explicación desde el planeta Cristina es que responde a una táctica general. La vice administra los movimientos de ambos y cada uno cumple un rol. Larroque lastima, Wado cicatriza. Cada uno aporta su toque propio, ninguno se autonomiza. En Interior dicen que el ministro se maneja con libertad dentro de un marco implícito, que sabe que puede tener contacto con todos los actores del sistema. “Una cosa es hablar, otra es acordar”, repiten como mantra.

Como si Wado fuese el hemisferio izquierdo del cerebro político de Cristina, el que está vinculado a las operaciones más lógicas. Pero que, dentro de esos márgenes, hay un elemento central: afirman que De Pedro tiene la confianza absoluta de la vice y que aunque no la consulte sobre cada reunión o cada lugar al que va, lo hace desde la certeza de que está alineado al 100% con lo que dispone la ex presidenta.

Así y todo, hubo chispazos. Cuando en un diario español, De Pedro dijo que el acuerdo con el FMI era un punto de partida para que arranque la economía, Cristina lo reprendió. El episodio lo cuenta el wadismo para trasmitir, además, que hay posiciones que son propias, una forma de salir del lugar de mero mensajero, un correo sin autonomía ni criterio propio.

“Wado trabaja para la unidad pero no porque se lo pidan Alberto y Cristina. Lo hace porque está convencido que así debe ser, que es necesario. Es su posición y la discute con ambos”, relata un entornista. El ministro, en la intimidad, cree imprescindible armar una mesa del FdT, que en la primera etapa prescinda de los Fernández, y que sirva para discutir y fijar rumbos. Asume, por momentos, que es un trámite difícil y advierte que el Presidente está cerrado en un círculo muy chico que, entiende, no comparte la idea de la mesa del FdT.

Detecta dos urgencias, enlazadas entre sí. La crisis interna, que paraliza todo, y la cuestión económica. Si no se ordenan ambas cuestiones, hace un diagnóstico desolador. “Si no resolvemos los problemas políticos y los problemas de la gente, no hay margen para construir ninguna candidatura, de nadie”, apunta De Pedro y extiende la imposibilidad a todos los actores del FdT, entre ellos Fernández.

Tiene que ver con que se decodifican sus movimientos como candidateable, algo que se volvió obvio porque aparece como una figura diferente dentro del dispositivo K. Algunos lo ponen en la cuenta presidencial, otros como vice o hasta como candidato a gobernador si Cristina decide mover a Axel Kicillof a la disputa nacional.

La reconstrucción del FdT es necesaria, dice, para después tratar de ampliar el frente. Ahí entran jugadores como Urtubey o Barrionuevo que, se supone, tienen disidencias de fondo -teoriza- con el PRO. O que, por otro lado, tienen relaciones en común. Mario Montoto aparece en esa órbita de relaciones que funcionan para acercar y lograr acuerdos. Montoto colaboró con el viaje que De Pedro hizo a Israel junto a un grupo de gobernadores. No fue el único, aclaran en Interior, pero reconocen que en términos simbólicos es un dato fuerte la conexión con Montoto. “¿Cómo vamos a construir si no podemos sentarnos a hablar con otros?”, se repite.

PI