“Creo que estoy al lado de la probable siguiente presidente del país…”. Todavía no terminó de acomodarse en la silla, Pilar Rahola, que ya ha dejado caer la línea que dirá tres veces en la tarde del lunes, frente a estas cien personas, en los fondos del recoleto Palacio Balcarce, sobre la recoleta Avenida Quintana. La platea suelta entonces el aplauso en velocidad, como sorprendida. Han venido a escuchar lo que la periodista catalana acaba de decir, pero han venido a escucharlo después de un rato de charla, no tan tempranamente, no tan de una, no tan de movida. Rahola debe esperar que le devuelvan el silencio para gatillar su remate:
A ver si la próxima vez que nos vemos es en la Casa Rosada.
A su lado, Patricia Bullrich, ya ungida, responde sonriente:
Así es. Vas a estar invitada.
La naturalidad, la falta de pasma con la que la Bullrich devuelve el saque, solo puede indicar una cosa: está convencida de que las palabras de Rahola no accidentan ningún devenir argentino. “Así es”, dice, y con esos seis caracteres que le salen de la boca deja firmada su certidumbre. El “vas a estar invitada” ya son tiros sobrantes, disparos al cielo de alguien a quien le sobran balas en el cargador de su íntima persuasión.
Cristina Fernández de Kirchner se pone la gorra del 2023, pero quién sabe, si hasta Máximo Kirchner le pone hielo a esa incandescencia. Y después de todo, una gorra bordada no es una declaración ni un lanzamiento de campaña: es una gorra bordada. Carlos Pagni le pregunta a Horacio Rodríguez Larreta por qué debería ser presidente y Larreta le responde que no le gusta hablar de sí mismo. Sergio Massa se baja solo y la reelección de Alberto sigue siendo de cuño inconcebible, por más Aníbal que haya.
En la Recoleta de Bullrich dos señoras muy paquetas, que han llegado acompañadas por dos señores de traje y algo adormecidos, se susurran mutuamente al oído, de una silla a la otra, una idea compartida: Patricia ya está en presidenta.
En el mapa de calor que reúne a los protagonistas del libreto político nacional, Patricia Bullrich es la que más nítidamente se asume candidata plena, presidenta wanna be, dueña de una aspiración clara y contundente.
En el mapa de calor que reúne a los protagonistas del libreto político nacional, Patricia Bullrich es la que más nítidamente se asume candidata plena, presidenta wanna be, dueña de una aspiración clara y contundente. Así se muestra y así se la ve. La forma en la que pone el cuerpo, en la que habla, en la que escucha a Rahola decirlo, pero especialmente la forma pancha, tranquilísima, en la que le responde. Así es.
Y esto todavía no arrancó.
La segunda vez que Rahola nombre a Bullrich “probablemente próxima presidente de la Argentina”, va a recular para corregir: “bueno, pueden quitarle el probablemente”. Matando el adverbio mata la duda. La tercera vez, ni adverbio hay.
El evento está previsto como un conversatorio y Cornelia Schmidt-Liermann, diputada nacional entre 2011 y 2019 del interbloque Cambiemos, lo conduce con organización y estructura. De afuera hacia adentro, arranca por Ucrania, sigue por América Latina, y luego arriba al problema argentino.
Entre las sillas, el público se espabila. Eduardo Amadeo conversa con Gustavo Segré y Silvana Giudici va saludando por ahí antes de tomar asiento. Alberto Assef, algo apartado, busca su lugar. Es un público de mesa chica, primer cordón cerradito del bullrichismo porteño, más alguna lectora de Rahola, pero menos. El público masivo, la militancia de carteles, está en las redes porque estamos saliendo por Facebook Live y, a la vez, haciendo un vivo de Instagram. Se verifica, entonces, al otro lado de las pantallas, una aparición que hasta ahora no se había hecho ver: el trazado de la Bullrichmanía, un armado de militancia virtual que fue ganando estructura, un sujeto político emergente.
La Bullrichmanía de Ezeiza, Chascomús, Campana, Ituzaingó. Bullrichmanía Jujuy y Bullrichmanía Región Cuyo. Veinticinco de Mayo, Santa Cruz, La Pampa. Todos arrancan llamándose igual. Después viene el guión bajo y la localidad. No están, o no están acá. Sin embargo, el equipo de comunicación de la mujer que ahora es presentada como la próxima presidenta de la república es lo que más efusivamente te muestran.
Pilar Rahola viene de quedar a la izquierda de Luis Juez en la mesa de Mirtha Legrand. El senador por la provincia de Córdoba dijo, con toda flagrancia, que no había un argentino, en estos últimos cuarenta años, que pudiera decir que la democracia le había cambiado la vida. Rahola reaccionó con fuerza:
Yo no puedo aceptar esta frase, perdonemé.
Ahora, en esta otra mesa, la del Palacio Balcarce, su apuntalamiento de la democracia liberal abre el debate sobre los consensos y las posibilidades del diálogo en la política argentina. Y acá es donde Patricia, la presidenta que quiere ser, innova y endurece. Hasta hace algunos años, nadie hubiera dinamitado la buena prensa de estos conceptos. Consensuar, establecer canales de diálogo, eran cuestiones aprobadas de antemano por todo el arco de lo que todavía no se llamaba la casta. Hasta hoy. Dice Bullrich:
Consensuar, depende.
Rahola hace un súbito gesto de aprobación. Sigue Bullrich:
Con las mafias no hay nada que consensuar.
Tratamos de correr la palabra mafias para ver qué caritas esconde esa cortina, pero Rahola se adelanta y la descorre por nosotros cuando dice:
Esta actitud, Patricia, la que tienes, es la única que puede vencer al peronismo.
Ah, era eso.
La actitud del guerrero, la actitud de la trinchera, es la única. Hay que plantarles cara. O les plantas cara o ellos te arrasan.
La platea aplaude con ganas. Yo siento que, de todas, la palabra “trinchera” es la que mejor se ganó eso de quedar flotando en el aire.
Con el grifo de la radicalización ya abierto, Bullrich acomete. Primero refiere a los que están fuera de las dinámicas kirchneristas, y hace sonar el nombre de Juntos por el Cambio, pero también el de Avanza Libertad. Es un guiño a socios posibles, y un mensaje para los chicos de la UCR que en los actos le cantan: “no se habla, con Milei no se habla…”. Después, sí, Patricia mueve su reina:
Voy a hacer una definición un poquito tajante: si vos querés dialogar y tenés enfrente un guanaco que te escupe, entonces no hay diálogo posible. Nosotros tenemos que lograr el mayor diálogo posible, con el mayor cambio posible. Si no, el diálogo termina siendo un freno. Así que por eso digo. Los consensos, depende.
El padre socialdemócrata de Capusotto, que pone a su hijo policía antimotines a dialogar con el joven tirapiedras corte quebracho para que se hagan amigos, fue un anticipo que tal vez no vimos. Debimos saber que cuando la realidad acepta la parodia es porque ya está muerta.
Entonces: no hay más consenso pleno de nada. El diálogo ha perdido lo que le quedaba de vigor. De todas formas, las narrativas ultras y los discursos duros vienen de hacer una buena elección en Brasil y perder. Y de hacer una mala elección en los Estados Unidos y perder. Son novedades que no parecen detener la marcha de este encuentro.
Ahora la que se entusiasma es Pilar Rahola, que después de frenar a Luis Juez, le da mecha a Patricia:
Uno de los problemas que tienen los sectores conservadores ante una izquierda agresiva es acobardarse. Pero cuando se planta batalla, los dueños del relato se remueven. Quiero felicitar a Patricia porque, sin dudas, la única manera de vencer es plantando batalla.
Es curioso, pero la jerga bélica explica cada vez más cosas. Debe ser que en guerra estamos todos.
Después de una hora exacta de conversatorio, la mesa cierra su jornada. Rahola se queda en un rincón, firmando algunos libros, dejándose saludar. Patricia Bullrich hace algo parecido cerca de allí, con la custodia de Carlos Cortes, su jefe de prensa, que filtra saludos y se la quiere llevar rápido.
Un grupo de mujeres, todo risas y entusiasmo, se acercan a Bullrich y le preguntan:
Presidenta, ¿una foto puede ser?
Técnicamente, la pregunta es correcta: Bullrich es la actual presidenta del PRO. Aunque es probable que no haya sido una pregunta técnica.
AS/MG