El jueves 1° de septiembre, Fernando Sabag Montiel y Brenda Elizabeth Uliarte, conocida como Ámbar, viajaron hasta la localidad de Quilmes, en el sureste del conurbano de la provincia de Buenos Aires. Regresaron por la tarde en el tren de la línea Roca hasta la estación central Villa Constitución.
Luego caminaron hasta el Obelisco. Terminaron en el barrio de Recoleta, en las inmediaciones del domicilio de Cristina Fernández de Kirchner mientras la militancia se manifestaba contra el pedido de doce años de prisión contra la expresidenta en el juicio oral y público por el caso Vialidad.
Entre medio de la gente y a pesar de la abultada custodia policial, Sabag Montiel logró acercarse a la vicepresidenta, apuntó la pistola a centímetros de su cara y gatilló. Lo más probable, según quienes intervienen directamente en la investigación, es que el hombre (35) no sabía que esa noche iba a lograr acercarse tanto a la expresidenta. Cuando lo logró, sacó la Bersa calibre 32 que llevaba consigo y que se había disparado recientemente en lo que se cree que fue una prueba, pero el tiro no salió. Las balas quedaron en el cargador. Fernández de Kirchner resultó ilesa, pero podría haber muerto en el acto, creen quienes están siguiendo de cerca los perfiles psicológicos, sociales y económicos de los dos detenidos hasta el momento en la causa. Una de las hipótesis más fuertes por estas horas es que Sabag Montiel podría haberse olvidado de tirar de la corredera de la pistola antes de apuntar y gatillar, posiblemente por los nervios y porque la oportunidad certera del ataque fue imprevista.
Los últimos hallazgos en el expediente indican que ambos habrían realizado tareas de inteligencia previa en las inmediaciones del domicilio de la calle Juncal en medio de las manifestaciones de militantes y simpatizantes kirchneristas que se extendieron durante días. Así surgiría del contenido del teléfono celular de Uliarte. Investigan si alguien más colaboró.
Luego del frustrado intento de homicidio y la detención de Sabag Montiel, Uliarte (23) quien mantendría una relación amorosa con él, abandonó la escena del crimen, como se pudo ver en al menos un video que registró su presencia en el lugar y momento del intento de homicidio.
Los cinco vendedores de algodón de azúcar que trabajaban junto a la joven y Sabag Montiel vendiendo el producto en la vía pública entraron rápidamente en pánico, según relató “el jefe” del grupo cuando declaró este lunes como testigo ante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo.
“Nos preocupamos”, declaró. Temieron quedar asociados al atentado a la vicepresidenta. “Lo primero que se nos ocurrió fue ir a Crónica”. Llegaron al canal de noticias alrededor de la una de la madrugada, ansiosos por querer “aclarar” que no estaban vinculados al hecho, pero por la hora, los rechazaron en la puerta. Regresaron a la vivienda de uno de ellos en el barrio porteño de Barracas. “No podíamos dormir”, declaró el jefe.
En esa vivienda de Barracas, ubicada sobre la calle Montes de Oca, los vendedores de copos de nieve o algodones de azúcar suelen reunirse y pasar la noche.
Cerca de las 5 de la mañana del viernes, Uliarte se comunicó con el jefe de los vendedores, quien había estado intentando contactarla. Le contó que estaba amenazada porque en las redes sociales había quedado en evidencia su vínculo con Sabag Montiel. “Nando”, como le dicen los vendedores del grupo. Él la convenció de que se reuniera con ellos en la vivienda de Barracas.
Uliarte llegó alrededor de las 13 del viernes. Les aseguró que no veía a Sabag Montiel desde hacía dos días, afirmó uno de los testigos ante la Justicia. Más tarde, coordinaron entrevista conjunta con Telefé. Les mandaron remis. Contaron su versión de los hechos.
Durante el fin de semana, la vivienda de Barracas debió ser desalojada. El dueño de casa, hermano de uno de los vendedores, llegó y encontró a Uliarte y varios de los hombres en el domicilio. Los echó. Buscaron refugio en otra vivienda, en Bernal, junto con Uliarte. Debían estar juntos para protegerse. Se tuvieron que llevar la máquina para hacer los algodones de azúcar.
Poco después regresaron a Barracas pero Uliarte se fue. El acompañamiento de los vendedores a Uliarte se quebró cuando una amiga de la mujer le mandó un audio de Whatsapp al jefe del grupo, según consta en la declaración que pudo corroborar elDiarioAR.
En el audio, que está en poder de la Justicia, le contaba al vendedor de algodones de azúcar que Uliarte le había dicho estar “orgullosa” de lo que había hecho Sabag Montiel. Esa frase comprometió la situación judicial de la mujer, que ante las cámaras de televisión había negado conocer las intenciones de su novio y había condenado el hecho.
Además, este martes se filtraron una serie de fotos de la tarjeta de memoria del teléfono de Sabag Montiel donde se ve a ambos posando con el arma Bersa calibre 32. Esas fotos llegaron al juzgado este mismo martes antes de la filtración, aseguró a elDiarioAR una fuente directa de la investigación.
Uliarte quedó detenida el domingo, cuando viajaba en un vagón del tren San Martín, camino de la terminal de Retiro. La Policía Federal Argentina (PFA), que había estado realizando seguimientos y tareas de inteligencia sobre todo el grupo durante el fin de semana, detuvo la formación en la estación Palermo. Fue indagada este martes y trasladada a una dependencia de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). La Fuerza logró desbloquear el teléfono de Brenda Uliarte este martes alrededor de las 19 horas y comenzó a intentar acceder al contenido del dispositivo, informó una fuente de la causa a este medio.
Al día siguiente, los vendedores de algodones de azúcar se presentaron de manera espontánea en la sede del Departamento Unidad de Investigación Antiterrorista (DUIA) de la Policía Federal. Querían declarar en los tribunales federales de Retiro. Ya en tribunales, contaron a la jueza y el fiscal esta versión de los hechos, según pudo reconstruir elDiarioAR de dos fuentes con acceso directo a las declaraciones testimoniales de los cinco hombres y de otros testimonios.
Nicolás Carrizo se presentó como el jefe del grupo. La jefatura le viene por ser el dueño de la máquina para hacer los copos de nieve o algodones de azúcar. Sus teléfonos, que aportaron espontáneamente a pedido de los investigadores, siguen en poder de la Justicia. Les prometieron que pronto podrán recuperarlos porque los necesitan para trabajar.
ED