- Voy a verla con mis ideas y vuelvo con las de ella.
Sergio Berni charló la semana pasada con Cristina Kirchner. El diálogo, sobre el que los partícipes mantienen reserva, se produjo en medio de un temblor peronista, otra réplica del terremoto del 12-S, y tuvo como epicentro al ministro de Seguridad bonaerense cruzado la hipótesis, luego desmentida pero no por eso menos ruidosa, de su salida del gabinete bonaerense de Axel Kicillof.
Berni habla de la vice como su jefa. Lleva 33 años en el mismo espacio. Suele decir, cuando explica su pertenencia a la galaxia K, que combina su identidad peronista con una explicación que considera necesaria: que no forma parte de La Cámpora. Algo así como si su seguidismo al apellido Kirchner se agotara en Cristina. Y no continúa en Máximo con quien ha tenido varias diferencias.
El ministro sintetiza en la frase del inicio la influencia que la vice tiene sobre él. Lo que le inocula una dosis adicional de intriga a su planteo de que luego de las generales del 14 de noviembre, junto a los integrantes de su agrupación política (La 20 de noviembre se reunirá para definir si ratifica, o no, su pertenencia al Frente de Todos. Lo dijo en un programa de TV, Intratables por América, y lo redobló con un comentario que no es novedad, pero que en ese marco adquiere más vigor, sobre su deseo de ser presidente.
La advertencia de Berni perfora el último mito que abrazó el peronismo. Hasta la 20.15 del domingo 12 de septiembre, cuando los datos certificaron la derrota en la provincia, el FdT navegaba sobre la certeza de que el peronismo unido era electoralmente imbatible. En las tomentosas 56 horas que fueron entre las 14 del miércoles -cuando renunció “Wado” De Pedro- y las 21 del viernes -cuando se anunció el nuevo gabinete- el FdT construyó otra mitología, más precaria pero imprescindible: que ninguno de los socios del frente tiene destino fuera del frente.
“Ninguno está del todo cómodo adentro, pero todos sabemos que afuera del frente no hay destino para nadie”, es el dictamen de un frentodista. Lo que dejó aquella tensión fue que la crisis avanzó hasta un punto crítico tras el cual lo único que había era una fractura, precipicio al que los Fernández, no quisieron asomarse.
Astillas
Berni, con su planteo de dejar el FdT, astilla ese imaginario. Lo hizo, antes, Ariel Sujarchuk, intendente de Escobar, que hizo circular su disconformidad con el manejo político y deslizo que podría apartarse del frente. Hubo, luego, un operativo de contención y Sujarchuk bajó el tono de su malestar. El alcalde tenía la expectativa de migrar de su distrito a una banca o a un cargo. Hubo, en medio, reproches por la decisión táctica del oficialismo de no permitir que haya PASO en el FdT, lo que se incrementó no solo por la derrota sino por la percepción de que las primarias fueron una herramienta exitosa para mejorar la performance electoral.
El FdT, repartido en tres listas, venció en Lanús en el tramo de concejales a Juntos, el espacio que comanda Néstor Grindetti, intendente del PRO que fue, además, jefe de campaña de Diego Santilli en la provincia.
Berni, como otros, levanta ese reproche e invoca su propia experiencia: armó una lista en la Segunda Sección, en el noroeste bonaerense, pero en el “cierre” final se la bajaron como ocurrió, adicionalmente, con más de 70 listas distritales en toda la provincia porque la regla era que haya el menor número posible de primarias.
Usina de títulos y frases, Berni se suele enojar con los “machos del OFF” the record,“ a los que a su lado atribuyen las versiones de un desplazamiento de Seguridad, y lo presentan como el ”rey del ON“. Fue, de hecho, el portavoz de quejas con Sabina Frederic y con el propio Fernández. Ahora plantea sus matices y que no tiene certezas sobre su continuidad en el FdT. En el gobierno provincial leen ese movimiento como una coreografía que tiene un poco de supervivencia y otro poco de búsqueda de visibilidad. Como si buscara un operativo clamor, interpreta una fuente.
“Todo puede ocurrir, en algún momento dejará de ser ministro y si un día lo sacan, habrá preparado toda esa posición de críticas internas para tratar de armar su propio esquema”, entiende una figura del gobierno que, así y todo, no imagina que Berni tenga destino fuera del dispositivo oficial aunque sus proyecciones podrían verse limitadas: en buena medida, su protagonismo está dado por el rol que ocupa como ministro y, como suele ocurrir, sin ese cargo, su visibilizar se vería reducida.
Kicillof compartió, en la última semana, varios actos con su ministro, en lo que pareció ser un movimiento para reconfirmarlo en su cargo. “No hay nadie que pueda ocupar el lugar de Berni. O que quiera. En Berni hay un poco de show. Patelea y es lógico porque lo estuvieron operando con que lo iban a echar varios días. ¿Qué iba a hacer? ¿Quedarse tranquilo?”, desliza un funcionario provincial.
Así como no parece estar en el menú de Kicillof desprenderse por ahora de su ministro, hay una interpretación inversa: “Debe estar disconforme pero si se hubiese querido ir, ya se hubiera ido en alguna de las veces que le ofreció su renuncia a Kicillof”, lo interpreta, para desdramatizar el ruido político en torno al ministro.
El lunes, en la escuela Vucetich, Kicillof estuvo con Berni, el ministro de Seguridad nacional Aníbal Fernández y el jefe de gabinete bonaerense Martín Insaurralde. Fue un despliegue público que pareció la oficialización de una tregua en el corazón del gobierno bonaerense porque los susurros sobre la salida del ministro se leen, también, en clave de tensión con el ex intendente de Lomas de Zamora.
PI