Sergio Massa, el candidato inevitable que va en busca de un milagro
Sergio Massa estaba, 96 horas antes del cierre de listas, fuera de carrera. Tenía decidido, y así se lo anticipó, respaldar la postulación a Eduardo “Wado” De Pedro en una PASO presidencial del peronismo que tenía, como otra oferta, a Daniel Scioli. El ministro de Economía consideraba peligrosa una interna y lo gritó, más de una vez, en público a la vez que, en reserva, condicionada una eventual postulación propia a la unidad.
Nada de eso ocurrió. Tras un operativo frenético, luego de que la fórmula casi fantasmal De Pedro-Juan Manzur naufragó sin expectativa sin fervor, Massa se convirtió en candidato presidencial y aunque anudó a la amplísima mayoría del oficialismo, no pudo evitar —algunos dicen que tampoco quiso— que el dirigente Juan Grabois quede como rival interno.
Massa sorprendió, con la decisión, a sus propios hijos. El viernes, unos minutos antes de que se difunda la fórmula que compartía con Agustín Rossi, el ministro notificó a su familia en un grupo de WhatsApp que comparten con su esposa Malena Galmarini y sus hijos Milagros y Tomás. Su mujer, candidata a intendente de Tigre, estaba al tanto del nudo de las negociaciones, pero, aunque estaba en el menú, la variable de que Massa terminará en la cima de la boleta no era una certeza.
Así y todo, Massa era un candidato posible desde antes de desembarcar, a mediados del 2022, como ministro de Economía en lugar de Martín Guzmán. Quizá desde el momento mismo en que la relación política entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner se rompió y estableció, inicialmente como cláusula secreta, que la vice no apoyaría/aceptaría que el presidente vaya por su reelección. Massa era, en ese escenario, el candidato de síntesis, casi el candidato inevitable.
Tercer socio, minoritario, en el fundacional Frente de Todos (FdT), Massa se recortaba nítidamente como una oferta electoral ante la hipótesis de que ninguno de los Fernández quisiera o pudiera ir por la Presidencia. En ese trámite, desafió algunas convenciones, como la anomalía —una más en el FDT, ahora UP— de ser el ministro de Economía de un país con la economía en crisis. O, como, la más osada pretensión de presentarse como una pieza de cambio formando parte del gobierno.
Por el contexto, así desde la política emergía como candidato inevitable, desde la economía aparecía como un candidato imposible. El tiempo dirá cuánto de sacrificio necesario hubo en la fallida candidatura de De Pedro porque, retroactivamente, se puede ver que sin el sopor que despertó la nunca anunciada fórmula Wado-Manzur, quizá la accidentada oferta Massa jamás hubiese llegado a destino.
En medio ocurrieron muchas cosas: la economía se enturbió todavía más, aparecieron escándalos como el de Martín Insaurralde y UP tuvo, además del cambio de nombre, una reconfiguración de protagonismo que se explicitó con la ausencia, casi total, del presidente y la vice en la campaña. En el tramo final, Massa tuvo centralidad y exclusividad, solo compartida con Axel Kicillof, con bajísima intervención directa de Cristina, y casi nula visibilidad de La Cámpora, un actor político que fue arrastrado a la disputa pública por la oposición: además de fetiche de Patricia Bullrich, también lo abrazó también Javier Milei en su campaña bonaerense.
La historia corta del FdT presenta algunas particularidades Una, muy visible, es que el orden político nunca coincidió con el orden económico: quizá en los momentos de menor tensión económica, lo que se desordenó fue la política mientras que cuando se ordenó la política, la economía se volvió casi indomable. Massa atravesó las dos tempestades: se nutrió del aquel desorden, para surgir como síntesis, y ahora trata de surfear, y hasta encontrarle una épica del sacrificio, a su condición de ministro de una economía terrible.
En torno a Massa hay varias recurrencias. Una refiere a que está en el lugar donde siempre soñó estar: en el poder y ante la posibilidad histórica de ser presidente. El contexto, sin embargo, asoma como un fantasma que puede frustrar esa ilusión que el tigrense empezó a animar cuando era adolescente. La otra tiene que ver con la voluntad, casi patológica, del candidato, una obstinación por ir hacia adelante, por insistir a pesar de que varias veces los pronósticos fueron oscuros. Massa, el candidato inevitable y el candidato imposible es, también, el candidato que va por un milagro.
PI/JJD
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