Las últimas 24 horas se volvieron un torbellino de reuniones, charlas y negociaciones cruzadas. El centro de gravedad del proceso lo ocupó Sergio Massa, quien asumió el papel de cardenal Samoré en el intento de acordar con el FMI. Se trata de un rol pacificador del que él mismo se jacta y se encarga de difundir, en el contexto de un internismo salvaje en el Frente de Todos. Así, el presidente de Diputados se presenta como una suerte de árbitro neutral un tanto ajeno a la crisis que atraviesa el Frente de Todos.
Tras reunirse con los jefes de bloque de la oposición, Massa tomó el argumento que le plantearon. Tanto el de los cambiemitas, como el de los bloque no alineados. Porque en las últimas horas se consolidó una retórica común entre Juntos por el Cambio, el Interbloque Federal y el de Provincias Unidas. La bancada de los federales está integrada por lavagnistas residuales, socialistas y cordobeses schiarettistas. Con matices, los ocho diputados federales coinciden con JxC y con los cinco legisladores de Provincias Unidas. ¿En qué punto? En la necesidad de simplificar el proyecto de ley hasta convertirlo en un texto simple que autorice una nueva financiación del FMI.
Así, el Congreso se limitaría a pronunciarse sobre la reestructuración de la deuda, pero no sobre el programa ni las metas fijadas con el Fondo. Si en un principio la oposición exigía conocer la letra chica del arreglo, ahora JxC prefiere un texto lavado. Demanda una ley que habilite a Martín Guzmán a negociar (y cumplir) los pormenores del programa económico con el FMI. El principio de entendimiento con el Fondo fue anunciado por Alberto Fernández el 28 de enero pasado, en la quinta de Olivos. Desde ese momento, las discusiones técnicas sobre el acuerdo se mezclaron con pujas de poder puro entre el FdT y JxC.
“El proyecto propuesto por Guzmán no colabora en la búsqueda de consensos en el Congreso”, se quejó el diputado Alejandro “Topo” Rodríguez, jefe de los Federales. Fue en una conferencia de prensa realizada este miércoles pasado el mediodía. Lo acompañaron sus compañeros Graciela Camaño, Florencio Randazzo, Enrique Estévez y el cordobés Carlos Gutiérrez. “Nos quieren hacer cómplices del programa económico del que no estamos de acuerdo. Incluye, entre otras cosas, aumentos de impuestos y de tarifas. No los vamos a avalar sin una previa discusión”, objetó Randazzo.
El presidente de Provincias Unidas, el rionegrino Luis Di Giacomo, le planteó lo mismo a Massa el martes. Si bien es un espacio aliado del oficialismo, Di Giacomo condicionó el apoyo de su bloque. “Acompañaremos en la medida en que no nos comprometen a tener que bancar un programa que no sabemos qué fin tendrá, y que es absoluta responsabilidad del Ejecutivo”, opinó el diputado rionegrino ante Massa.
Ante esa unanimidad, el presidente de la Cámara rumbeó hacia la Casa Rosada este miércoles al mediodía. Almorzó con Alberto Fernández, para pelotear modificaciones en el proyecto delineado por Guzmán. El motivo formal de la excursión massista a la Rosada fue la visita a la Argentina del presidente de la República Dominicana Luis Abinader. Massa tiene un trato fluido con Abinader.
En el encuentro con Fernández, Massa le hizo un reporte sobre las propuestas de los tres bloques de la oposición. Y le comentó sobre la propuesta unificadora que preparó el jefe del bloque del FdT, el santafesino Germán Martínez. Tras ese intercambio, Massa volvió a la Cámara de Diputados.
“Queremos acomodar el texto para lograr el consenso más amplio que se pueda. Además la función de Martín terminó cuando ingresó el proyecto”, afirman cerca de Massa. Así intentan minimizar fricciones entre el diputado y el ministro. Y a su vez desmienten la versión de que el FMI haya exigido incluir una suerte de programa económico en la ley que tratará el Congreso: “El Fondo lo único que pide es que se respete el trámite legislativo del país”.
En radio Mitre, Massa confirmó por la mañana: “Estamos dialogando con todas las fuerzas políticas del Parlamento buscando una herramienta que le de a la Argentina, no solo al Gobierno, un instrumento para no caer en default”.
En la escudería de Guzmán también buscan atemperar las diferencias. “Estamos en una zona de parlamentarismo puro y duro. Somos respetuosos de la división de poderes”, afirman. ¿El ministro que condujo la negociación con el Fondo aceptaría rediseñar la letra del arreglo? “Mientras se respete el espíritu…”, concede un guzmanista. Un massista le agrega pimienta al vínculo entre los dos dirigentes: argumenta que ahora la política está enmendando los errores que cometió un académico.
En caso de reconvertir el proyecto en un simple aval al Ejecutivo para reestructurar la deuda tomada por Mauricio Macri a partir de un nuevo préstamo, el camino parlamentario quedaría allanado para el Gobierno. El oficialismo se garantizaría un apoyo robusto en Diputados. Y ya no quedaría expuesto a una aprobación ajustadísima, con el mero apoyo del albertismo. De ser así, este miércoles el FdT alcanzaría un dictamen amplio en las comisiones de Presupuesto y Finanzas. Y el jueves se sancionaría en Diputados.
Mientras Massa gestiona cambios en el proyecto, Guzmán visita la ciudad Houston. El ministro de Economía participa en Estados Unidos de un evento de energía. En un contexto global bélico que empuja los precios del gas y el petróleo, el funcionario albertista mantendrá encuentros con los presidentes y CEOs de empresas energéticas.
El otro dirigente que está de gira estadounidense es el senador radical Alfredo Cornejo. El expresidente de la UCR tenía agendada una cita con funcionarios del FMI en Washington. Pero el Fondo le canceló la reunión a último momento. El viaje del senador fue organizado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham). El tour a Washington incluyó a otros funcionarios y legisladores.
AF