La pandemia lo ha tocado todo. Hasta nuestra estructura política. A un año de la declaración del ASPO y ante la posibilidad inminente de una nueva ola de contagios impulsada por el cambio estacional y por mutaciones más agresivas del virus como las surgidas en Brasil y el Reino Unido, el análisis de la relación entre la política y sociedad mediado por las controversias en torno a la gestión de la pandemia resulta revelador de un equilibrio dinámico, tenso e imposible entre los vectores de la situación.
A finales de marzo de 2020, sin que hubiera unanimidad, parecía haber un consenso sanitario extendido en la sociedad. El ASPO era apoyado y respetado y la agenda estaba escasamente desarrollada en temas e intensidad de las controversias. Hoy la situación es diferente: la interacción entre las potencialidades poco a poco conocidas del virus, las voces partidarias, la actuación de los epidemiólogos, las disposiciones estatales emergentes en ese contrapunto, las situaciones asociadas a la deriva de los mercados mundiales y locales afectados por fenómeno global han pluralizado e intensificado las controversias. al mismo tiempo que se han creado nuevas, pocas, áreas de consenso extendido. La épica sanitaria ha sido sometida a las inclemencias del erosivo paso del tiempo sin soluciones definitivas. La sociedad convive con el virus sufriendo.
El proceso social y político está cada vez más formateado por la pandemia: entre sociedad y política emerge una agenda de temas y controversias que redefine las sensibilidades políticas e incluye: el ASPO, el DISPO y sus diversas modulaciones, la temporada de verano, el horario y modo de cierre y apertura de la empresas gastronómicas y de entretenimiento, las escuelas y los modos de regular la convivencia en ellas y, finalmente, todo lo relativo a las vacunas. La pandemia complejiza la situación política reforzando, pero también diversificando, los puntos de conflicto de la política En esa agenda que agrega dimensiones a la vida política conviven acuerdos, polarizaciones alineadas con la grieta y disensos políticos transversales al binarismo de la grieta. Veamos cuál es el estado actual de la relación entre sociedad política y pandemia para estimar los efectos del año transcurrido, como para comprender en qué sentido este presente condiciona un futuro en el que habrán de convivir la nueva ola de contagios con un proceso de vacunación que avanza menos rápido que lo necesario para que el virus pierda centralidad.
Los datos de la encuesta* que aquí comentamos, realizada entre habitantes del AMBA, permiten interrogar un hecho: ¿la emergencia de la dimensión sanitaria le pone propiedades irreductibles a la larga serie de crisis que ha vivido nuestro país? Nuestra hipótesis es que a las pendulaciones políticas, los estrangulamientos económicos que conllevan reactivaciones cada vez más breves e inflacionarias y restricciones externas cada vez más marcadas y de peores consecuencias se ha sumado un factor global, disruptivo y pleno de efectos.
Corresponde preguntarse entonces: ¿Qué sucede cuando la sociedad y la política se ponen en relación a través de la disputa de normas, situaciones y conocimientos epidemiológicos que se ponen en tensión con el resto de las aspiraciones sociales y económicas? ¿De qué manera la sociedad y la política han interiorizado la pandemia?
Para responder este interrogante hicimos un estudio empírico basados en un hecho que hemos corroborado antes: a distancia del discurso oficial se despliega una amplia y heterogénea epidemiología “popular” que tiene modos propios de articular y expresar el conocimiento de la relación entre situaciones y prácticas de contagio, la aceptación o el rechazo de la importancia, peligrosidad o relevancia de la pandemia. En este contexto nos preguntamos cómo interactúa esa variable inicialmente externa a posiciones políticas previas: ¿Cómo se entraman en el proceso histórico las sensibilidades político-ideológicas previas, las controversias que genera la gestión de la pandemia y las epidemiologías populares?
Acuerdos, polarizaciones y disensos transversales
De forma deliberada hicimos preguntas que intentaban captar matices más que extremar los puntos de vista sobre el virus, los cuidados y la evaluación de la gestión de diversos segmentos de la pandemia para vincularlos a las posiciones políticas. El análisis del conjunto de respuestas nos permitió discernir tres formas de conjugar nociones de cuidado, gestión sanitaria y posicionamiento político: acuerdos, disensos correlativos al conflicto político dominante de la sociedad argentina y conflictos que no siguen ese eje vigente en los últimos lustros.
El 50% considera probable el contagio (un acuerdo sin distinción de posicionamientos políticos, disminuido en todo caso por expectativas, conocimientos de distribución bastante homogénea). El 70% de los consultados considera que el contagio de Covid es algo grave. Esto sucede en un marco específico: los votantes de los espacios políticos mayoritarios en la última elección presidencial se comportan de manera homogénea, alineados con la tendencia general de la sociedad.
En cambio, la evaluación general de la gestión de la pandemia muestra una clara polarización graficada en una distribución simétrica pero invertida entre los votantes de Alberto Fernández y Mauricio Macri en las elecciones de 2019. Mientras la gestión tiene una aprobación general del 39,5%, cuando vemos su distribución por voto aumenta a 63% en votantes del oficialismo y tiene un rechazo del 70% de los opositores.
Los datos del consenso sobre la gravedad del virus y la polarización sobre el modo de gestionar la pandemia por parte del gobierno son reveladores, pero es importante subrayar que los desacuerdos varían en su distribución política: no todos ellos acompañan la lógica de la grieta, los acuerdos y desacuerdos con ciertas políticas no se superponen con el eje oficialismo-oposición, Frente de Todos-Cambiemos.
Todos contra el virus
La mayoría expresa un desacuerdo con respecto al comportamiento que privilegia la voluntad individual frente al acatamiento de normas sanitarias que tienen significado y ejecución colectiva (53%). Pero este comportamiento tiene magnitudes muy diferentes según el voto de los encuestados. Los votantes oficialistas se oponen más firmemente que los opositores a la afirmación que reivindica la validez de la ruptura de normas colectivas (57 % y 40 % respectivamente). Los opositores, sin embargo, también están atravesados por una fuerte disidencia al respecto; el contingente que sostiene la prioridad de seguir el orden colectivo es del 40%, mientras el 39,9% se opone.
La obligatoriedad de la vacunación es compartida por el 64,7% de la muestra. Con un aporte bastante mayor a esta postura de parte de votantes de Alberto Fernández (75,4%) frente a votantes de Mauricio Macri (54,2%) aunque estos últimos expresan tanto un porcentaje mayoritario a favor de la vacunación como una minoría considerable contra esa posibilidad (28,5%).
Frente a una posible segunda ola de contagios, la disposición general de la sociedad es aumentar de manera mayoritaria los cuidados personales (72,2%). El antecedente del voto incide pero no evidencia clivajes considerables. El 77,5% de los votantes de Alberto Fernández y el 64,3% de Mauricio Macri son proclives a intensificar los cuidados personales. La diferencia reside en que el polo opositor provee el doble de posiciones contrarias a esta disposición al cuidado entre la minoría de la población que opta por esta respuesta (20% vs 10,6%).
La polarización política no contiene los niveles de desacuerdo internos a cada coalición. En este caso, la mayoritaria propensión de los votantes de Juntos por el Cambio a intensificar los cuidados personales ante la perspectiva de una segunda ola contrasta con el discurso y las manifestaciones públicas de sus referentes político-partidarios y de sus intérpretes mediáticos.
La posibilidad de un nuevo ASPO de cara a una segunda ola revela aceptación mayoritaria (56,3%) con un polo de rechazo considerable. Esta respuesta está coordinada con una distribución claramente a favor en el caso de los votantes de Alberto Fernández (68,3%) y con un espacio polarizado en el caso de los votantes de Mauricio Macri (43% a favor y 43% en contra).
Pero no tanto
Es preciso contrastar lo que la gente dice y lo que hace o lo que dice sobre lo que ha hecho. Al identificar controversias sobre la gestión de la pandemia se verifican disensos que afectan la plenitud de las afirmaciones anteriores en un sentido que hace esperar conflictos si se vuelve necesaria la adopción de nuevas medidas de aislamiento. Así, la cuarentena del año 2020 es evaluada como excesivamente larga por el 58,4% de los encuestados que, pese a que aportan caudales muy diferentes según el voto, son mayoritarios en sus respectivos espacios políticos. El 74% de los votantes de Mauricio Macri tiene esta evaluación de la cuarentena y el 49% de los votantes de Alberto Fernández coincide con ellos.
Y otro tanto ocurre con la disposición a priorizar la apertura del sistema educativo en cualquier circunstancia: esta es mayoritaria (53%) en el conjunto de la muestra, pero heterogénea desde el punto de vista del voto. Los votantes oficialistas respondieron de manera más débil que los votantes de Mauricio Macri (43% vs 72%) y también dieron más respuestas negativas que los de la oposición (31% vs 16%). La disidencia en esta controversia se traslada al interior de los distintos espacios políticos de este universo de encuestados y, más notablemente aún, se acentúa entre los votantes del oficialismo.
Ante la conclusión apresurada de una disposición al ASPO mayoritaria revelada por la primera serie de datos cabe preguntarse si la mirada crítica sobre el pasado de la cuarentena y sobre el valor presente de la apertura educativa no son condicionantes de la disposición a aceptar efectivamente un nuevo ASPO.
Las evaluaciones sobre la gestión no sólo nos dan indicios de cómo se daría esa disposición sino también la especificidad política de la pandemia. La obtención de la vacuna Sputnik es considerada como un logro del Gobierno por el 51% de los encuestados y esta respuesta se explica porque los votantes del oficialismo aportan gran parte de la aprobación (73% de ellos la aprueba) mientras los votantes de Mauricio Macri expresan la mayor parte de los rechazos que, además, son dominantes en su propio espacio (48,3%). Sin embargo, a la hora de evaluar la prioridad en la distribución y asignación de las vacunas solo el 28,9% del total de encuestados está de acuerdo que el Gobierno ha realizado una distribución y asignación correcta. Y si bien el espacio del voto opositor aporta gran parte de la disconformidad (71% de estos expresaron su desacuerdo) es en el espacio del oficialismo donde se observa una disidencia interna expresada en 23,6% que critica en este punto a la gestión del gobierno y un 43% que lo apoya. La crisis del vacunatorio vip ha ejercido sus efectos.
Y la pregunta sobre el carácter de la pandemia como un evento extraordinario que restringe la capacidad de acción de los gobiernos resulta reveladora de una disposición que no cabe en la grieta. Si bien los votantes de Alberto Fernández son mucho más proclives a aceptar esta afirmación (65%) y los votantes de Mauricio Macri a rechazarlo (44%) hay un núcleo de un 25% dentro de este último universo de encuestados que concede que la pandemia limita las acciones de todos los gobiernos. Las exigencias para con la gestión de la pandemia no son las mismas que para el resto de las políticas.
Visualizar la complejidad
Hemos visto hasta aquí información relativa a una serie de datos parciales: formas de percibir la pandemia y la gestión de la misma según el voto de los encuestados en 2019. Los hallazgos de nuestro trabajo se hacen más tangibles y relevantes para responder las preguntas iniciales si disponemos esos resultados en un análisis que integra varios elementos. Allí puede percibirse más claramente el hecho de que los posicionamientos frente a la pandemia mantienen un contrapunto con la grieta: por un lado, es imposible decir que la cuestión sanitaria es absolutamente independiente de la política partidaria. Pero por otro lado, también es imposible reducir esta cuestión a la grieta.
Del índice que distribuye la población según posiciones anti-cuidados y pro-cuidados, se desprende que el universo del anti-cuidado no es simétrico al universo de votantes opositores ni el universo de votantes oficialistas concentra todos los encuestados con actitudes pro-cuidados. Casi el 30% de los anti-cuidados han votado en la última elección Alberto Fernández y alrededor del 40% del universo de los pro-cuidados han votado a la oposición.
Tomando en cuenta el índice que distribuye a la población de acuerdo a evaluaciones negativas y positivas a la gestión de la pandemia, estas proporciones se desbalancean. El 75% de los críticos de esta gestión han votado a la oposición y un 25% lo hicieron por Alberto Fernández. El universo de encuestados que evalúan positivamente la gestión de la pandemia está compuesto en un casi 90% de votantes del oficialismo.
El peso de estas dinámicas recorta a la sociedad en cuatro posiciones (pro-gestión y pro-cuidados, pro-gestión y anti-cuidado, anti-gestión y pro-cuidados y anti-gestión y anti-cuidados) con incidencia variable según voto oficialista o voto oposición en la última elección.
Esta tipología es el resultado de un equilibrio provisorio de las dinámicas de consensos, polarizaciones y disensos transversales a la grieta que formatean y condicionan el vínculo entre sociedad, política y pandemia a un año del ASPO. Tenemos entonces consensos (pocos), disensos alineados con la estructura de la grieta y, finalmente, disensos que no se corresponden con la grieta e introducen la especificidad de un conflicto societal plasmado por la pandemia. Hay que destacar aquí una especificidad: si bien algunos disensos tienden a estructurarse a semejanza de la estructura de la grieta, pero otros, como lo hemos mostrado, no lo hacen y ello denota una dimensión histórica introducida por la pandemia y un interrogante relativo a su procesamiento político.
Horizontes ante la segunda ola
Debido a la autonomía y especificidad del eje sanitario es que se hace evidente la insuficiencia de la reducción de la política a la epidemiología experta y, su complemento, la reducción de la experiencia de la pandemia a la “grieta política”. La primera normativiza a la sociedad (la sociedad debe entrar en la norma sanitaria y los desbordes frente a ella son interpretados como irracionalidad, egoísmo, etc). La segunda pasa de largo la especificidad de la experiencia de la pandemia, la sociedad debe entrar, podemos decir, en una norma política que es indiferente de alguna manera a la experiencia vivida de la pandemia.
La “grieta” política no contiene todas las fracturas de la epidemiología masiva: tiene líneas de corte no codificadas con las líneas políticas más reconocidas. Conocer en profundidad esa nueva dimensión de la vida política nos lleva a entrever qué hizo la pandemia con las sensibilidades político-ideológicas y cómo estas pueden condicionar la política de pandemia futura. Y este conocimiento es clave para afrontar el interrogante que plantea el futuro inmediato: ¿cuál será la reacción de la sociedad ante una muy probable ola de contagios? ¿Los consensos sanitarios se mantendrán y podrán ser movilizados e incluso ampliados en una política de cuidados cuyo alcance la política intentará acuerdos? ¿Los disensos alineados con la grieta serán el combustible de una configuración que agudiza los perfiles pre trazados de la grieta? ¿Cuál será el papel de los disensos transversales a los espacios políticos? ¿Serán en el fundamento de una relativa prudencia de las fuerza políticas mayoritarias y el condicionante de una visión más compleja de la política sanitaria o serán arrasados por las pasiones encendidas del conflicto político, relanzado sobre las bases de la grieta con acusaciones cruzadas destinadas a producir el alineamiento de cada fuerza sobre su fracción mayoritaria: presenciaremos la alianza de los críticos de los cuidados y la gestión con los opositores y la correlativa unión de los defensores de la gestión sanitaria, del gobierno y los cuidados?
Nota actualizada el 20 de marzo a las 13 hs para aclarar que se trata de un análisis basado en una muestra correspondiente al AMBA y no a todo el país
*Encuesta realizada entre el 26 de febrero y el 1 de marzo de 2021 por el programa PASCAL-UNSAM para Escuela IDAES-UNSAM. Unidad de muestreo: teléfonos celulares del Área Metropolitana de Buenos Aires contactados por método IVR. Técnica muestral: muestreo aleatorio simple. La muestra final fue calibrada en función de las variables sociodemográficas de edad, sexo y nivel educativo y del voto de la última elección presidencial. Tamaño muestral: 969 casos. Margen de error: 3.6% Nivel de confianza: 95%. Procesamiento Factor-Data de Escuela IDAES-UNSAM