INVESTIGACIÓN

Gritos, hostigamiento y castigos: renunció el director de un prestigioso centro de estudios público tras una denuncia colectiva

Casi medio centenar de extrabajadores y exestudiantes del Instituto de Salud Colectiva (ISCO) firmaron una carta de denuncia dirigida al Consejo Superior de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa) en la que afirmaron haber sido víctimas o testigos de “mecanismos de violencia laboral ejercida por el Dr. Hugo Spinelli”. Los relatos de algunos de los denunciantes hablan de violencia verbal, extorsiones, gritos, golpes a distintos objetos y un recambio constante de personas en el instituto a causa de los maltratos. 

Los hechos tuvieron como escenario al Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús (ISCO-UNLa): uno de los mayores referentes del movimiento de Salud Colectiva en el país y en Latinoamérica. Allí se trabaja desde una visión que aborda no sólo los aspectos médicos, sino que propone la entrada de las Ciencias Sociales al campo de la salud. Además, su revista “Salud colectiva” es reconocida por la creación y divulgación de conocimiento mediante investigaciones académicas y publicaciones. En el ISCO también se capacita a profesionales a través de las cuatro carreras de posgrado basadas en la epidemiología, la salud colectiva y la gestión en salud. 

El edificio del instituto es muy luminoso porque, prácticamente, toda la circunferencia está vidriada. Todo lo que sucede dentro se puede ver. Y todo lo que se puede ver, se puede controlar. Spinelli se para frente a una de las ventanas, toma sus binoculares y dice: “estos negros de mierda, otra vez conspirando”. Así lo recuerda Juan Librandi, exbecario de la Maestría en Epidemiología, y agrega: “El tipo se paraba con binoculares a tratar de leerle los labios a la gente. Lo hizo en frente mío”. Spinelli alternaba entre sus métodos de control de trabajadores y becarios, para que nada de lo que sucediera allí se le escapara.

Josefina, licenciada en Sociología, fue contratada bajo la promesa de ser secretaria administrativa de la maestría que iba a cursar. Sin embargo, recibió la noticia por parte de Spinelli de que no iba a poder comenzar el posgrado apenas unos días antes de iniciar las clases. ¿La razón? No conseguían reemplazo para ella. “Yo estaba sola en la administración y ellos estaban buscando a una persona, pero me dijeron que no iba a poder ser porque ”se cae, el instituto se cae“, le decía Hugo Spinelli. 

La mujer era inmigrante de Ucrania y a Spinelli, cualquier dato le servía como recurso. Me dijo: “Apelo a tu corazoncito rojo (en referencia a que era de la exURSS), a que vos te hagas cargo de la administración y que no decaiga, y el año que viene cursás la maestría”. Y continuó con las promesas: “‘y vas a ser coordinadora’, y promete y promete, y yo lo único que quería era la maestría, quería formarme”. Entonces Hugo le preguntó:

–¿Vos estás dispuesta a dejar tu sueño para sostener al colectivo?

–Si, estoy dispuesta.

–¡Bien, compañera, bien! 

“Y yo salí diciendo: ¡ay, todo lo que estoy haciendo por el colectivo!”. Pronto, Josefina descubriría la razón detrás del impedimento a realizar la maestría: la labor como secretaria administrativa es incompatible desde el reglamento con ser estudiante de la misma. Nunca la iba a poder cursar si seguía en ese trabajo.

Las tareas de Josefina no solo eran administrativas: si se volcaba una bebida en un aula, si se caía yerba o se rompía un termo, era ella la encargada de limpiar frente a sus compañeros. Al final de cada clase a la que no asistía, la encargada de dejar en condiciones el aula era Josefina. Pero también hacía las veces de secretaria personal de Spinelli, debiendo llevar una jarra con agua todos los días y café a demanda del director del instituto. Un día Josefina le preguntó a su jefe:

–¿Por qué te tengo que traer el café?

Porque vos lo hacés más rico y además, siempre soñé que una rusa me trajera café- respondió Spinelli en tono de un chiste que solo le hizo gracia a él.

Josefina sostiene: “Nunca me voy a olvidar. Cuando estás en un espacio académico ante determinados referentes, escuchar cosas así te descolocan”. Al tiempo la mujer vio una oportunidad para salir de aquel rol. En las redes del ISCO publicaron la búsqueda de un cientista social, y ella tenía ese título. “Fui a su oficina, le pedí hablar, y le pregunté por qué buscaban a una cientista social si ya tenían una en la puerta que llevaba café y limpiaba pisos, y me contestó: ¿Pero vos estás en pedo?, inclinándose hacia adelante”. 

La violencia de Spinelli ante una pregunta que le cayera mal podía hacer que el instituto temblara. “A él le encantaba que cerrara la puerta porque podía gritar mucho. Cuando entré a la oficina, una de las cosas que hacía era golpear muchas veces la mesa, pero le era incómodo hacerlo porque siempre tenía la jarra con agua que yo le llevaba. Entonces, golpeaba con el puño un pizarrón que tenía detrás y gritaba. Las cosas retumbaban y metía mucho miedo”.

No es la primera vez que el director del ISCO es denunciado por maltratos. En 2015, Fernanda Sabio envió tres cartas de denuncia por mesa de entrada a diferentes responsables de la UNLa que se “perdieron” y por las que nunca tuvo respuesta. Sin embargo, es la primera vez que se realiza una denuncia colectiva: entre los 47 firmantes se pronunciaron exestudiantes de las cohortes 18,19,20,21,23 y 24 de la Maestría en Epidemiología. Allí exigieron la intervención de la universidad argumentando que “no es posible estudiar, aprender, investigar en estas condiciones de múltiples hostilidades. No corresponde que renuncien compañeros/as y que se silencien los maltratos como problemáticas individuales”. 

Los sonidos del Instituto

El edificio del instituto es un cuadrado ubicado dentro del predio de la UNLA que en el centro tiene un patio con un árbol de copa grande. En las mañanas, el sonido ambiente se compone del cantar de distintas aves. Y también de los gritos de Hugo Spinelli. Así lo relata Carlos Leveau, exbecario de CONICET que trabajó en el ISCO: “Era común que a la mañana se escucharan gritos desde la oficina de Spinelli. Había un compañero, que ya era docente de las carreras, al que usualmente le gritaba. Eso generaba un ambiente de malestar porque después ibas a la cocina, te cruzabas con otro compañero y no podías hablar del tema. Había una especie de autocensura”.

El disciplinamiento por parte de Spinelli era constante y las amenazas por no hacer las cosas como él quería aterrorizaban al personal. “Me decía, por ejemplo, que cite a una persona en particular. ‘Sino esto no lo citás, no te aprobamos el trabajo práctico’. Era el terror total. Mil veces yo le llevaba algún escrito, algo que él había pedido y lo partía, lo destruía con la mano y lo tiraba al piso”, sostiene Martín Di Marco, exbecario de CONICET de la Maestría en Epidemiología.

Spinelli también hacía comentarios discriminatorios sobre la sexualidad de los becarios. Incluso, amenazaba con meterse en su vida privada. Martín recuerda: “Un par de veces que hizo una amenaza concreta fue: ‘si no querés que me meta en tu vida personal -porque soy gay- hacé lo que te digo'. Estábamos trabajando con mi proyecto de tesis. Él me dirigía y había puesto como co-directora fantasma a su mujer, que para entonces no tenía ni maestría, ni doctorado, ni sabía de ciencia penal. Por ejemplo, en un momento le tuvo que explicar qué era un objetivo general. Eso fue hace 5 o 6 años. Entonces había una relación super rara en la que me pedían cosas y sistemáticamente me decían que estaban mal y las destruían”.

Martín Di Marco sostiene que “había una dinámica de destruir al sujeto. La tarea era romperte la intención, entonces era trabajar al pedo. Cuando me pide: ‘tené el proyecto de tesis listo dentro de tres semanas, sino me voy a meter con tu vida privada’, era obvio que estaba hablando de eso por el contexto de la conversación. La situación era tan tensa y el miedo era tan grande que no sé si hacía falta explicitar mucho más. El efecto simbólico funcionaba igual a un ”te estoy amenazando. Si no querés que me vuelva agresivo con tu vida sexual, hacé las cosas como te digo“.

El castigo

Juan Librandi, exbecario de la Maestría en Epidemiología, recuerda que uno de los castigos que recibió por parte de Hugo Spinelli fue escribir y reeditar el mismo párrafo para la descripción de un video en Youtube durante 8 horas. “Se quedó desde las 11 de la mañana hasta las 7 de la tarde y solo era la descripción de un video de una entrevista. Era una cosa ridículamente menor, y me tuvo llevándole y trayéndole este párrafo y todo el tiempo me decía que estaba mal, que era un inútil, que no sabía escribir, que no podía presentarle eso. Todo el tiempo me mandaba a hablarlo con la mujer, que era la editora de la revista, y que siempre fue una gran cómplice de todo esto. Llegó un punto en el que estaba absolutamente loco, porque además no entendía qué estaba tan mal.

El mecanismo que aplicaba el director del instituto era el siguiente: “Primero lo pedía impreso. Vos ibas, lo imprimías, después lo llevabas a la oficina y por ahí no te miraba o te hacía esperar un rato en la puerta. Te hacía entrar con un gesto, a veces te saludaba y a veces no, dependiendo del humor. Quedás muy tocado en tu autonomía como trabajador. Lo que te pasaba era que vos te sentías un inútil que no podía resolver nada, y que además, tenías que resolver para la mirada de Hugo, no para la mirada de afuera. Entonces a mi no me importaba si tenía sentido lo que decía, me importaba que a Hugo le pareciera que tenía sentido. Eso genera un montón de incongruencias, inconsistencias y faltas de calidad”, sostiene Juan Librandi. 

¿Cuáles son las consecuencias de este tipo de prácticas? el investigador dice que “es completamente desvalorizante de tu criterio profesional, de tu formación y de tus aportes”, y agrega: “Siendo honesto, nunca vi nada que le cierre a Hugo en menos de 3 o 4 idas y venidas, que sobre todo no tenían que ver con el objeto en sí, sino con mostrar todo el tiempo su poder, su importancia, su capacidad de regular la vida de otros”.

El 13 de julio de 2015 a Fernanda Sabio, excoordinadora del Doctorado en Salud Colectiva, le prohibieron el ingreso a su lugar de trabajo de un día para otro. “Yo me acuerdo que él estaba hablando con la secretaria y dijo algo y yo lo miré como azorada. No le gustó mi mirada. Me llamó aparte y me gritó que yo no lo podía mirar así. Empezó a los gritos en el pasillo. Y yo traté de responder porque yo ya no era una pendeja, tenía cuarenta y un años. Él me gritó más fuerte y me dijo ”después vamos a hablar“.

El ambiente quedó muy tenso. A los pocos días Spinelli llamó a Fernanda para decirle que el artículo que había publicado en la revista “Salud Colectiva” tenía errores en la edición y que era la primera vez que sucedía. “Yo lo miré y le dije: ‘qué raro que haya errores por primera vez’. Spinelli insistió en argumentar en contra de Fernanda: ‘los estudiantes de doctorado han presentado quejas’. ”Le dije: ‘qué raro porque el viernes me fui a un bar con ellos. La verdad, no entiendo lo que me estás diciendo“. Entonces, el director del ISCO arremetió: ”No quiero que vengas más hasta septiembre. Vení solamente para hacer el trabajo con el doctorado“. 

Inmediatamente Fernanda se asesoró con una abogada. “No me puedo ausentar de mi trabajo. Si yo me ausento, es causal de despido”, pensó. “Entonces, lo que hice fue ir a la biblioteca, mostrar que yo iba a la Universidad. No dejé de ir”. En septiembre llegó el momento de volver a su lugar de trabajo, según lo que había exigido Spinelli. Pero Fernanda tuvo otra sorpresa: “Cuando quise ingresar, en septiembre, habían cambiado la llave. Después me dijeron que habían robado, que alguien había perdido la llave. Está bien, pero a mí nadie me avisó cuando se suponía que yo volvía en septiembre”. 

La relación entre Spinelli y Fernanda estuvo signada por el maltrato. Como si fuera un listado, ella recuerda frases que le dijo el director del ISCO como: “Me prometiste castidad pero sos como todas, una vez que tienen los papeles, se sacan el cinturón de castidad”, en referencia a que la trabajadora no dejaba un cargo en otra universidad. “La forma de pedirme exclusividad era dejarme el cinturón: ‘No cojas con otros’, en definitiva”, sostiene la extrabajadora del instituto. En la misma línea, Spinelli le decía a la mujer que pertenecía al Sindicato de Mujeres Meretrices: “Vos sos de A.M.M.A.R”, por no aceptar su pedido de que dejara el resto de sus trabajos. 

El pasado 30 de octubre CONICET resolvió, mediante una nota firmada por la presidenta Ana María Franchi, no asignar más personas al instituto ni a su entonces director, Hugo Spinelli. Esto impactará directamente en el funcionamiento del ISCO, que se verá reducido en cantidad de investigadores y trabajadores. El 15 de noviembre comenzó a circular la noticia por los grupos de exbecarios y trabajadores: Hugo Spinelli había renunciado al cargo en el que permaneció desde 2011, Director del Instituto de Salud Colectiva. Aún seguirá siendo docente de las carreras de posgrado ofrecidas por el instituto ya que seguirá siendo trabajador de la UNLa.

elDiarioAR se comunicó con Spinelli, quien sostuvo: “Me parece que en el fondo está la discusión de lo que significa trabajar realmente en el Estado, en la cosa pública. Creo que parte de la pérdida de las elecciones tiene que ver con que el Estado ha perdido la capacidad de brindar servicios de calidad en educación, en salud. Muchas veces se usa lo de violencia laboral como fundamento para no trabajar o no trabajar lo que se debería trabajar y perdemos la dimensión de la idea de que debemos ser servidores públicos. Es por lo que muchos de los votos de la gente más pobre fueron para Milei, porque se dieron cuenta de que el Estado no les da servicios. Yo soy un militante social que creo que tengo que producir servicios para la gente, por eso publicamos 40 libros gratis digitales. Yo creo que también es un telón de fondo que es cultural, que no es solamente de Argentina sino que tiene que ver con el avance de las medidas neoliberales”, y agregó: “Las situaciones de trabajo se han ido deteriorando tanto que la cosa pública pierde sentido y no hay reclamo por eso. Nosotros solo nos damos cuenta cuando somos usuarios, no debiera ser que los ciudadanos despotriquen contra lo público, es el ejemplo de la empleada pública de Gasalla. Me parece que las defensas corporativas tan fuertes han avanzado sobre el dar un servicio público de calidad y creo que una cosa es violencia laboral y otra cosa es el trabajo”.

En la página oficial del ISCO ya figura un nuevo director: Marcio Alazraqui. Entre las fotos de la sección “miembros del equipo de trabajo”, en las que todos sonríen, todavía aparece la de Hugo Spinelli.

La carta se entregó por Mesa de Entrada con 47 firmas y luego se sumaron más hasta llegar a 52.

LG/DTC