El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, anunció en los últimos días que el Gobierno bajará los aranceles de importación de tres agroquímicos utilizados especialmente por los grandes productores de cereales. La medida, que busca mejorar la competitividad de los productores sin bajar retenciones o subir el dólar, despertó apoyos dentro del sector agropecuario mientras investigadores del Conicet advierten sobre el impacto de la decisión oficial en el ambiente.
“Durante el mes de abril vamos a estar tomando las siguientes medidas para favorecer al agro: baja de aranceles de herbicidas y mejora de aprobaciones de los permisos de Senasa”, anunció Caputo en su cuenta de la red social X. “Los (aranceles de importación de) herbicidas a base de Atrazina, Glifosato y 2-4-D bajarán del 35% al 12,6% (que es el Arancel Común vigente para el Mercosur). A su vez reduciremos el arancel de la Atrazina primaria, desde el 24% actual al 10,8%”, detalló el ministro de Economía.
Según la científica Haydee Pizarro, Argentina es el país que más litros de pesticidas aplica por hectárea. Incluso si se quita de la mesa la posibilidad de prohibirlos, la medida de Caputo no contribuye siquiera a la moderación de su uso ni a la búsqueda de alternativas.
La decisión aún no fue oficializada y en el gabinete económico explicaron a elDiarioAR que la baja en los aranceles será decretada en las próximas semanas. La Sociedad Rural Argentina (SRA) fue una de las entidades del campo que celebró la medida, aunque esperaban una baja mayor, afirmó Andrés Costamagna, ingeniero agrónomo, especialista en Bioeconomía y agricultura familiar, además de director de la SRA. De hecho, la medida fue impulsada por el Instituto de Estudios Económicos de la entidad rural, que solicitó al Gobierno que tome cartas en el asunto “ante las grandes diferencias de precios para insumos agropecuarios con los países del Mercosur”.
Costamagna afirmó que la reducción anunciada por Caputo en los aranceles significa entre 1% y el 3% de los costos y, aunque les dejó sabor a poco, en la SRA sostienen que es una buena señal que “permitirá lograr un precio de paridad de importación más competitivo”.
“Es una medida que recuerda a una decisión tomada también por Jair Bolsonaro en Brasil”, afirmó a elDiarioAR Patricio Eleisegui, periodista investigador, autor de Envenenados y quien mantiene una posición altamente crítica al uso de estos químicos. “En Argentina existen sintetizadores de estos agrotóxicos, como YPF, Agrofina –de Los Grobo– y Atanor –que recientemente protagonizó una explosión en su planta–, pero también se importan. Bayer-Monsanto, Corteva (Dow, DuPont, Pioneer), ChemChina (Syngenta), BASF y la india UPL dominan toda la producción de plaguicidas a nivel global”, sostuvo Eleisegui. “Glifosato, 2-4-D y Atrazina son los tres más utilizados por los grandes pooles de siembra. Es un modelo super excluyente para el pequeño y mediano productor”, afirmó.
Químicos tóxicos
Debido a su toxicidad, el uso de glifosato recibió fallos en contra en distintos países del mundo. Además, está catalogado desde marzo de 2015 como “posiblemente cancerígeno para humanos” por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Haydee Pizarro es doctora en Ciencias Biológicas del Instituto de Ecología Genética y Evolución de Buenos Aires, que depende de Conicet y de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Desde hace años, Pizarro investiga el uso de estas sustancias y asegura que tienen “comprobados efectos tóxicos, directos e indirectos en distintos componentes del ambiente, en particular del agua dulce, pero eso se puede extender por supuesto a los ambientes terrestres”. “Esta medida va a profundizar muchísimo más lo que ya está muy deteriorado, producto del uso de estas sustancias”, dijo a elDiarioAR.
“Ya antes de esta medida, Argentina iba en punta en kilos por hectárea de pesticidas aplicados en la zona productiva. Vamos primeros a nivel mundial. Esto es en casi 20 millones de hectáreas de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos. Argentina es el país que más kilos o litros de pesticidas aplica por hectárea”, afirmó Pizarro.
Sobre la medida de Caputo, la investigadora aseveró que “se trata de una medida económico-política que termina repercutiendo en el ambiente directamente, incrementando la contaminación del agua dulce y de todo lo que son las contribuciones del agua dulce a las personas”.
“El glifosato es un herbicida todoterreno, es decir, afecta a todas las plantas, salvo a aquellas que tienen una modificación genética que les permite tolerarlo. En cambio, el 2-4-D es un herbicida dirigido a un determinado grupo de plantas que son monocotiledóneas y es muchísimo más tóxico que el glifosato. Es un derivado del famoso agente naranja que se usó durante la guerra de Vietnam”, expiró Pizarro.
Los niveles que se utilizan suelen ser bastante más altos por esa razón. El problema está en los escenarios de exposición crónica.
“Como están apareciendo resistencias al glifosato en las plantas, desde hace tiempo lo que se hace es aplicar mezclas de glifosato y 2-4-D, incluso se venden formulados comerciales de esta mezcla”, afirmó Pizarro. “Una de las características que publicitan y promocionan como beneficiosa del glifosato, del 2-4-D y de muchos otros pesticidas es que son biodegradables. Nosotros hemos visto que en el caso del glifosato que es una molécula que tiene fósforo, ese fósforo pasa a ser biodisponible luego de la biodegradación del herbicida”, sostuvo la investigadora. “Cuando hay tanto fósforo en el ambiente se generan cambios que conducen al deterioro del agua. Las aguas se ponen verdes y pueden comenzar a aparecer algas tóxicas. En el caso del glifosato aparecen cianobacterias, que pueden degradarlo, lo aprovechan y proliferan en gran cantidad lo que termina enturbiando por completo a los sistemas acuáticos”, explicó Pizarro.
En la SRA plantean que los agroquímicos están “estudiados y aprobados por ANMAT y SENASA. No hay en la medicina indicios de que el relato ideológico de algunos científicos esté provocando lo que dicen”, afirmó Costamagna ante la consulta. “Algunas moléculas (de agroquímicos) que se usaron en el pasado eran muchísimo más peligrosas que lo que tenemos hoy como paquete tecnológico. Pero además se trabaja para la mejora y reducción del impacto tanto con genética vegetal así como en principios activos, en calidad de aplicación y tecnología sobre la maquinaria con sensores y computadoras, inteligencia artificial, agricultura de precisión por ambientes, reducción de dosis, aplicaciones con equipos de riego integrados y controlados por imágenes”.
El 2-4-D es un herbicida dirigido a un determinado grupo de plantas que son monocotiledóneas y es muchísimo más tóxico que el glifosato. Es un derivado del famoso agente naranja que se usó durante la guerra de Vietnam.
Sin embargo, los investigadores defienden sus tesis: “Nos preguntamos por qué hay glifosato en una laguna cuando no debería haber. La respuesta que se observa es ‘porque lo aplican mal, porque no se siguen las buenas prácticas’. El tema es que las buenas prácticas agrícolas se focalizan en minimizar la deriva aérea que puede experimentar los pesticidas al ser aplicados. Sin embargo, poco o nada se trabaja lo que es la deriva superficial que es una de las principales vías por las que el glifosato llega a las lagunas y ríos”, dijo Pizarro.
“Los compuestos son todos herbicidas, por lo que su impacto sobre los organismos no es tan marcado como el que podría tener un insecticida. Sin embargo, el problema surge en escenarios de exposición crónica”, afirmó el doctor Tomás M. Mac Loughlin, investigador del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente - CIM y la Facultad de Ciencias Exactas de La Plata y Conicet.
“Aunque las concentraciones presentes en el ambiente no serían suficientes para causar efectos de mortalidad masiva, basándose en concentraciones de referencia obtenidos de ensayos de laboratorio, sí se encuentran dentro de un rango y con una frecuencia tal que podrían provocar otros tipos de efectos, como disrupciones endocrinas, deformidades físicas, alteraciones en el comportamiento, entre otros”, agregó Mac Loughlin.
El problema también radica en que los efectos crónicos tardan mucho tiempo en desarrollarse y verse en los organismos que estudian los científicos, como peces y ranas, y estos efectos pueden tener como consecuencia menor probabilidades de supervivencia, menores chances de reproducción. “A largo plazo, estas alteraciones generan cambios en los organismos y, en última instancia, en los ecosistemas asociados a las actividades agroproductivas”, explicó Mac Loughlin, quien también estudia el impacto de los agroquímicos en el agua.
elDiarioAR se comunicó con Bayer Monsanto y Syngenta para conocer su posición sobre la toxicidad de los agroquímicos pero hasta el momento no recibió respuesta.
ED/DTC