Una “ciudad” en alta mar

Depredación en el Mar Argentino: el avistaje de la pesca ilegal que arrasa con economías y ecosistemas

Enviado especial —
20 de marzo de 2023 19:35 h

0

Argentina es un país extenso. Desde las cimas de la Cordillera de los Andes recorre desiertos, sierras y pampas para zambullirse a una profundidad de 500 metros bajo el mar, formando la plataforma continental. Legalmente, es la progresión natural de su territorio hasta las 200 millas náuticas, unos 370 kilómetros desde la costa. Después de esa límite, está el Agujero Azul, un ecosistema único en el mundo por su cantidad y variedad de vida. Al estar detrás de esa línea imaginaria, es víctima de una depredación económica y una devastación ecológica la cual estiman que se lleva 370 mil toneladas de peces y mil millones de dólares al año.

El Agujero Azul y la pesca ilegal

El Agujero Azul, parte de la plataforma, comprende desde la altura del Golfo San Matías hasta el Golfo San Jorge en la Patagonia, y promedia los 500 kilómetros de distancia desde sus playas, tan lejos como las Islas Malvinas. Su lecho marino se caracteriza por tener una baja profundidad, ideal para la reproducción de peces y anfibios, así como para la alimentación de mamíferos y aves, varios en estados de conservación vulnerable como la ballena franca austral y el cachalote.

Aunque sus aguas son ajenas a la jurisdicción estatal argentina por estar fuera de la Zona Económica Exclusiva (ZEE), el fondo marino y sus recursos sí son de su soberanía, y es ahí donde surge la ilegalidad de esta pesca. Es un área muy atractiva para flotas pesqueras internacionales, que buscan la captura de calamar o merluza negra. De noche, los barcos “poteros” -por pota, el nombre específico que se le da a un tipo de cefalópodo- atraen a sus presas con luces dirigidas al fondo del mar para enredarlos y recolectarlos. Algunos utilizan técnicas de arrastre: arrojan al agua redes encadenadas del tamaño de una cancha de fútbol, devastando todo lo que se les cruza en el fondo y dañando la hidrósfera para siempre.

Esta técnica tiene importantes cantidades de captura incidental que se descarta, algo ilegal en nuestros mares. Las capturas accidentales involucran a mamíferos y aves marinas, tortugas, tiburones y otros ejemplares que no cumplen con sus requisitos comerciales, por su pequeño tamaño o por no ser la especie objetivo. Se tiran por la borda muertos o moribundos, en un acto considerado como uno de los impactos ambientales más graves de la pesca comercial moderna.

Como si fuera poco, algunos burlan los límites en una clara violación de la Ley Federal de Pesca. Lo hacen apagando sus Sistemas de Identificación Automática (AIS), otro método ilícito. Entre 2018 y 2021, se detectaron 6.227 barcos llevando a cabo este tipo de actividades. Entre 1986 y 2020, se capturaron 80.

Estamos frente a una ciudad en alta mar, formada por más de 500 barcos que vienen principalmente de China, Corea del Sur, Taiwán y España. Los acompañan embarcaciones petroleras y frigoríficas que los abastecen y recolectan, almacenan y procesan la zafra. Sin restricciones, controles, ni reportando sus actividades, ubicaciones, operaciones o capturas, pueden vender el producto a mercados de países del norte global como bienes de lujo. Ocultos detrás de un vacío legal, compiten injustamente con la fauna local por el mismo alimento. De todos modos, sus luces pueden verse desde el espacio tanto como el Gran Buenos Aires.

El vuelo a la Milla 200

Enrique Piñeyro, a sus 66 años, es muchas cosas: piloto de avión, médico aeronáutico, cineasta, empresario, cocinero, activista. Participó en 1997 de la investigación del accidente del vuelo 2553 de Austral, y denunció el mal estado operacional de LAPA trabajando para la empresa, a la cual renunció poco tiempo antes del siniestro en Aeroparque, el cuarto más grave de la historia de la aviación argentina. De esto último, hizo la película Whisky Romeo Zulu (2004). En la actualidad, se dedica a actividades filantrópicas con su Boeing 787-8 Dreamliner, el cual vuela personalmente con su fundación Solidaire. Ofreció, sin respuesta oficial, donar al gobierno argentino los traslados de la vacuna del Coronavirus, y también realiza misiones humanitarias de traslado de refugiados. El domingo, organizó un vuelo con personalidades y periodistas para relevar la pesca ilegal en la “milla 200”.

El Dreamliner es oscuro por dentro; los vidrios parecen polarizados y filtran la luz con un color azul. El mecánico dice que se puede regular su opacidad desde la cabecera, y que sirve para mantener la temperatura de la aeronave. Carlos está sentado atrás del todo, escondido a un costado. Lleva pantalón de vestir, zapatos, una camisa blanca con las charreteras en los hombros con tres franjas amarillas que lo delatan, además del colgante de Boeing con su identificación. Dice tener 30 años de experiencia como mecánico, antes trabajaba para Aerolíneas Argentinas. No participa mucho del vuelo, se encarga de los procedimientos antes y después del mismo. Anticipa que el comandante quizás lo llame en el aire, para alguna recomendación. Me explica que es obligatorio que un avión así lo tenga a bordo, por la necesidad que representa viajar por todo el mundo sin ser parte de una aerolínea.

Se escucha la voz del filántropo en los altavoces. Lo primero que dice es que para comer habrá catering de Anchoíta, su restaurante, ante los aplausos de los periodistas. Explica que volaremos a una altitud entre 41 y 43 mil pies -doce y trece mil metros- hasta que descendamos sobre la flota. Comenta que prospecto del clima es bueno, y el viaje durará de cuatro y media a seis horas, aunque “es un sobrevuelo de avistaje, depende un poco de las condiciones y el movimiento de las embarcaciones”. Habla en castellano primero, y luego en inglés.

En pleno silencio por la expectativa de los pasajeros, el avión se posiciona a la espera de la autorización para carretear a la cabecera de la pista. Las turbinas comienzan a emitir un grave pero silencioso rugido. De a poco, se hace más fuerte y más agudo hasta que aturde. El piso tiembla. Se suma el pitido de la presurización de la cabina, que tapa los oídos. La aeronave se desplaza hacia la cabecera de la pista. Las ventanas se acalaran y proyectan en el interior el color anaranjado del ocaso que rebota en el metal de las otras aeronaves estacionadas. El copiloto avisa que el comandante de un A330 de Aerolíneas estaba teniendo su último vuelo, por lo que los bomberos lo despedían con los chorros de agua de sus camiones.

Adelante de todo, en primera clase, viajaron Marc Stanley, embajador de los Estados Unidos; Amador Sánchez Rico, de la Unión Europea; Kirsty Hayes, de Gran Bretaña y Hiroshi Yamauchi, de Japón. Un poco más atrás, al final de dicha sección, estaba Mariana Zuvic, diputada nacional por Santa Cruz de la Coalición Cívica, quien admitió desviar su vida política en la investigación de la corrupción y la autoridad, pero “en realidad me metí en la política por la pesca” en 2007. Por su parte, el diplomático europeo señala a Pablo Borboroglu.

Global Penguin Society

Entre la comitiva, un hombre agarra su teléfono y muestra a varias personas el video de una pesca, vista desde la espalda de un pingüino. Junto a su balsa, se encuentran en la superficie del mar. La cámara enfoca los aleteos del ave sumergiéndose a la superficie y abriéndose camino a toda velocidad a través de un cardumen de peces plateado en medio de un agua turquesa. Pablo Borboroglu es investigador del Conicet, doctor en Biología y fundador de Global Penguin Society: “Protege las 18 especies de pingüinos del mundo, trabajamos en 20 países de distinta manera”. “Hacemos ciencia que guía la conservación y creación de áreas protegidas marinas y terrestres y un programa muy grande de educación local”, dice el científico sobre su organización, que educa comunidades sobre el cuidado a corto plazo de los “pájaros bobos”.

Borboroglu suma que crearon un brazo político, el Grupo Internacional de Expertos en Pinguinos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, “que es la que determina la lista roja de especies”. Su ONG pertenece a un “consorcio”, el Foro de Conservación para el Mar Patagónico, la cual recibió un “subsidio muy importante” de la UE a tres años. “Dale caña”, se lo escucha decir a Sánchez Rico. Tres millones de euros, “supongo que será una etapa inicial” acota Borboroglu. Habla de un proyecto para ese Foro de conservación, divulgación y creación de áreas protegidas marinas, por primera vez en la región austral.

“El Foro presentó y avaló la creación del Agujero Azul como una reserva importante”, anuncia con el aval de un respaldo científico, dice, más allá de “las cuestiones políticas que nos exceden”. “Sobre todo porque Argentina se está quedando atrasada en la superificie de protección de sus océanos, estamos en 10-11 cuando hay países vecinos que están por encima del 30%. Hay que ponerse al día”, explica el biólogo. “Cuanto más sabés, menos conflictos tenés. Antes las áreas protegidas era cerrar todo”, recuerda y aclara que “se puede hacer un uso de los recursos y también dejar que la fauna coexista”.

El avistaje

Luego de 5 minutos de un fuerte ascenso, la gran mayoría de las personas a bordo se paró cuando se apagaron las señales para grabar el atardecer. Carlos, quien hizo el mismo vuelo en otras dos ocasiones, dijo que nunca vio tanta gente como ahora. Un descenso repentino pero de unos diez segundos, estando de pie, se siente como si uno fuera a desmayarse. La sangre se va a la cabeza, enceguece la vista y enfría las manos y los pies.

Al cabo de poco más de una hora, pueden verse las primeras embarcaciones, aunque tapadas por las nubes, que dejan entrever los haces de luz que emiten. Sin un primer contacto claro, los tripulantes van y vienen preparando el menú de Anchoíta. De entrada, su conocido chipá pero sin el relleno. De plato principal, empanadas de garbanzos y surubí. Lo sirven en una bandeja con un plato rectangular, frío, con una servilleta roja. En primera clase, la sommelier ofrece sauvignon blanc, cabernet franc o cerveza tibia.

El piloto entonces comienza a maniobrar para asegurar la imagen que todos estaban esperando. Desciende hasta los cinco mil pies, y vira de izquierda a derecha esquivando las lluvias y tormentas. Las copas vacías se corrían de un lado a otro, y la vajilla caía de los estantes para estrellarse en el piso de la cocina de los tripulantes. La tripulación tuvo que extender su plan de vuelo, el cual iba a ser hasta la Península Valdés, hasta la altura de San Jorge.

Explicaba en los parlantes que los “domos de luz” a la derecha del avión están adentro de la ZEE argentina, mientras que a la izquierda, no. Estábamos caminando sobre la línea imaginaria cual cuerda floja, . “Esta que vamos a ver ahora es parte de un desplazamiento hacia el norte que empezó el día de ayer”, añadía sobre las escuadras que nos flanqueaban. “Aprovecho para dar la siguiente información”, interrumpe Piñeyro: “En el últimos sobrevuelo que hicimos, el AIS, que es el respondedor de los barcos, lo que en los aviones llamamos transponders... esta zona del Atlántico Sur frente a las costas argentinas en la milla 200 es la de mayor apagado de AIS del mundo”, detalla. Recuerda que el 2 de abril de 2021 contaron que “sobre 520 embarcaciones solo 170 lo tenían prendido”.

Los pesqueros ocupan una superficie más amplia de lo esperado; están más separados de lo que se los ve por televisión. Desde cualquier ventanilla del avión se ven hasta el horizonte, delimitado por la nubosidad. Desde la cabina, Piñeyro sobrevuela la comunidad pesquera, y uno toma conciencia de la velocidad del avión. Incluso a con una aeronave de estas características, le tomó más de media hora recorrer la flota entera. Una cola de periodistas se agolpa desde la primera clase hasta la turista, todos esperando su turno para pasar con el comandante.

El regreso a Ezeiza y las cámaras

A las 5 horas de la misión, la proa apuntó a Ezeiza. Tardaría una hora en llegar, tiempo aprovechado por el reparto de café, cubanitos, turrón y chocolates con maní. Un hombre adelante recibió pechuga asada con puré y lima, y la circulación de vino siguió a pesar de los platos rotos. Por la lluvia en Buenos Aires y luego de una turbulencia, el capitán avisó nos enfrentaríamos a otra y que podríamos entrar en espera hasta que mejoren las condiciones: “No reviste ningún problema fuera de una ligera falta de confort”. Mientras tanto, las azafatas abrochaban el cinturón a los trípodes de los camarógrafos.

“Bienvenidos a Ezeiza”, anunció seguido por un aplauso, esta vez merecido. Con las ventanas empañadas, se apagaron las turbinas para poder ser remolcados hasta la posición final. Carlos se quedaría trabajando por una falla en los aires acondicionados que lo hizo ir a la cabina, pero que no pudo arreglar en vuelo por seguridad. Todo el mundo comenzó a bajar por las escaleras y a sacarse fotos con el livery No woman should be forced to cover her head, no woman should be killed for not covering her head, no man should be hanged for saying this”, para luego ser apurados por el personal hacia los colectivos.

Ya de regreso en FBO VIP, las cámaras lo esperaban: “Ya estuve en Cannes, mirá para acá, mirá para allá”, se burlaba el entrevistado. “Este vuelo estaba anticipado. La flota ayer estaba súper concentrada cerca de Comodoro Rivadavia y empezó a estirarse en una línea hacia el norte, y en realidad empezaron a abrirse, no estar tan concentrados. Pero lo único que lograron fue cubrir más área”, explicó. Recordó su visita de abril de 2021, y la comparó con esta ocasión: “La verdad que la cantidad de embarcaciones que vimos adentro de la ZEE es mucho más grande que la otra vez”. Hizo un énfasis gestual en el 'mucho'.

La Armada sacó un patrullero ayer, el Storni” que hizo contacto con la aeronave e informó que “eran todos pesqueros con licencia”. Repitió el dato del apagado del AIS, y lo contradijo porque “estuvimos volando media hora sobre una flota que no terminaba más”, y apuntó: “Una embarcación que salió ayer de Mar del Plata ¿qué va a ocurrir? Puede ver lo que ve, no puede ver mucho más. Nosotros vimos todo, y ustedes vieron todo y lo grabaron todo”. Disparó: “Que me digan que no hay pesca ilegal, la verdad que no es muy confiable”.

En referencia a la presencia de diplomáticos, sentenció: “Es un problema argentino. Es un problemón argentino”, pero le parece “muy importante y agradezco que hayan venido porque también es un problema de la Humanidad. La pesca indiscriminada es un problema de la Humanidad”.

Al pedido de un entrevistador para que describa la experiencia, Piñeyro respondió: “La van a describir ustedes”.

LC