La temperatura del mar se sale de los registros: “Entramos en terreno desconocido”
“Los océanos entran en territorio desconocido”. Así alertó el meteorólogo J.J. González Alemán sobre el récord de temperatura del agua del mar medido por los satélites el 8 de abril. La media oceánica escaló hasta los 21ºC, superando el anterior récord, marcado hace solo siete años, en 2016.
Se trata del agua marina más caliente desde que hay mediciones satelitales, es decir, al menos en los últimos 45 años. La mezcla del calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero y el fin del fenómeno de La Niña –que refresca las aguas del Pacífico ecuatorial– hizo saltar los registros.
La Niña es la fase fría del fenómeno meteorológico conocido como El NIño-Oscilación-Sur (ENSO). Cuando se producen vientos alisios fuertes desde el oeste, la temperatura en las aguas del Pacífico ecuatorial descienden y una vez frena ese régimen, la temperatura se eleva y comienza una fase de El Niño.
“La Niña había estado camuflando estos últimos años el calentamiento del planeta”, explica en España el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, Rubén del Campo. La Niña es un fenómeno de interacciones atmosféricas en el océano Pacífico que hace que una vastísima cantidad de agua en una extensión gigantesca del mar esté más fría de lo normal.
“Y eso tira hacia abajo de la temperatura media, no solo de los océanos sino de todo el planeta”, cuenta Del Campo. “Camufla la elevación que correspondería por el nivel de emisiones y acumulación de gases invernadero en la atmósfera”.
Es decir, que mientras la costra gaseosa creada al lanzar CO2 crecía y atrapaba el calor, La Niña refrescaba la superficie del Pacífico. Y esta Niña fue, además, inusualmente prolongada: encadenó episodios durante tres años. Sin embargo, este fenómeno finalizó. La misma Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA) consideró a comienzos de marzo que La Niña había llegado a su fin.
Una vez finalizado, la Tierra está en una fase de transición hacia la situación inversa. Está generándose El Niño, que recalienta el agua. Así que en este abril no ha existido compensación y los efectos del cambio climático se dejan notar sin ese colchón.
“El océano acumula una cantidad ingente de calor y, aunque se recaliente más lentamente que los continentes –porque cuesta más calentar un volumen de agua–, está claro que la temperatura de los mares está subiendo”, subraya el meteorólogo.
La cantidad de calor que se traga el mar cada año va de récord en récord. En 2022 se midió el valor más alto en toda la serie histórica que superaba la anterior plusmarca, de 2021, que, a su vez batía el pico de 2020. Los valores de 2019 y 2017 son los siguientes en la lista. Los científicos que se dedican a estas mediciones han evidenciado que la tendencia “es tan continua y robusta que cada año se establece un récord”.
“Los pronósticos indican que El Niño puede llegar después del verano” –informa Rubén del Campo–. “Y, claro, si tenemos toda esa masa oceánica más caliente de lo normal, lo esperable es que el conjunto esté muy por encima del promedio y, además, esta gran cantidad de agua caliente en mucha superficie va a tirar hacia arriba de la temperatura media del planeta”.
El horno del Mediterráneo
En España, el año pasado ya supuso un horno para el mar Mediterráneo. En verano encadenó olas de calor marino “sin precedentes”. “En el mar Balear se llegó a los 30ºC en el agua”, recuerda el portavoz de la Aemet. Todas las regiones del Mediterráneo occidental padecieron eventos extremos.
Pero, al pasar el estío y llegar el otoño y el invierno, el calor no aflojó. El Mediterráneo soportó olas de calor en pleno enero. La misma zona de Baleares encadenó más de 230 días de olas de calor, un dato sin precedente, según contaba a elDiario.es la investigadora del SOCIB, Mélanie Juza.
El recalentamiento de los mares no es solo una cuestión de agua caliente. La temperatura más allá de los umbrales causa mortandades en especies marinas que no pueden adaptarse o huir e influye en la cadena de ecosistemas que conduce a buena parte de la alimentación de los humanos.
Además, unas aguas recalentadas ceban los temporales costeros, las gotas frías y los huracanes: el calor acumulado es energía que, más adelante si se dan las condiciones meteorológicas, es devuelta en forma de tormentas y vientos supercargados.
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