El de deuda es, junto con otros conceptos como don, demanda, legado o herencia, uno de esos términos que se encuentran en la intersección entre el psicoanálisis, la antropología, la sociología y la economía. No hay sociedad ni vínculo intersubjetivo que no tenga a la deuda como núcleo de los intercambios. Intercambios comerciales, familiares, simbólicos, religiosos: siempre se debe algo, y esa deuda es a la vez condición de posibilidad y obstáculo, potencia y límite. La deuda obliga, pero también habilita.
Ariel Wilkis es licenciado y doctor en sociología y estudia los usos sociales del dinero. “Eslabón central en las narrativas sobre la integración social”, “clave reveladora de las perturbaciones colectivas”, “símbolo y método de las hecatombes sociales”, el dinero es constitutivo de los vínculos sociales.
En su último libro, Una historia de cómo nos endeudamos (Siglo XXI, 2024), Wilkis se ocupa de un aspecto singular del dinero: el dinero que se debe, el que se adquirió en forma de préstamo o crédito. Charlamos con Wilkis en la Universidad de San Martín, donde es decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, sobre las funciones sociales del dinero y de la deuda. “El dinero y las deudas atraviesan todos los vínculos interpersonales, y no como un accidente, sino que el sentido de esos vínculos se pone en juego muchas veces en el modo en que el dinero es transferido, dado, guardado, devuelto o… no devuelto. A través del dinero se ponen a prueba los vínculos sociales, y, como vemos en el libro, también se pone en juego la democracia”.
La cuestión social de la deuda
La cuestión de la deuda vertebra la historia de la Argentina: desde la deuda externa adquirida durante la dictadura hasta los acuerdos con el FMI para sostener la convertibilidad durante los años 90, pasando por la vuelta al Fondo durante el gobierno de Macri, la economía argentina ha tenido, históricamente, una necesidad permanente de crédito externo.
Pero el libro de Wilkis pone el foco en una dimensión novedosa del endeudamiento: al desplazar la mirada desde la deuda pública hacia las deudas privadas, al detenerse en las “bajas finanzas”, el autor piensa en los efectos individuales, familiares y colectivos del endeudamiento. La tesis del libro es que la deuda es “la nueva cuestión social”. “El enlace y desenlace entre sociedad y política puede verse a partir de las mecánicas de endeudamiento de los hogares. La cuestión social, tradicionalmente estudiada desde las dinámicas del mundo del trabajo, se ha ido desplazando hacia las dinámicas de endeudamiento”, dice, y especialmente en Argentina, donde se registran altos grados de informalidad laboral. Si en algunas épocas podía pensarse a la deuda como posibilitadora de la movilidad social, en la actualidad el endeudamiento perdió toda su dimensión utópica: “las familias ya no van al mercado de crédito a buscar futuro sino que se endeudan para no caer, para no estar peor”.
Imaginarios sociales sobre el dinero
El dinero informa las fantasías y los imaginarios sociales. El dólar, en particular, vehiculiza aspiraciones de abundancia, de exceso, pero también de estabilidad y de certidumbre. Coautor, junto con Mariana Luzzi, de El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019), Wilkis se refiere al lugar del dólar en el imaginario argentino y a su posible incidencia en el ascenso de Milei: “La promesa política de la dolarización permitía proyectar un imaginario de estabilidad, la idea de que el mango que se gana con el trabajo y el esfuerzo propio no se iba a desvalorizar con la inflación. La dolarización fue una promesa que engarzó muy bien con un electorado que buscaba estabilidad y consumo para el propio bienestar, más allá de los imaginarios de abundancia. Con inflación es impensable la abundancia, solo hay deuda”.
En un contexto de volatilidad y debilitamiento del peso, que Milei definió en plena campaña como “excremento”, el dólar es una reserva de futuro. Y no solo el dólar: también las criptomonedas, los bonos, las aplicaciones financieras, las billeteras virtuales y tantas otras modalidades nuevas de acumulación e intercambio. El dinero es, por definición, abstracto y simbólico, pero estas formas intangibles del dinero parecen establecer un vínculo todavía más abstracto con las operaciones financieras, que trastoca el sentido del dinero. “Desde una mirada sociológica, es sabido que la muy baja institucionalización de las prácticas contribuye con su naturalización”. Por la inmediatez, por baja ritualización, por la ausencia de distancia y de ruptura en que se dan las transacciones virtuales (pedir un crédito, pagar, comprar o vender) en las aplicaciones, el uso del dinero se naturaliza de forma muy inadvertida.
El dinero del Estado
En los años kirchneristas, el gobierno estimuló el endeudamiento para el consumo y el ascenso social, favoreciendo así la expansión del mercado; el gobierno de Cambiemos, por su parte, fue promercado pero le retaceó a la población el ahorro y el consumo. Con el parate de la pandemia y la inflación creciente, se incrementaron significativamente las deudas intrafamiliares o entre conocidos, por lo que muchas familias se volvieron “morosas crónicas” y debieron aprender a gestionar deudas, bajo una lógica de esfuerzo y sacrificio. Deudas de supervivencia para “comprar tiempo”, deudas impagables, pesadas, vergonzosas, dolorosas. Como dice una entrevistada citada por Wilkis, la deuda “es una ronda, cómo te digo, un redondel”. Esas deudas, que no empujaron estallidos sociales ni se manifestaron en el espacio público, “tomaron el cuerpo y las jornadas de los endeudados”.
¿Qué rol tuvo la ayuda del Estado en este contexto de pandemia y endeudamiento, y cómo impactó esto en el triunfo de Milei? El libro plantea una sentencia para explicar el presente: “El dinero (del Estado) no alimenta el amor (por el Estado)”. Agrega Wilkis que “hay una tesis fundamental de la sociología del dinero: las significaciones del dinero del Estado exceden al propio Estado, el dinero circula más allá y más acá de la capacidad que tiene el Estado para controlarlo, porque las memorias del dinero son plurales y exceden a las memorias estatales”. O como dice en el libro: “Distribución y reconocimiento no siempre coinciden”. Es por eso que el dinero del Estado no siempre es celebrado.
En muchos casos, durante la pandemia la ayuda del Estado se leyó como una “tragedia biográfica” que reforzó ideas individualistas, familiaristas y en algunos casos antiestatistas o por lo menos no celebratorias del rol del estado. En ese sentido, dice Wilkis, el IFE durante la pandemia y el “plan platita” de Massa fracasaron porque se rompió la “cadena de rituales y significaciones del dinero del Estado que enlaza la vida familiar con la vida política” y esto quedó por fuera del radar del gobierno peronista.
De la patria financiera a la convertibilidad, pasando por el kirchnerismo y llegando a la campaña de Milei, el nuevo libro de Ariel Wilkis traza una historia de la deuda para iluminar el enigma de los últimos 40 años de democracia: “las deudas son para la democracia cifra y símbolo, y –para nosotros– un método para comprender el cómo y el por qué de promesas y fracasos democráticos”.
SM/JJD