Este domingo se cumple una semana desde que el sistema de salud de Tucumán entró en alerta por una enfermedad de origen desconocido. Se habló de bacteria, se habló de virus. Sólo se sabía que todos los contagiados se habían infectado el sanatorio privado Luz Médica, ubicado en Marcos Paz al 900, a ocho cuadras de la Casa de Gobierno de Tucumán. Todo el centro de salud fue aislado. Pero mientras los análisis eran estudiados en el Instituto Malbrán de Buenos Aires, las víctimas se seguían sumando.
Ayer sábado, cuando los muertos ya suman cuatro y los contagiados once, fue la propia ministra de Salud de la Nación, Carla Vizzotti, quien viajo a Tucumán para anunciar que la culpable es la legionella, una bacteria.
El domingo 28 de agosto, se cobró la vida de un médico. Cuatro días más tarde, el miércoles, falleció un enfermero, y al día siguiente una adulta mayor. Este sábado 3, las autoridades comunicaron la cuarta muerte. Se trata de un hombre de 48, quien padecía comorbilidades y estaba internado en grave estado en un hospital público. Es lo único que trascendió sobre el cuatro fallecido.
Los cuatro estuvieron en la clínica Luz Médica en donde se ubicó el brote y que permanece en estado de aislamiento. Hasta el momento hubo 11 contagiados: además de los cuatro fallecidos, cuatro personas están internadas en grave estado y con asistencia respiratoria, mientras que tres pacientes están en sus casas pero con seguimiento domiciliario.
El médico que llegó desde Bolivia
Detrás de cada fallecido hay una historia. El médico Edgar Terrazas Moreno, de 68 años, de nacionalidad boliviana pero radicado desde hace décadas en Tucumán, fue el primero de los fallecidos -domingo 28 de agosto- por la extraña enfermedad que provoca un cuadro grave de neumonía bilateral y que antes aparece con elevada fiebre, mareos y hasta diarrea y vómitos, de acuerdo a la información oficial.
El médico había desarrollado su profesión en la actividad pública y privada, y durante algunos años estuvo radicado en el sur del país, en la ciudad de Sierra Grande, en Río Negro, en donde trabajó en un hospital estatal. Se había instalado allí seducido por los buenos sueldos que se pagan en esa región del país debido a las duras condiciones del tiempo. En septiembre de 2019, por una situación que las autoridades nunca aclararon, fue despedido y eso provocó una dura protesta del gremio ATE, cuya comisión directiva y afiliados se instalaron en el centro asistencial. Tras una reunión con autoridades de Salud ese mismo día, Terrazas Moreno fue reincorporado.
Unas semanas después viajó a Tucumán por una licencia por enfermedad y decidió quedarse. “No se acostumbró a lo duro del frío sureño, no son condiciones para cualquiera, así que decidió quedarse y comenzó a hacer guardias en sanatorios, como en Luz Médica”, contó a elDiarioAR un profesional que compartió con él horas de trabajo.
En septiembre de 2020, el año más duro de la pandemia de Covid 19 en el país, se contagió y estuvo grave debido a comorbilidades que complicaron su cuadro. Su caso fue conocido porque la familia inició una campaña en las redes sociales para pedir donantes de plasma. Respondió bien al tratamiento y se recuperó. Unos meses más tarde retornó a la actividad hasta su muerte. “La Promoción 73 del Colegio La Salle de Trinidad, Beni, Bolivia, lamenta comunicar la partida al Reino de Dios, de nuestro querido compañero”. Este fue el mensaje de sus compañeros de colegio secundario. El Colegio Médico de Tucumán también lo despidió en su cuenta en Facebook, en donde un sinnúmero de mensajes destacaron su calidez y amabilidad.
El enfermero de la gente
Cuatro días más tarde murió el enfermero Marcos Pastrana, de 45 años. Trabajaba todo el día, según sus familiares. En la Policlínica Santa Rita, en el Hospital de Los Ralos, servicios estatales, y en Luz Médica.
Su sobrina Vanina Pastrana es una de las personas que más cerca estuvo de él, quizás por eso, la alentó a seguir la carrera de Enfermería, cursa segundo año, para que siguiera sus pasos. “Marcos me enseñó todo porque trabajé a su lado haciendo curaciones. Fue un gran impulsor para que estudiemos y siguiéramos nuestra vocación, pero no sólo con nosotros, su familia, sino con todo el mundo. Para él no había horarios con sus pacientes, siempre con espíritu alegre los atendía, por eso lo querían tanto”, reflexionó Vanina a elDiarioAR
Con orgullo también contó que durante la pandemia no se detuvo, al contrario, con su auto iba hasta donde hicieran falta sus servicios. “Por eso le pusieron 'El héroe de la pandemia' o ”El enfermero de la gente', como una manera de retribuir con cariño su compromiso. Fue a todos lados y nos advertía que nos cuidemos. Pero además de las atenciones, mi primo les transmitía fuerzas a los pacientes, aún en los momentos más duros. Amó profundamente su profesión“, reflexionó Vanina, aún con la tristeza de la ausencia encima.
Marcos no sólo puso en práctica su oficio, también dedicaba horas semanas a la docencia para el dictado de clases en la Licenciatura en Enfermería, con reconocimiento oficial, que dicta la filial tucumana de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA). Por esa razón, ante su fallecimiento, el gremio lo despidió con un mensaje en el que destacó su calidez: “Marcos era un gran trabajador, responsable, respetuoso, atento, buen compañero y sobre todas las cosas un gran profesional. Te recordaremos por siempre compañero!”.
La “paciente cero”
El jueves 1 de septiembre la familia de Victoria Zerda, de 70 años, que estaba internada con un cuadro grave en la clínica privada, recibió la noticia de su fallecimiento. Había ingresado al sanatorio el 18 de agosto para una cirugía laparoscópica de vesícula, por lo que se presumía que al día siguiente podría estar de nuevo con su familia. No fue así. Su cuadro se complicó y se agravó con el paso de los días.
Su sobrino, Patricio Zerda, que actuó de vocero de la familia, contó que había ingresado a la clínica con todos los valores aptos y en buen estado de salud, condiciones necesarias para poder hacer la intervención. “No tenía Covid, bacterias, ni virus, sino no podrían haberla operado. Sólo llamaron desde el sanatorio para decir que la cirugía se había complicado y que tenía un virus. Estamos destruidos”, dijo.
Al tratarse de la primera paciente que registró los primeros síntomas del brote desconocido, para el sistema de salud tucumano se trata de la “paciente cero”. Su familia aún no entiende qué pasó desde el día en que fue acompañada por su esposo a la clínica porque ese mismo día la operaban con la esperanza que al día siguiente ya estaría en su casa. Dudan que su muerte este asociada con la bacteria o virus desconocida y no descartan iniciar acciones legales en contra de la clínica para que se esclarezca y se descarte una posible mala praxis.
DC/MG