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Sobre este blog

Un resumen semanal de política internacional a cargo de nuestro responsable del área de Mundo, Alfredo Grieco y Bavio. Serán diez puntos geográficos para pensar nuestro presente cada vez. Vías de acceso a una realidad que excede por mucho las fronteras de la Argentina.

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Año nuevo: hacer predicciones es difícil, especialmente sobre el futuro

El gigante tecnológico chino Baidu previó que la tecnología de Inteligencia Artificial (IA) registrará una integración más amplia con el mundo real en 2023. En la foto, una empleada presenta un video de promoción de la tecnología de IA 5G en el Centro de Exposiciones de la Zona Piloto Integral Nacional de Macrodatos (Guizhou), en la provincia de Guizhou, en el suroeste de China.
6 de enero de 2023 18:15 h

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Hacer predicciones es difícil, especialmente sobre el futuro. Jugadores y periodistas deportivos lo recuerdan antes de cada partido. Los únicos pronósticos equivocados son los que hizo gente que pronosticó. Pero el que no apuesta no gana. “La historia es la ciencia de profetizar el pasado”: antes que elogiar el método profesional, la definición de Voltaire se burla de la cobardía intelectual. ¿Qué saber es ése, dice el periodista todo terreno precursor de la Revolución Francesa, que se limita a lo que pasó para renunciar a entender lo que puede pasar?

Osadía no le faltan a los diez pronósticos siguientes de El mundo es azul como una naranja, la Newsletter Semanal de Política Internacional de elDiarioAR.

Cita al fin de 2023. Comprometemos al público a retener la nuez de las diez profecías y desafiamos a elDiarioAR a durar hasta diciembre. Porque el responsable de Mundo se compromete a completar, en los últimos días del último mes del año, un abierto inventario de aciertos y desaciertos de este atropellado pero no improvisado catálogo del mes de enero.

En esa ojeada retrospectiva que la Newsletter del telón de 2023 dirigirá a esta que inaugura el año, habrá un examen más doloroso que el de contrastar la conjetura de hoy con la información de mañana. Es la posibilidad de que en 2023 los temas y problemas mayores de la Política Internacional sean otros, muy otros, que ni siquiera supimos entrever. 

1. No habrá paz en Ucrania

La guerra en Ucrania no terminará en 2023 porque no empezó en 2022. Sino mucho antes. Las operaciones militares especiales de las tropas rusas que el jueves 24 de febrero avanzaron por orden de Vladimir Putin iniciaron los episodios más sangrientos y violentos de un conflicto armado que perdura por diez años desde 2013. Desde entonces, el Kremlin declara que la incorporación de Ucrania a la UE y a la OTAN está en contra de los intereses estratégicos de Rusia. Que es la línea roja que, una vez franqueada, hará que Moscú recurra a la fuerza para defender el statu quo. Es un conflicto que Occidente no puede ganar y que Rusia no quiere perder.

Es un conflicto de intereses entre potencias nucleares. Que opone a las mismas naciones que disputan los mismos territorios y posiciones desde la Edad Moderna. En la guerra de Crimea de 1854-56, se enfrentaron el imperio ruso, el francés y el británico por los mismos territorios clave sobre el Mar Negro; el papel de Ucrania tocaba al Imperio Otomano. Hoy Crimea sigue siendo la clave de la paz, según el Financial Times. Hoy la OTAN se prohíbe combatir directamente a Rusia, y por ello arma a Ucrania. Con las mejores armas defensivas, sin armas ofensivas de largo alcance en el interior del territorio ruso.

En la guerra de Crimea, se combatía al Zar porque no se podía permitir que tuviera tanto poder, en detrimento del occidental. En el conflicto actual, la UE no tiene un relato. Se adhiere al de la superpotencia que no es regional, y que no figuraba en el siglo XIX, EEUU. El relato de EEUU es el mismo para republicanos y demócratas desde el resquebrajamiento de la Guerra Fría. Es una lucha contra el Imperio del Mal (Reagan), el Eje del Mal (Bush, que articulaba a Rusia con Irán, Norcorea, Venezuela), un combate de la Libertad contra la Tiranía (Trump). No hay diferencia sustancial en la terminología  demócrata de la lucha de la Democracia contra la Autocracia. Que tiene la ventaja conceptual del paralelo interior digno de condenación (Trump es un autócrata), y americano (Bolsonaro es a Lula en Brasil lo que Trump a Biden en EEUU).

En el lenguaje de Washington, de Kiev, el autócrata ruso pasó a ser llamado criminal de guerra, y aun genocida. Esto distancia la paz.

La guerra puede bajar de intensidad, pero ni aun un armisticio parece próximo. Ni Rusia ni Ucrania están en condiciones de ganar una victoria militar decisiva. Tampoco de pactar, por vía diplomática, una paz sostenible. Un tratado de paz significa la firma de un acuerdo que los gobiernos de Moscú y de Kiev estén dispuestos a firmar y a respetar. Y esto requiere dos líderes dispuestos a un alto el fuego y a pactar compromisos. Dos proclividades de las cuales, aunque por motivos heterogéneos, tanto Putin como Volodymir Zelenski están vistosamente desprovistos.

2. Tampoco habrá guerra en Taiwan

Después de dos años de jactarse de la superior eficacia de su política personal para contener la pandemia, los hospitales desbordados y los crematorios que funcionan día y noche sin poder incinerar a tiempo tantos cadáveres como llegan a sus hornos sin descanso demostraron el fracaso de la tolerancia cero del presidente chino Xi Jinping. Las autoridades comunistas pusieron fin al sistema de cuarentenas rigurosamente vigiladas más severas del planeta, que dejaba a la población de ciudades enteras encerrada en sus casas sin permiso de pisar la calle durante meses, la curva de tolerancia ciudadana había llegado a su límite.

Las cuarentenas causaron ausencias en fábricas y centros de producción que atrasaron las cadenas de suministro globales, e hirieron a la economía china. La República Popular tuvo en dos años el crecimiento más bajo de los últimos veinte años. Esto a su vez generó, por primera vez, desempleo entre los graduados universitarios, y más protesta social.

Con el fin de la cuarentena, salieron la luz aspectos de la política de Xi que la cuarentena había tapado, y a su vez incentivan el descontento. Como la baja confiabilidad de las vacunas chinas, la renuencia del gobierno a vacunar a toda la población (y más aún, a dotarse de vacunas de laboratorios del exterior), la inactividad y falta de iniciativa para aprovechar la ventana de oportunidad de los confinamientos para actualizar la infraestructura hospitalaria y sanitaria.

Pekín no abandona el objetivo de someter a su control a la isla de Taiwan, y aun de hacerlo por la fuerza. Aumentará la presión y el despliegue militar en el mar y en el aire, pero cualquier operativo efectivo contra un socio comercial que es además el primer productor de chips (semiconductores) del mundo tendría un impopular impacto inmediato sobre la economía del continente. Y tampoco la victoria militar sería rápida, ni incruenta.

3. La India se desarma (pero compra armas)

Compañías como Apple cuya producción dependía de ciudades-factoría chinas buscan, después de sufrir el impacto de los confinamientos absolutos de Xi Jinping, nuevos horizontes y nuevos mercados laborales baratos. El primer candidato es la populosa India, la democracia más grande del mundo, que en 2023 con más de 1400 millones de habitantes será también el país más poblado del mundo, superando a la República Popular China (¿la autocracia más grande del mundo, según la filosofía política binaria del demócrata Joe Biden?). Sin embargo, dudan antes de cruzar el Himalaya.

En este año que empieza el partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP) en el poder aumentará su poder. El líder partidario, Narendra Modi, de 72 años, primer ministro de la India desde 2014, es uno de los líderes más populares del mundo. En 2023 será más popular.

Un eje de las campañas electorales de Modi es reclamar por más, y por más sentido respeto para las vacas sagradas, que circulan libremente por las ciudades, y a las que se debe cuidar, venerar, alimentar. (En la India hay más vacas que en cualquier otro país del mundo). En 2023 la India será un poco más religiosa, bastante menos laica, un poco menos moderna.

La mayor democracia del mundo ahondará su carácter no alineado, seguirá pidiendo apoyo a Occidente contra China (y su aliado Pakistán), y seguirá comprando petróleo y armas a Rusia. 

4. Japón (y Alemania) se rearman, Norcorea dispara y no la paran

El 2023 es el año del fin definitivo de la segunda posguerra para Alemania y para Japón. Los dos países del eje Hitler-Hirohito derrotado en 1945 cuando Berlín cayó por el triunfo del Ejército Rojo soviético y cuando sobre Hiroshima y Nagasaki cayeron las bombas atómicas norteamericanas dejan atrás el tabú del rearme y se encaminan a convertirse nuevamente en potencias militares con FFAA ofensivas.

Más todavía Japón que Alemania. La escasa figuración del gobierno de Tokio en las noticias, los datos sabidos del envejecimiento de su demografía promedio,  vecindad de una China que parece hacerle sombra en todo y en especial en la industria, hacen olvidar que la de Japón es sin margen estrecho la tercera economía del planeta. O cuarta, si se considera a la Eurozona como un único país. Las perspectivas de crecimiento japonés se vienen revisando en alza. Se calcula que crecerá 1,5% en 2023. Y el gobierno del Partido Liberal Democrático, que monopoliza el poder desde 1945 (como en la India el moderado Partido del Congreso antes del giro a fines del siglo XX al fundamentalismo hindú), decidió duplicar el gasto militar. En 2023 será del 2% del PBI.

De confiar en EEUU para su defensa, ahora EEUU confía en Japón como potencia militar regional para acordonar a China. Y también a Corea del Norte. Porque el país más petrificado en un comunismo símil stalinista realizará en 2023 su séptima prueba nuclear, además de nuevos ensayos misilísticos. Ni EEUU ni Corea del Sur pueden impedir o detener ni los tests ni el desarrollo del programa atómico de Pyongyang. El único país que podría hacer valer su considerable influencia es China. Pero la República Popular es el país que menos hará para interferir. A Pekín le conviene que Washington deba atender este problema en el flanco del Pacífico, y no le conviene perturbar a su misterioso vecino.

 

5. Irán complota

Ante la revolución en curso por los derechos de las mujeres, en la que participan numerosos varones, la dirigencia de la República Islámica se dividirá, cada vez más hondamente, entre quienes buscarán compromisos y quienes se rehusarán a ninguno pero no a profundizar la represión. De fondo, la degradación económica nacional, a pesar del aumento del precio del petróleo instigado por las sanciones a Rusia de resultas del conflicto ucraniano.

El conflicto entre el Estado y la sociedad puede llevar a las élites a tomar el camino de acelerar la carrera y el programa nucleares para dotarse del arma atómica e inevitablemente encontrarse así de cara a un enfrentamiento con Israel. Desde el punto de vista de Teherán, el elevado estatuto de potencia nuclear y conflicto con el tradicional enemigo común exterior lograrían una cohesión patriótica de Sociedad y Estado.

En lugar de esta reconciliación, las posiciones podrían volverse irreconciliables. Y las masas populares cohesionadas, más organizadas, acaso entonces con auxilios exteriores, librar una suerte de guerra civil contra las fuerzas de seguridad compactadas.

Nuevamente, quien podría mediar, es China. El acuerdo de cooperación por treinta años, firmado por Pekín y Teherán, que le asegura a la República Popular abastecimiento de petróleo por fuera de Rusia y del Golfo, había sido uno de los acontecimientos más perdurables de 2022.

6. Medio Oriente explota

A diferencia de Francia, donde en abril la derecha de Emmanuel Macron ganó un nuevo mandato presidencial de cinco años gracias a su contraposición a la extrema derecha, en Israel la derecha logró a fin de diciembre formar un nuevo gobierno, el sexto de Benjamin Netanyahu desde 1996, gracias a su alianza con formaciones políticas de extrema derecha nacionalista, religiosa, islamófoba, antimoderna, antipalestina, y expansionista más allá del valle del Jordán. El primer ministro está al frente del gabinete, la administración y la Knéset más a la derecha desde la fundación del Estado en 1948.

En la tercera década del siglo, sin ultraderecha no hay gobierno en Jerusalén. Antes que de política interna, la victoria de esta derecha extrema es cultural e internacional. Con ultraderecha, la ‘cuestión palestina’ se esfuma de la agenda. La desaparición en el discurso, como perversa retórica del silencio, es fácil; más difícil es hacer desaparecer a las masas palestinas hacinadas en Gaza y en retroceso en Cisjordania por el avance de los colonos judíos auspiciados por la nueva derecha en el poder.

La mítica solución de los dos Estados se ve sustituida por un solo Estado sin ninguna solución. La violencia intercomunitaria crecerá. Puede ser un casus belli tentador para Irán, en crisis, y más todavía para el Líbano, cuya economía y sociedad se derrumbaron aún más en 2022. Y una ocasión para una mayor intervención de Rusia y de Turquía, que ya intervienen en Siria, en el Mediterráneo. En 2023 Ankara (y El Cairo) necesitarán más que nunca antes gas, granos y petróleo rusos baratos.

 

7. La economía mejora muy poco, y muy de a poco

En 2023, de Rabat a Nueva Delhi, y de Ciudad del Cabo a Teherán, pasarán a un segundo plano Bruselas y Washington como referencias y referentes al momento de determinar el curso de acción de las políticas de Estado que requieran la atención más urgente. A esa prescindencia obligada pero no involuntaria contribuirá el espectáculo más estridente que en 2023 ofrecerá el enfrentamiento de EEUU con la UE.

El sostén de Ucrania en su guerra con Rusia acercó a las dos orillas del océano Atlántico Norte. La perduración del conflicto a lo largo del año puede acentuar diferencias sobre el nivel y la cualidad del apoyo que estén dispuestos a seguirle prestando con regularidad a Kiev.

Más importante, es la guerra comercial en la que los aliados atlantistas ya se comportan uno como rival del otro. El proteccionismo que el demócrata Joe Biden convirtió en ley es denunciado por la UE como una violación a las normas de la Organización Mundial de Comercio. A EEUU le preocupa, en contrapartida, la dependencia comercial que Europa con China.

El FMI calculó en 2,7% el crecimiento económico global para 2023. Que sea este el porcentaje, o uno menor, depende de las dos mayores economías del mundo. De los efectos dominó de la deficiente gestión de Pekín en la crisis sanitaria de un covid cuyos contagios aumentan, y el virus de Wuhan irradian nuevamente al planeta desde China virus y pandemia. De las Reserva Federal de Washington, que seguirá aumentando las tasas de interés para someter a la inflación, calculando dosis homeopáticas de incrementos  saludables que no engendren recesión. El Banco de Inglaterra y otros bancos centrales obrarán en forma pareja, pero 2023 hará ver cada día con mayor alarma que por detrás de la decisión técnica hay un desafío político.

8. El clima empeora mucho, pero después mucho más

Después de la Copa FIFA 2022 en el emirato de Qatar, la COP 2023 será en los Emiratos Árabes Unidos (EAU). La Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre los Cambios Climáticos n° 28 se reunirá en Dubai. Y decepcionará tanto, o más, que los nos. 26 y 27. Porque, nuevamente, la economía importará a las grandes  y medianas potencias reunidas más que el medio ambiente. Y porque volverá a dominar la ilusión de que sólo las urgencias de corto plazo de la economía son impostergables.

El resultado más probable es que en 2023 sean peores los efectos mundiales del recalentamiento global. Hasta que posteriores registros los clasifiquen, sin embargo, como mejores que los de 2024.

9. Latinoamérica, las masas y las lanzas

La asunción de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia en Brasilia el primer día del año a los 77 años de su edad y en el tercer mandato de su vida política, rubricó la mayoría que toca en 2023 a los progresismos en el gobierno de los Estados latinoamericanos, desde México hasta la Argentina. Aun cuando, como en la presidencia brasileña o la vicepresidencia argentina, los protagonistas sean los mismos, aun cuando, como en Bolivia o Venezuela, los gobernantes sean sucesores directos de los anteriores, se trata de una configuración nueva de la izquierda regional, antes que un regreso de la ola rosa de los años 2000.

Resulta evidente que los condicionamientos exteriores han cambiado para siempre en la región. Después del crac que siguió al boom de las commodities. Después del clímax de la pandemia. Después de diez meses de una guerra en Ucrania sin fin a la vista. Menos manifiestamente, más irrevocablemente, en veinte años se ha rejuvenecido la demografía y la ‘estructura de sentimiento’ de la sociedad es hoy diferente. Los electorados que votaron por esos liderazgos de izquierda que llegaron al poder,  les  dieron victorias de margen muy estrecho. (Salvo en Bolivia, por repudio al golpe de 2019) Estos electorados reclaman reformas sociales y económicas urgentes, pero se desinteresan, cuando no repudian, las revoluciones políticas y culturales.

Las élites políticas de las izquierdas en funciones tienen agendas y prioridades que advierten que generan una solidaridad más tenue aun en sus electorados ‘de primera vuelta’. Al que también encuentran intransigente en sus demandas de seguridad y de alivio a la carestía de la vida. Esas élites, sin embargo, no pueden sustraerse a las disputas internas por el poder, y buscarán implicar a las sociedades para ganarlas. Evo Morales busca la candidatura del MAS en las próximas presidenciales bolivianas, que reivindica como suya propia el actual presidente masista Luis Arce. Fracasado con estruendo, repudiado abrumadoramente por el 62% de los votos el proyecto renovador de Constitución chilena para sustituir a la actualmente vigente desde 1981 que hizo redactar Pinochet, el gobierno de izquierda de Gabriel Boric aprovechará el cincuentenario del golpe de 1973 para hacer campaña por el sí a una nueva versión constitucional progresista.

Uruguay, Paraguay y Ecuador son las tres excepciones mayores que le evitan al mapa sudamericano un rosado monocromático. Tres gobiernos de derecha centrista, ni neoliberales en la economía ni neoconservadores en sociedad, presiden tres países comparativamente prósperos.

El presidente centro derechista ecuatoriano Guillermo Lasso enfrenta al crimen organizado y la pérdida del poder del Estado sobre la totalidad de su territorio con políticas y métodos no desemejantes a las que impulsa el chileno izquierdista  Boric ante problemas parejos en relevancia y gravedad. A lo largo de 2023 esas políticas en uno y otro país andino se irán revelando como más inadecuadas y más fatalmente insuficientes. El presidente venezolano interino Juan Guaidó perdió entidad y reconocimiento con el fin de 2022, y en 2022 Joe Biden y la Chevron se acercarán más y más a la rehabilitación del chavista Nicolás Maduro en Caracas. Tres países latinoamericanos votarán en elecciones presidenciales en 2023: Paraguay en abril, Guatemala en junio, y la Argentina en octubre.

10. Permacrisis 2023

El diccionario inglés Collins eligió permacrisis  (permanent crisis, crisis permanente) como su palabra del año): “Período extendido de inestabilidad e inseguridad”. Presidenta de la Banca Central Europea, Christine Lagarde fue la primera celebridad en usar el neologismo. En abril se lo pudo oír en boca de la economista francesa ex presidenta del FMI: “Hay quien dice que entramos en la era de la permacrisis: nos movemos de una emergencia a la siguiente. Diez años atrás enfrentamos la peor crisis financiera global desde la década de 1930. Después, con el virus chino el mundo padeció la peor pandemia desde la gripe española de 1919. Y ahora en Europa se desencadenó la peor crisis geopolítica planetaria desde el fin de la Guerra Fría”.

Las empresas de reaseguros, esas donde cotizan sus seguros las empresas que el público conoce por consumir directamente sus productos o valerse de sus servicios, empezaron 2023, anuncia el Financial Times en primera plana, con un aumento de hasta el 200% en las primas que deben pagar sus clientes. En la renegociación de los montos influyeron la inflación vertiginosa, las catástrofes naturales, y la guerra en Ucrania: tres influencias cuyo influjo no cesará en 2023.

Además de los aumentos nunca vistos en esta desproporción anual, otra contingencia se entrevé. La de que dejen de existir seguros para determinados riesgos. Como los de las catástrofes naturales. Por lo pronto, algunas reaseguradoras de empresas de logística anunciaron su voluntad de excluir la cobertura de daños derivados del conflicto ucraniano. Otras están buscando la vía de restringir o terminar la cobertura de daños en Rusia, Bielorrusia, y Ucrania.

La sucesión de crisis, si no permanente, será duradera. Y vivir será un costo más oneroso. El escenario de 2023, sea como fuere la imagen nítida y retrospectiva que dejará ver el mirador del próximo 31 de diciembre, nunca excluirá estos precios gravosos. De momento, desde la perspectiva del primer jueves del año, si todo el resto de los pronósticos fuera licencia poética, y fallara, esos precios y las interdicciones consecuentes, como la de inhibir el subirse a un avión a vastas franjas de las sociedades mundiales que quedarán en tierra, habrán dibujado un paisaje como el del verso de 1919 de la poeta norteamericana Marianne Moore: “un jardín imaginario plagado por sapos muy reales”.

AGB

 

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