Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
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La tensión entre la diversidad y la identidad: ¿hace falta actuar la verdad personal?
La pregunta sobre si exponer (o no) la identidad sexual en escena es un tema que atraviesa las artes escénicas en los últimos años. Qué les sucede a actores, bailarines y directoras de teatro que protagonizan sus propios textos identitarios o deciden encarnar papeles ajenos a su sentir.
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La identidad sexual y la identidad nacional en relación a la historia fueron temas recurrentes en las obras que participaron este año de una nueva Fiesta Provincial de Teatro de La Rioja, un escenario común para artistas y trabajadores de la cultura de una de las provincias cuya pobreza material es inversamente proporcional a la riqueza cultural que cultivan gran parte de sus habitantes.
Exponer la orientación sexual propia en una obra de teatro puede ser un dilema o un objetivo. Qué les sucede a actores, bailarines y directoras de teatro que protagonizan sus propios textos identitarios o deciden encarnar papeles ajenos a su sentir.
Mudar de piel
Gurka, Tenemos algo que contar y Sudor Seco, las tres obras seleccionadas en la fiesta que se hizo en La Rioja durante el mes de octubre se hacen eco de la identidad y la resistencia y ponen en evidencia el cruce generacional que enriquece estas producciones. La primera de ellas participará en 2025 en la Fiesta Nacional del Teatro, donde cada año converge el teatro independiente de todo el país.
El unipersonal Sudor seco del grupo Abisma tiene a Franco Cesarini como protagonista, donde un cuerpo anfibio intenta adaptarse a una nueva atmósfera. Muda su piel en un constante salir, se hace de noche para sobrevivir. Blanco, casi transparente, lánguido y delicado, Franco recuerda ser observado desde la infancia. “Me miraba todo el mundo en todos lados, me daba vergüenza, lloraba un montón de niño. Me daban vergüenza mis brazos y los escondía. Sentía esa mirada dura y me sentía triste. Después empecé a conocer gente más piola y empecé a sentir que como era no estaba mal”.
En cuarto año de bioquímica empezó a estudiar arte escénico. Como no podía pagar clases particulares, Franco se inscribió en la Universidad Nacional de La Rioja (UNLAR) para tomar clases de danzas gratis. Cree que el teatro tiene que hacernos cuestionar: “Todo tiene que ver con la identidad: las metáforas, las imágenes, lo que pasa por el cuerpo, tiene que ver con lo colectivo. Todo lo que tiene que ver con la identidad tiene que ver con la sexualidad”.
La obra Tenemos algo que contar del grupo “Los paisajes de lo propio” es resultado de un taller de actuación y escritura que tomó la dinámica de la autoficción y estuvo orientado a personas que no tuvieran experiencia. La obra habla de diversas violencias contra las mujeres vinculadas a la política, el cuerpo, la familia.
Valeria Castillo, su directora, piensa a las actrices “como sujetos que tienen su impronta, que tienen sus deseos, que construyen sentido en la escena. Son cocreadoras del hecho escénico”: “Yo venía trabajando sobre esa línea, como parte de las teorías feministas que abordan lo comunitario y desarrollan la autonomía”. Explica que es una propuesta teórica, política, ideológica y cosmogónica que surge de las mujeres indígenas de América latina, y que ella incorpora en el teatro comprometiendo el cuerpo y la voz como un acto emancipatorio.
Valeria también es actriz y licenciada en Arte Escénico: “Me parece que la identidad es algo muy complejo, que se va construyendo, no es algo fijo. Más allá de como la conocemos y si la relacionamos al contexto de dictadura, la identidad creo que hoy tiene que ver con un montón de cosas”.
Gurka, de El Pasillo Teatro, escrita por Vicente Zito Lema, aborda la historia de un sobreviviente de Malvinas, Miguelito, un chico de la calle que después de la guerra es internado en un neuropsiquiátrico. El protagonista, “Leo” Paredes, a punto de recibirse de licenciado en artes escénicas y su director, Pano Navazo, coinciden en las razones identitarias que los llevaron a elegir la pieza: “Somos dos putos los que hacemos Gurka. Podríamos haber elegido una obra que hable más de nosotros, sin embargo, elegimos una cosa que es lacerante. Porque también es lacerante ser homosexual en este país, como ser un sobreviviente de la dictadura y los campos de concentración. De la gente que volvió de Malvinas hoy son el doble de suicidados que quienes murieron en combate”.
En Casa Güemes, una vivienda que también es sala de teatro y centro cultural,Nazarena “Nachi” Rojo, ceba unos mates mientras piensa en esto de la identidad en el teatro. Es bailarina, también graduada de la UNLAR en arte escénico, responsable de la iluminación en la obra Sudor Seco y una pieza fundamental en entusiasmar a Franco Cesarini más con la actuación que con las matemáticas y los tubos de ensayo. Considera que su orientación sexual la atraviesa completamente: “Yo hago más danza y dirijo un montón y todo lo que dirijo en general es bastante gay. Si querés negarlo, podés negarlo toda la vida. Pero si lo aceptas, lo ves y es parte tuya, va a estar en todas las cosas”.
Del centro al interior profundo
A veces, quienes llegan al norte del país desde ciudades más grandes, perciben mayo accesibilidad para producir. Es el caso del bailarín, actor y director, Lucas Scott, de Berazategui, que estudió actuación en la Universidad Nacional de las Artes. Hace unos años se afincó en La Rioja y es protagonista del unipersonal Mimí, the lesbian o´killer del grupo Entremontañas, que también participó de la fiesta provincial.
En la obra, un mendigo en medio de la ciudad pregona el mito de MiMi: una vieja travesti que denuncia hacia las ánimas presentes de los episodios de lo que fue su historia. Prostíbulos, ratas, guerras, travestis, carne, amores, vestidos, cocaína, bailes, mugre, asesinatos a sangre fría y música. La vida y La muerte bailarán como amantes solo por una noche. Dos años antes Lucas fue con la obra a Belén, en Catamarca. “De repente la mitad del pueblo estaba yendo a ver la obra que trata de una travesti. Gracias a ese contexto teatral la gente pudo reflexionar y hablar de compañeras que se murieron. Cosas que vemos, que existen y que se pueden reflexionar de otra manera”.
Para Lucas la identidad en el teatro es algo “más existencialista”: “Tiene que ver con quiénes somos, de pensar la identidad de la memoria que trae une a escena o justamente de las esperanzas, las distopías, las utopías. Creo que la identidad cruza todo el teatro desde Shakespeare y su ‘ser o no ser’, y que se pueden poner en escena esas preguntas”. Entiende que en la traducción se pierde algo de la magia de este texto mítico del dramaturgo inglés porque to be es ser y estar al mismo tiempo. “Entonces también involucra dónde estoy yo, qué historia traigo, y ahí se puede involucrar el género, se puede abrir desde ese lado: quién soy hoy y que eso se lleve a escena. Y no por eso se transforma en una autoficción”.
Si bien con humor también cuenta historias trágicas, el actor de Berazategui se resiste a pensar en una única manera de poner el cuerpo: “Para mí no existe una única fórmula, así como las identidades de género sobre las disidencias sexuales que es una amplia gama de formas y colores, no existe una única manera. Hacer una única fórmula nos vuelve parte del sistema al mismo tiempo”.
La escena teatral riojana hoy muestra ese cruce generacional de quienes dialogan en esta nota y las autoras y autores con los que se nutren. Sus experiencias de vida, los contextos históricos y el devenir de esas experiencias.
Descubrirse bailando en un boliche
Contrario a lo que suele suceder con los bailarines que comienzan desde muy pequeños, de niñoFranco no tuvo actividades con el cuerpo. Como el menor de cuatro hermanos, se recuerda a puro videojuego, nada de deporte. Su descubrimiento de la danza fue bailando en un boliche y fue la puerta de entrada para expresarse en un escenario. “Y soy maricón, soy esta bicha rara, a veces en femenino, a veces en masculino, soy como una cosa fluida y todo eso está en las cosas que creo. Son monólogos. Está todo puesto en escena, el cuerpo, la sexualidad va a aparecer, la historia va a aparecer. Sobre todo en una situación escénica donde estás solo y tu cuerpo puesto ante otros”.
Sus piernas largas, infinitas, como sus brazos, se acomodan en la silla mientras explica que Sudor seco nace de personajes y paisajes de acá, de La Rioja: “Tiene que ver con mi vida, con lo que yo viví”. Bromea que es una especie de danza karaoke, una obra en la que canta y baila en escena y juega con el sonido.
Ser lo que une quiera ser
Hace más de 10 años Valeria encarnó a la creadora de los jardines de infantes, Rosarito Vera Peñaloza, en una intervención artística para oponerse a que una escuela se convierta en shopping. Ella no cree que sea una obligación ponerle el cuerpo a la identidad sexual en el teatro. “Cada cuerpo es una historia particular. Cuando entrás en las artes en general, uno nunca deja de ser uno y ese cuerpo tiene una historia, un recorrido, una experiencia, una vida, tiene deseos, orientaciones, virtudes, defectos. Ahora, ¿qué cosas representamos en esa ficción? Es como que pareciera que lo único que nos identifica es nuestra sexualidad”.
Acostumbrado ahablar de la sexualidad aún en los tiempos históricos más oscuros del país y en sociedades pequeñas, el director Pano Navazo que protagonizó el unipersonal “Crónicas sonoras de Pedro Lemebel”, donde hace suyas las historias del escritor, cronista y activista LGBT chileno, coincide en que revelar la identidad propia no puede ser una obligación: “En el teatro isabelino de la época de Shakespeare las mujeres no podían actuar, los varones hacían los personajes femeninos y las mujeres solo podían ser espectadoras. Ahí no había rollos con la identidad. Y en esas obras los personajes de las mujeres eran muy estereotipadas, entonces no había una representación de la identidad sino un remedo de algo”.
En un país donde ser artista casi siempre es un oficio o profesión que se comparte con otra actividad que ayude a pagar las cuentas,Leo Paredesasegura: “Soy actor, me dedico cien por ciento al teatro, vivo de esto”. Integra un elenco estable municipal y dos grupos independientes. Para él, poner el cuerpo es el grado de exposición que uno asume en escena. “No es exhibir un cuerpo de determinada manera, sino exponer. Y tiene todo un compromiso político. Siempre pienso en cómo eso que llevo a escena no se identifica con un personaje en particular sino que es muy amplio, muy abierto, que muchas personas pueden ver en esa actuación similitudes con lo que ven en la vida diaria.”.
“Quién podría tolerar tanta opresión, sudando,gimiendo bajo el peso de una vida molesta si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte (...), se preguntaba Shakespeare en Hamlet.
¿Hacer o no hacer?
Las brechas de género, la desigualdad y la discriminación a la hora de seleccionar los, las, les personajes de cine y teatro, es parte de la reflexión que necesitan les artistas a la hora de ampliar los espacios de desarrollo. Y es parte de la polémica actual adherir u oponerse a que determinados personajes sean encarnados por quienes transitan lo mismo en su propia vida.
Para Nachi la visión, por ejemplo, de que sólo las personas trans puedan hablar de cuestiones trans, resulta un limitante: “Mientras más personas hablen de este tipo de cosas, es mejor, siempre. Pero sí deben trabajarlo con cuidado, buscar la manera para que eso quede bien reflejado y no se desdibuje y quede como una sátira lo que es una tragedia, de pronto”.
Leo cree que es un universo a explorar para romper con el estereotipo. “De hecho el arte contemporáneo rompe un poco con esa idea de lo hegemónico, de lo vinculado al physique du rol, que exige un determinado tipo de físico para interpretar a un personaje en escena.
Valeria Castillo aboga por más espacios donde todes estén representados. Es una de las creadoras del festival Fucsia La Rioja, para visibilizar las problemáticas del colectivo LGBT: “Hay mucha homogeneidad y diferencias dentro de la diversidad, como en cualquier sector o grupo. Tenemos en común la desigualdad, también en el teatro y el cine”.
Cuando Pano contó que era gay todavía era monaguillo. Más tarde desafío al conservadurismo riojano cuando decidió ser padre. Como director no cree que el género deba definir qué personajes interpretar. “No creo que porque sos puto tenés que hacer de puto o cosas parecidas”, asegura y cita la serie “El secreto del río”, sobre la historia de las muxes en Oaxaca (México): “El personaje que luego pasa a ser trans, en realidad lo hace una actriz, una niña. Es maravilloso. Yo le creí tanto tanto tanto a ese personaje y sí me preguntaba en esos ademanes afeminados que le aparecían al personaje cuando era niño, que son muy de los maricones cuando somos niños. Me creí tanto lo que me contaron de ese niño. Hay algo de la corrección política en oponerse a esto”.
Interpretar lo incómodo
Cuando, además de participar en un grupo independiente donde se crea con mucha libertad, formas parte de una compañía oficial, ciertos roles conflictúan. En la compañia Danza Escénica Riojana, Franco interpreta a un varón heterosexual en una pareja de paisana y gaucho: “Al hombre le toca levantar a la mujer y lo paso mal, tenés que demostrar fuerza. Son cosas que tengo que hacer y que no me gustan para nada. Cosas que tengo que hacer porque soy ‘varón’”.
Las reacciones de Franco varían. “Se verá hasta donde me sale. Te haré un berrinche, un escándalo, pero hay que intentarlo. Pero hacer un varón machirulo y maltratar, que ponen cierta violencia injustificada a veces, o zamarrear a una chica en escena, o fingir un deseo, eso no haría. Poné a alguien que lo sienta un poco más.”.
Cómo abordar los personajes es justamente la gracia de hacer ficción para Lucas. En la obra,La mala hora “hay personajes muy marcados, siluetas muy violentas o muy violentadas. Tuve muchos procesos y discusiones de cómo pensar la obra. De cómo mi identidad teatral se pone en juego y qué me interesa decir con eso. Y a partir de las palabras, del gesto, de la voz, ir componiendo esas siluetas, esos personajes llevándolos a un lugar de caricatura, también permite ablandar la situación y no volverlo tan realista”.
En otros espacios a Lucas le tocó hacer de “macho”. Y le resulta difícil, reconoce. “Es inherente a mí mostrar mi feminidad, mi mariconés, pero por el trabajo, el entrenamiento en la actuación, se puede llegar a esos lugares a partir de cosas técnicas. No todo en escena tiene que ser bonito. Mostrar es parte de nuestras experiencias en la disidencia. Y si encarnamos a esos personajes, es para encarnar al opresor y demostrarlo”.
PC
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