Alice Gorman, arqueóloga espacial: “Los objetos que dejamos en la Luna son tan valiosos como los de la Mesopotamia”
Uno de los aspectos más fascinantes de las conferencias, libros y artículos de Alice Gorman es que nos hace mirar la carrera espacial de una manera completamente diferente. Para ella, los restos de la sonda Huygens en la superficie de Titán o el disco de oro de las sondas Voyager son objetos con el mismo interés científico que los tesoros de un mausoleo romano o la tumba de un faraón: artefactos humanos que nos ayudan a entender quiénes somos y cómo nos adaptamos a diferentes ambientes.
A sus 60 años, esta científica australiana, que comenzó su carrera estudiando el pasado de las culturas aborígenes, se ha convertido en el gran referente de la arqueología espacial, una disciplina rompedora y atrevida que invita a utilizar las herramientas que se han usado para indagar en nuestro pasado y así estudiar y documentar nuestro avance hacia nuevas fronteras. En un reciente trabajo, por ejemplo, ha colaborado con los astronautas de la Estación Espacial Internacional para realizar el primer estudio arqueológico en el espacio, usando técnicas que se emplean habitualmente en los yacimientos. Por videoconferencia, y desde su casa en Adelaida, en el sur de Australia, Gorman habla sobre estaciones espaciales abandonadas, cucarachas mutantes y los riesgos de la minería espacial.
¿Es verdad que la inspiración para dedicarse a la arqueología espacial le vino mirando al cielo nocturno?
Sí. Una noche estaba mirando las estrellas y tuve esa revelación. Me di cuenta de que también estaba viendo los satélites y la basura espacial, y pensé que podían formar parte del registro arqueológico. Todo empezó en ese momento.
¿Qué deberíamos hacer con objetos como el satélite Vanguard 1, el objeto más antiguo en órbita?
Siempre he defendido que deben quedarse donde están, a no ser que haya algún riesgo específico de colisión con otros satélites o piezas de basura espacial. No hay razón para destruirlos, en parte por su significado cultural y también por respetar el principio de preservación in situ, que se aplica en la arqueología y en el manejo del patrimonio cultural. Además, si retiras o destruyes el Vanguard 1, otro satélite sustituirá su plaza como objeto en órbita más antiguo. Perdería ese valor.
Pero en el espacio no se pueden estudiar bien, ¿no?
Bueno, si lo retiras y lo haces caer a la Tierra nada garantiza que lo puedas estudiar. Personalmente me encantaría acceder a él y hacer algunos trabajos, claro, pero ya tenemos los museos llenos de artefactos. Además, cada vez obtenemos mejores cámaras para ver cosas en órbita y se puede realizar una arqueología no invasiva con estas tecnologías. Es verdad que nuestra disciplina es muy táctil y que es bastante frustrante tener estos objetos asombrosos fuera de nuestro alcance, pero se puede hacer.
Hay un lugar remoto en el océano Pacífico, llamado punto Nemo, donde se han hecho caer centenares de naves y artefactos que quedan fuera de servicio. Si se pudiera, ¿le gustaría echar un vistazo allá abajo?
Absolutamente. Es inaccesible porque está demasiado profundo para los submarinos actuales y para los sistemas de imagen remota. En ese sentido es un poco igual de inalcanzable que los objetos que tenemos en órbita, solo que en la otra dirección. Pero sí, estudiar esa acumulación arqueológica sería muy emocionante.
¿La arqueología espacial requiere adoptar en ocasiones el punto de vista de un extraterrestre?
Es una buena analogía, porque una de las cosas a las que nos dedicamos es a mirar lo familiar con extrañeza, observar las cosas como si fuéramos ese alienígena que viene de fuera, porque estamos demasiado cerca de ellas. Crear esa distancia es una magnífica oportunidad para dejar fuera asunciones del presente, desnudar el objeto igual que hacemos con los artefactos del pasado. Pero en el fondo hacemos lo mismo que otros arqueólogos, estudiar las adaptaciones humanas a diferentes tecnologías y condiciones ambientales a lo largo del tiempo. Un historiador miraría los documentos y nosotros miramos los objetos materiales, que a menudo cuentan una historia diferente. Parece que tenemos una horquilla de tiempo corta para estudiar, pero pronto habrá pasado un siglo desde el lanzamiento del Sputnik.
Los aliens podrían pensar que mandamos a gente al espacio en descapotables para castigarlos
¿Qué pensaría un extraterrestre si el primer objeto humano que encontrara fuera el muñeco conduciendo un descapotable que Elon Musk envió a Marte hace unos años?
Ja, ja, ja. No tenemos ni idea sobre cómo sería este arqueólogo extraterrestre, pero lo que sabemos es que se daría cuenta de que el vehículo está increíblemente dañado, muchas partes se están desprendiendo y puede que el muñeco en el asiento del conductor (Starman) esté hecho pedazos. Probablemente se preguntaría: ¿para qué es esto? Es totalmente diferente a todo lo demás que vemos, es como si fuera el esqueleto de un gran objeto. ¿Por qué no fue preparado para el espacio? ¿Por qué enviaron algo al espacio sin protección? Quizá podrían pensar que es una forma de castigo, que hemos enviado a alguien al espacio en un vehículo descapotable de esta forma para castigarlo (risas).
No mucha gente sabe que hay dos estaciones espaciales vacías en órbita (Genesis I y II) con gran interés arqueológico. ¿Es verdad que en su interior podría haber cucarachas mutantes?
Son dos estaciones espaciales experimentales lanzadas hacia 2006 por una empresa privada que hoy están bastante olvidadas. Nunca se pretendió que nadie viviera en ellas, pero se han abandonado y son objetos extremadamente interesantes desde el punto de vista arqueológico. La historia de las cucarachas es increíble. Pusieron un montón de objetos dentro de estas estaciones a ver qué pasaba con ellos, una de ellas era un experimento con cucarachas mexicanas bastante grandes. Como esos insectos son conocidos por su resistencia —se dice que sobrevivirían a un holocausto nuclear— lo que se te venía a la cabeza era que íbamos a encontrar cucarachas mutantes en el espacio. Por desgracia, hace unos años hablé con uno de los participantes en aquella misión y me confesó que las cucarachas ni siquiera llegaron vivas al espacio, lo que me puso muy triste.
¿Cuál es su artefacto arqueológico favorito del Sistema Solar?
Te diría que las sondas Voyager, que son los dos objetos arqueológicos más lejanos que conocemos. Mi favorita es la Voyager 2, porque en general mereció menos atención. Son muy famosas por el disco de oro con mensajes para una posible civilización alienígena que portan en una de sus paredes y las dos siguen enviando señales a la Tierra después de tantas décadas. Es increíble que sigan activas y monitorizadas. Y ya sé que no deberíamos antropomorfizar a las naves espaciales, pero yo me las imagino tan lejos y tan solas, que, no sé, siento un vínculo emocional con ellas.
En el disco de oro de esas dos naves se incluyeron dos canciones aborígenes, una cultura que usted estudió en profundidad antes de dedicarse al espacio. ¿Qué significa para usted?
Es relevante por muchas razones. Una es por el hecho de que tanto los aborígenes como el resto de pueblos indígenas del planeta fueron víctimas del colonialismo europeo y sus culturas fueron destruidas y en gran medida excluidas de la edad espacial. Pensar que, después de toda esta injusticia histórica, sus voces están ahí fuera, viajando en el espacio más allá del Sistema Solar, es una idea bonita. La posibilidad de que algún día los extraterrestres puedan escuchar las voces de los aborígenes australianos lo hace especial para mí.
¿Los restos de las misiones Apolo serán algún día visitados por turistas como el Museo del Louvre?
Bueno, espero que no, porque cualquier visita turística seguramente lo destruiría (risas). Pero quizá con tecnologías para observarlo y tomar fotografías en un sobrevuelo desde la órbita...
Los astronautas de la misión Apolo 12 “Pete” Conrad y Alan Bean recuperaron partes de la sonda Surveyor 3 y las llevaron a la Tierra. ¿Se les puede considerar los primeros arqueólogos espaciales?
Algunos colegas consideran que sí, que aunque no era su intención, al tomar partes de esta sonda y traerlas de regreso, hicieron exactamente lo que habría hecho un arqueólogo. Son las primeras personas que miraron de cerca con sus propios ojos a otro vehículo aterrizado en la Luna, y eso es fascinante.
¿Puede el trabajo arqueológico en estas zonas de aterrizaje ayudar a combatir la conspiración lunar?
Bueno, en esencia ya sabemos que a estas personas nunca les convencerá ningún tipo de prueba. La sonda LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter) ya tomó unas imágenes magníficas de esos sitios en las que se podían ver hasta las sombras de los módulos e incluso de las banderas, y los negacionistas se limitaron a decir que estaba hecho con Photoshop. Pero si un día hay miles de turistas espaciales visitando el lugar y subiendo sus fotos, con medios no invasivos, les será imposible negarlo. Aunque seguro que para entonces ya se habrán movido y estarán negando otras cosas.
¿Estos objetos son tan valiosos como los del antiguo Egipto y merecen la misma protección?
Claro que sí. Cuando la gente piensa en el patrimonio cultural, tiene en mente las pirámides o en los objetos de Mesopotamia, no suelen pensar que estos artefactos en órbita o en la Luna pueden ser igual de valiosos. Para que lo valoren, suelo pedirles que piensen en el Vanguard I como el objeto humano más antiguo en el espacio, o el sitio de aterrizaje del Apolo 11, donde la humanidad pisó por primera vez la Luna. Otro de mis ejemplos favoritos son los satélites Palapa de Indonesia, que además de servir para las telecomunicaciones tienen el aspecto simbólico, pues representan la unidad de la increíble diversidad lingüística y cultural del país. Es importante conservarlo, porque es muy valioso para su cultura.
Tenemos a un montón de naciones planeando ir a la Luna para explotar sus recursos, es el mismo error del colonialismo
Dice usted que la bandera de EEUU que dejaron los astronautas es un símbolo de la colonización. ¿Corremos el riesgo de repetir en el espacio los mismos errores que cometimos en la Tierra?
Por lo menos ahora hay una mayor conciencia sobre este asunto y algo de espíritu crítico. Pero mira lo que está pasando ahora con la Luna, donde tenemos a un montón de naciones planeando ir allí para explorar los recursos minerales, el agua o lo que sea. Básicamente se trata de explotar sus recursos, y eso es exactamente lo mismo que hicimos en la era colonial, con la diferencia de que al no haber ecosistemas vivos o indígenas muchos piensan que no tiene impacto, lo que tristemente no es verdad.
¿Llegará un momento en que miremos a la Luna y la veamos en obras?
Bueno, tendríamos que realizar una serie de alteraciones muy extremas para que el impacto fuera apreciable a simple vista, pero es verdad que buena parte de lo que vemos al mirar a la Luna es el albedo, su capacidad de reflejar la luz. De modo que si hubiera muchas actividades industriales en la Luna, podría haber mucho transporte de polvo que afectaría a esa reflectividad. No es que veamos una mina a cielo abierto en su superficie o los camiones mineros en las carreteras, pero sí podríamos alterar su aspecto y su luminosidad.
¿Hemos llevado el Antropoceno al espacio?
Yo diría que sí. Este concepto se basa en que la actividad humana está creando una capa geológica identificable, perturbando los ecosistemas existentes y creando unos nuevos, producidos por los humanos. La geología de la Luna es diferente, claro, pero ya se está produciendo a muy baja escala un cambio similar y ya hemos llevado una gran cantidad de material humano hasta allí. A medida que la actividad crezca en intensidad podría suceder algo parecido a lo que supone el Antropoceno.
Si hubiera muchas actividades industriales en la Luna, el transporte de polvo podría afectar a su reflectividad
Hemos dejado decenas de artefactos en la Luna, Marte y Venus, e incluso en la mayor luna de Saturno. Por eso dice usted que son “paisajes humanos”. ¿Tenemos una idea de cuántas cosas hemos puesto a circular por el Sistema Solar?
No puedo darte un número exacto, porque depende de lo que definas como objeto puedes tener más o menos. Hay 190 objetos catalogados en el sitio de aterrizaje del Apolo 11, por ejemplo, y cifras similares en el resto de misiones lunares. Nadie ha hecho un recuento completo, pero, además de los miles de objetos de basura espacial que están en órbita y si dejas fuera los de la Luna, seguramente tenemos más de 500 naves y vehículos en diferentes lugares del Sistema Solar.
A lo largo de su carrera, ¿se ha encontrado con críticas y reticencias de otros colegas?
Por supuesto. Este es un campo que cumplirá 25 años el año que viene. Al principio muchos creían que esto no era serio, que no ganábamos nada haciendo esto. Algunos pasaron a pensar que simplemente era algo cuqui, siempre ha habido un cierto nivel de oposición a todo lo que fuera aplicar la arqueología a asuntos contemporáneos.
¿Qué han aprendido haciendo arqueología en la Estación Espacial Internacional?
Mediante métodos arqueológicos estándar hemos aprendido algo que puede sonar un poco obvio, pero que a la vez es bastante profundo. Lo que vimos fue que los astronautas adaptan sus propios espacios para su comodidad más que seguir literalmente las instrucciones de quienes idearon y diseñaron las instalaciones en la Tierra. Uno podría pensar que es evidente, pero el hecho de demostrarlo con pruebas arqueológicas significa que hay un problema con el diseño de la estación, que es ineficiente. Y eso es emocionante, porque implica que un montón de ingenieros, psicólogos, nutricionistas o lo que sea, se juntaron a pensar en cómo viviría esta gente en el espacio y se saltaron algo muy importante.
La arqueología nos sirve para entender que el Sistema Solar es nuestro hogar, que este es el lugar en el que vivimos
Uno de los aspectos que más nos interesan es que los astronautas viven en un ambiente de microgravedad, pero ellos hacen su propia gravedad usando el velcro, al que pegan todo tipo de objetos. Y lo que vimos fue que una zona con mucho velcro que estaba pensada originalmente para trabajos de mantenimiento, fue usada en su lugar por los astronautas para colocar objetos.
Usted dice a menudo que sus trabajos deberían servir para que nos sintamos más conectados con el espacio. ¿Cómo deberíamos pensar en el universo gracias a la arqueología?
La gente está acostumbrada a pensar que el espacio está vacío, que las estrellas son fantásticas, pero que el espacio que nos rodea en el Sistema Solar está muerto. Y creo que podemos ayudar a hacer que pensemos en el espacio como algo más próximo, algo con lo que nos podemos comunicar y con lo que vincularnos emocionalmente, como sucede con las sondas Voyager. El estudio de estos artefactos nos ofrece una idea de que la Tierra se extiende hasta las sondas Voyager 1 y 2, con las que aún nos comunicamos. No es una línea continua, pero sirve para entender, desde una nueva perspectiva, que el Sistema Solar es nuestro hogar, que este es el lugar en el que vivimos.
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