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Qué ver en el teatro en las vacaciones de invierno
Crítica
Después de su lograda trilogía villera, Mariana “Cumbi” Bustinza presenta su primera obra infantil

La magia de todas las cosas, teatro en Buenos Aires
9 de julio de 2022 00:52 h

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Ella firma incluyendo el segundo nombre con que la rebautizaron sus amigos de la villa: Mariana “Cumbi” Bustinza. Lo de “Cumbi” alude a su pasión total por la cumbia -ese género musical nacido en los márgenes, en los ’90- que esta actriz, directora y dramaturga incorpora habitualmente a sus obras en las que suele transmitir la vivencia, el lenguaje, las costumbres, la problemática de los barrios bajos. Lo ha hecho, por caso, a través de obras tan exitosas en el alternativo como Menea para mí (2015, que permaneció varios años en El Extranjero, casi su segundo hogar) y Lo que quieren las guachas (2019, aún en cartel), espectáculo este donde MCB se anima a acercar e intercambiar a personas de la villa con las que están del otro lado del muro, la clase media.

A la dimensión social, siempre tratada con conocimiento y empatía, sin hacer miserabilismo pero sabiendo tocar el corazón del público, Bustinza suma la dimensión artística recurriendo a la comedia musical, marcando el machismo de algunas letras cumbieras y proponiendo las propias. Quienes hayan visto Lo que quieren…, difícilmente olviden a personajes como Owen, el vendedor de medias, o a Mariela, la travesti que tiene dos hijos que eligió adoptar. En esta obra, además, aparece crudamente planteada -cuando aún no existía ese derecho localmente- la diferencia entre el aborto que puede hacerse practicar la chica de clase media, y el riesgo que corre la villera pobre.

Bueno, resulta que en estos días Mariana “Cumbi” Bustinza sorprende con un estreno para niños/as donde suena y se baila cumbia. La magia de todas las cosas es su título y la historia remite a una chica que quiere cantar pero el padre se opone (después se sabrá por qué), mientras que la madre la apoya sin rodeos.  Una obra que ofrece -salvando algún parlamento fuera del alcance de la gente menuda- amenidad, gracia y color para contar este camino de crecimiento y aprendizaje. Curiosamente, el parlamento en cuestión se refiere, con acento moralizante, a el Esteco, pueblo salteño que desapareció por causa de un terremoto a fines del silo XVII. Y que, según hallazgos recientes, no fue ni tan hispánico ni tan rico ni tan pecaminoso como cuenta la leyenda amasada a través del tiempo, y que en el espectáculo el tío Zol da por cierta. En 2020, el Fondo Cultural de Salta publicó un libro que demuestra la verdad histórica, fruto del trabajo de Julia Simioli, María Maschaff y Ana Porter.

Pasando por alto este relato desenfocado, La magia… acierta al narrar el devenir de Belu, la chica voluntariosa y perseverante que no se amilana ante la adversidad, pasa de su pueblo al campo (“para aprender a comportarse como señorita”, dice el papá alunado), retorna a casa y, pasados unos añitos, zarpa hacia la capital, siempre con la anuencia y de su mama costurera (que Chechu Vargas hace con deliciosos recursos de comediante). La gran ciudad recibe a Belu con altos edificios, mucho ruido y alguna aspereza, pero ella no se rinde y hace raudamente su recorrido llegando a enfrentarse con villanos de una discógráfica. Empero, será en su pueblo donde conseguirá que sus deseos profundos se cumplan, integrando a otros personajes, entre coreos y canciones.

Aunque, como es tradición en espectáculos infantiles, Bustinza trabaja con ciertos estereotipos familiares -padre admonitor, madre indulgente, tío y tía del campo afables y bondadosos, empresarios pérfidos- en el transcurrir de la historia se reserva algunas sorpresas. Y en la estadía con la “familia gauchita cumbiera”, la autora se permite incluir varios versos del Martín Fierro, amén de viejos dichos camperos que son replicados con otro lenguaje por el hijo adolescente, que pide que no lo bardeen.

Las letras de las canciones son sencillas, descriptivas, funcionales. La escenografía se compone de figuras geométricas pintadas que van rotando para representar un pueblo, una casa modesta, la edificación de la gran ciudad, el campo; asimismo, fueron reciclados y coloreados los típicos cajones de botellas que cumplen distintas aplicaciones. Un vestuario diseñado con imaginación caracteriza a los personajes, sumado a pelucas diversas que aportan una cuota de fantasía alegremente disparatada (los trajes de los villanos viperinos; el pelo en llamas de la mamá y azul eléctrico para el papá). Todo puesto en valor por las luces.

Bustinza, que en esta ocasión comparte la dirección con Martín Goldber, siempre supo conducir a sus elencos obteniendo loables resultados. En La Magia…, Milagros Zabaleta comunica encanto y transparente sinceridad en el rol de Belu; la antes citada Chechu Vargas se desdobla con ductilidad en la tía del campo y en la villana verdosa, al igual que Juan Martín Zubiri lo hace con el padre, el tío y el codicioso empresario. El resto de los/as intérpretes acompaña con entusiasmo y convicción.

Lo último, pero no lo menos importante: vale recordar a las personas adultas (padres, madres, tíos/as, abuelos/as, etcétera) que lleven a peques al teatro a ver una obra, que la salida también puede ser gratificante para ellas y ellos: aparte de pasarla bien con el espectáculo, un plus reside en compartir la ilusión, incluso la ansiedad cuando se apagan las luces de la sala y se ilumina la escena para compartir esa práctica artística milenaria que propone el hecho teatral. Es decir, ingresar a la par con niños y niñas a ese universo paralelo que nos transporta fuera de lo cotidiano. Y dejando de lado las pantallas, asistir al hecho vivo colectivo que tiene su ritual, que implica ese acto de fe que nos permite creer en las convenciones del juego escénico.

La magia de todas las cosas, en El Método Kairós, El Salvador 4530. Sábados a las 15 hasta agosto. En vacaciones de invierno, también martes y jueves a las 15. Entradas a $1500, por Alternativa Teatral.

MS

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