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Entrevista

Maruja Torres: “Cada tres generaciones hay un país que se suicida porque olvida lo que les pasó”

Maruja Torres, en la redacción de elDiario.es

Elena Cabrera

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Maruja Torres escribió un libro urgente, como lo es toda crónica. Redactada durante un año con las ráfagas de presente y pasado en las que se ve envuelta y revuelta. Acercándose a los 80 años, la escritora y periodista se había instalado en una rutina confortable de amistades y meriendas-cenas pero, otra vez el periodismo, en forma de programa de televisión (Lo de Évole) y columna radiofónica (en Hoy por Hoy), la hizo espabilar.

Y ahora, con 81, un libro, que empezó como unas notas tras hacer testamento, luego tomó forma de diario y al final le quedó un ensayo personal, donde se la escucha respirar en cada línea, y que bien podrían ser unas vitalistas disposiciones finales, como diría el notario, pero para sus lectores. 

—Vamos a hablar de su nuevo libro, Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo (Temas de Hoy). En él define las redacciones de periódico, al menos las antiguas, “con su tufo, sus mierdas, sus puñaladas traperas, sus pisotones, pero también como un hogar y una guarida siempre abierta”. ¿Siguen siendo necesarias?

—Pasa como con el sexo, que todo está cambiando. Todo va a ser ciber. En el mundo que viene vamos a ser mitad prótesis, mitad comunicación individual desde casa o desde donde sea, con el teléfono o con un aparato que inventarán. Las redacciones siguen siendo importantes porque el contacto humano lo es. Aunque cada vez hay menos humanidad en las redacciones. Hablo sin nostalgia, no quiero que todo vuelva a ser tan difícil. No quiero que no se pueda transmitir instantáneamente, como hacemos ahora, pero me gustaría que se pudiera hacer reflexionando. Y creo que es muy importante que los compañeros se conozcan y que se intercambien ideas, no solo compitan.

—En el libro habla de los jefes y también de que se formó en un tiempo donde a los periodistas no se los felicitaba cuando hacían algo bueno.

—Eso era bueno. Me hubiera gustado mucho que me llamaran y me dijeran: “Hombre, bien te ha salido”. Solo me llamaban para decirme: “Esto es una puta mierda, repítelo”. Cosa que también era buena. Era el equivalente de tener maestros. He recibido algún elogio, como de Miguel Ángel Bastenier, que en paz descanse, que te da una palmadita y te dice “muy buena la tuya de Maradona”. Eso es muy agradable. Pero yo creo que con los periodistas hay que ser firmes, para enseñarles el oficio. Que no se crean que este es un oficio de rosas.

—Para que no se creen lo que usted llama periodistas blandengues.

—Exacto. El periodista no puede ser blandengue. Puede echarse a llorar luego en casa pero se sale llorado de casa y se vuelve a casa a llorar. Tú estás intentando encontrar los hechos para describirlos, sean los que sean, porque siempre hay hechos. Lo de la verdad ya es más relativo porque hay muchas verdades, pero los hechos son los hechos.

—¿Cree que esos principios se están perdiendo?

—Creo que está habiendo un cambio enorme. Se está mezclando mucho el periodismo con lo que sería el gnosticismo asustadísimo. No sé cómo llamar a este fenómeno que aumenta, que cualquiera puede poner cosas en las redes, aunque yo adoro las redes, soy muy adicta.

—El libro se titula, como decíamos antes, Cuanta más gente se muera, más ganas de vivir tengo. ¿Es su mejor titular?

—Yo creo que sí. Para este libro sí, porque además tenía otro mucho más adocenado. Es un poco escandaloso, pero eso es bueno para un libro. Muchas librerías lo han puesto visible por el título. Y por la portada, que es muy bonita. La idea está bien porque parezco Hamlet con la calavera. El vaso de whisky al lado, los libritos y mi sofá. Y con ese fantasma que está a punto de llevárseme.

—La idea de hacer un libro pensando en las conclusiones, en la muerte, en lo que uno ha hecho o no, en lo que deja, ¿le rondaba ya a usted o la convencieron?

—Me rondaba desde que hice mi testamento vital. Tomé notas en la tarjeta de la enfermera que me ayudó a rellenar los papeles. Dos o tres personas me dijeron ¿por qué no haces un dietario? Hasta que apareció el editor de Temas de Hoy y me convenció para hacer un libro. A la mitad, en el capítulo 20, le llamé y le dije: “No sé qué más contar”. Y me dijo: “Es que lo cuentas todo con mucha síntesis, otro con lo que ya has contado hubiera escrito dos libros”. Y le dije pues esto es lo que hay.

Entonces se me ocurrió hacer un intermedio, un “visite nuestro bar” como en los cines de barrio hacían cuando yo era pequeña, y empecé a deshacer. Hice el capítulo 20, hice el 19 y así hasta llegar otra vez al epílogo que enlaza con el prólogo. Fui creando el libro y su forma mientras lo iba haciendo, que es una cosa que me pasa bastante. Yo no hago esquemas de los libros, lo que hago es tener muchas ideas. Un cuaderno con muchas notas. Tachar. Dejar ese cuaderno con otro. Al final, no usar ninguno. Soy anárquica. Es como entrar en un trastero a oscuras. Esto sí, esto no. Me gusta porque me sorprende a mí misma. Me excita y me convierte en la palabra escrita de una mujer mayor, que tiene menos movilidad que cuando era joven. Y se convierte en una aventura de movimiento.

—Muchas mujeres, periodistas especialmente, son las que le vienen a decir cuánto las influyó. ¿Y a partir de ahí, cree que es posible que también haya un estilo Maruja Torres que también haya sido influyente?

—Yo creo que lo que ha habido es más que nada una especie de “mírala, se puede hacer”, pero no el estilo. Las copias son malas. Yo veo mujeres extraordinarias que trabajan ahora y tienen su propio estilo. Lo que pasa es que a lo mejor han visto durante tantos años una señora de mi edad haciendo realmente lo que me salía de esa parte contratante, que resulta que la has animado a defender su estilo, que es una cosa que siempre defendí.

—Pensando en la sociedad actual que tenemos, hay un sector de los jóvenes y adolescentes de ahora, entre los 15 y 20 años, que yo no sé si es que leen poco o han estudiado poco, que tienen ideas muy cercanas a Vox y a entender el franquismo como algo vintage y divertido que pasó antes.

—Esta ha sido la gracia de los de los trumpistas, de los bolsonaristas, de los diazayusistas, de toda esta gente. Soy buena y les llamo gente. Vendiendo eso como lo más moderno. Como no hay memoria, cada dos o tres generaciones hay un país, una sociedad, que se suicida porque han olvidado lo que les pasó. Y eso pasa en muchos países, está pasando. ¿Entonces, qué pasa? Que la gente joven no se ha nutrido bien desde casa y desde la escuela. Hay mucha gente joven de los que van a manifestaciones, de los que están. Pero luego hay una gran masa que no tiene nada entre las orejas, y eso se llena de mierda con una facilidad espantosa. Porque no hay nada más fácil que que las moscas vayan a la mierda. Mucho más que que vayan a la miel.

—Le preocupa, entonces.

—Me preocupa mucho. Pero también te diré que tengo 81 años. Tengo una esperanza de vida, por antecedentes familiares, así como de 87. Y espero irme sin preocuparme por lo que queda, porque cada generación ha tenido lo suyo. Cada generación que bregue con lo que le toca luchar y que luche.

No creo nada en la ciudadanía. Yo tengo amigos y creo en ellos. Me gusta mucho descubrir gente buena, inteligente y que dice las cosas. Pero en la masa en general no

Maruja Torres Escritora y periodista

—Usted ha vivido tiempo en Beirut.

—He vivido mucho yendo y viniendo. Y luego cinco años allí sentada, pasándolo bárbaro y sintiéndome muy viva en todas las situaciones. Hasta que lo comprendí.

—Ahora que Israel está amenazando con abrir guerra en el Líbano…

—Yo no creo que lleguen a hacer guerra. Creo que los americanos están concediéndoles el exterminio de los palestinos a cambio de que mantengan ese ten con ten en el sur del Líbano, porque Hezbollah podría hacer mucho más daño del que les está haciendo. Creo que Irán se está mostrando muy prudente, mucho más que Netanyahu. La lección que estamos sacando aquí es que Irán, con todo lo que odiamos ese régimen teocrático y lo que les hace a las mujeres y a no pocos hombres, está políticamente mucho más maduro.

—¿Por qué?

—No va con todo porque si va con todo y se arma, estamos perdidos porque Estados Unidos tiene que intervenir a favor de Israel y sería un desastre. Lo que es cierto es que esto acabará en tragedia, como ya está sucediendo. Es lo que ha ocurrido siempre: Israel siempre gana porque siempre tiene a los poderes del mundo a su favor, ha desarrollado en 76 años una red de ayudas y de lobbies específicos actuando en todos los países y se ha trabajado muy bien el complejo de culpa que se tiene en Europa.

Ahora vemos para lo que sirve la ONU, como en la película Hammarskjöld. Lucha por la paz (en Filmin), sobre el secretario general de la ONU cuando en la descolonización de los países africanos se la juraron los empresarios que querían poner un títere local para que les dejara seguir haciendo los negocios. Y claro, lo mataron en un accidente de avión y no se dijo hasta mucho tiempo después. Son los países que forman la ONU y sus intereses lo que está funcionando en este momento, no su presidente. Hay una red de intereses en la Unión Europea y eso empieza en Estados Unidos, que son los que siempre les han facilitado dinero en armas a los israelíes.

—Si usted fuera redactora jefa de Internacional de un periódico, ¿dónde mandaría a los reporteros? ¿Qué preguntas les pediría que contestaran en sus reportajes? 

—Yo iría a saco a Israel, a los intelectuales, y les pondría la realidad delante. “¿Qué dice usted de esto?”. Y una vez hecho eso, me iría a los judíos del mundo con lo mismo. Porque no nos dejan entrar en Gaza. La gente que está en Cisjordania y Jerusalén está haciendo todo lo que puede por informar pero en medio de una impotencia total, porque el mundo ya siente una indiferencia atroz. Hasta que no maten a 12.000 a la vez, no reaccionarán en los periódicos. En España ha salido bastante en comparación con lo que ha sido Italia, Francia o Alemania. Es como si no ocurriera.

—Es difícil hablar de ciertos temas. Hay una noticia reciente que creo que le va a interesar porque une dos pasiones suyas, que es la información sobre esta región y el cine. Y es que más de 700 actores exigen a su sindicato que deje de guardar silencio y se posicione, que pida un alto al fuego y que defienda a los actores que están siendo boicoteados en Hollywood. 

—El pobre Mark Ruffalo está desde el principio definiéndose. Y nuestra queridísima Susan Sarandon. Tenían que hacerlo todos los gremios, porque han matado a muchos médicos, a muchos periodistas. Cuando muere un periodista palestino llega otro, coge el teléfono, coge el chaleco del que muere y se convierte en periodista. Eso es una lección que me pone los pelos de punta. ¿Qué podemos hacer? Supongo que ya nunca se producirá una manifestación masiva como la del No a la Guerra de Irak. También creo que les importa un comino a los que mandan. Ellos tienen muy claras las cuentas. 

Lo de Hamás fue una carnicería salvaje que jamás en mi vida se me ocurriría, ni por asomo, aprobar. Pero sería mucho más interesante que lucharan juntos los ejércitos y dejaran a los civiles en paz. Pero eso es imposible porque es un territorio muy pequeño y lo quieren los israelíes. Lo que me resisto es a llamarles terroristas porque me parece que si a mi me hubieran ocupado la tierra 76 años atrás y no me dejaran mi casa o me permitieran solo ir una vez al año para arreglarles el jardín, a lo mejor yo también me convertiría en eso que es Hamás. No lo sé. Tengo mucha suerte de no haber sido puesta a prueba. No me gustan nada, es un atraso para todo, no volveremos a ver mujeres sin el velo en Palestina porque va a ser signo de nacionalismo y resistencia. 

—Cuesta que la ciudadanía se active. 

—No creo nada en la ciudadanía. Yo tengo amigos y creo en ellos. Me gusta mucho descubrir gente buena, inteligente y que dice las cosas. Pero en la masa en general no, las masas hacen las guerras, se dejan llevar por cuatro canciones, cuatro himnos, cuatro banderas. Pero pregúntame algo divertido.

—Vale. Por ejemplo, parece que tiene un papelito en una serie de Borja Cobeaga y Diego San José el año que viene, que se llama Su Majestad.

—Es un papelito. Absoluta ficción. Hago de periodista mayor. Prestigiosa. Pero si hiciera de mí misma no hubiera hecho las preguntas que ponía en el guion. Fui muy obediente. Yo creo mucho en Borja Cobeaga porque me gusta mucho.

—Es una serie sobre la monarquía.

—No quiero spoilear, pero yo entrevisto a un príncipe huidizo, por así decirlo. Esto fue muy bonito porque era un actor extranjero muy dulce. Y estuvimos comiendo juntos antes y nos fuimos dando confianza mutuamente el uno al otro porque estaba tan acojonado como yo. Lo pasé muy bien.

—¿Es la primera vez que hace algo así?

—Primera vez. Pero desde aquí me ofrezco para hacer de vieja sentada en algún sitio.

—Me da la sensación de que se está lanzando a hacer cosas cuando estaba tranquila viviendo otro tipo de vida.

—Estaba llevando una vida de retiro, digamos. Y de repente Àngels Barceló me llamó para la SER y tuve que espabilar, ponerme las pilas y volver. Yo en cuanto sale un jefe, me pongo a obedecer y escribo. Luego salió la entrevista de Jordi Évole que me resucitó mucho. Y puede que haga alguna cosa más, es como empezar una nueva oportunidad a los 81. Tengo una segunda chance y veremos a dónde me lleva. Estoy en manos del destino.

Video de la entrevista completa

Vídeo: Nando Ochando 

EC/CRM

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