Incertidumbre electoral y expectativas de devaluación, detrás de una semana caliente para el dólar blue
El viernes el dólar blue cerró a $185. Después de meses de calma, se sucedieron ocho jornadas consecutivas en las que no paró de escalar. Solo en julio acumuló $17, lo que elevó la brecha con el valor del dólar oficial mayorista por encima de la barrera del 90%. La divisa paralela no está todavía en los niveles de récord de octubre de 2020, cuando tocó los $195, pero se acerca y genera preocupación, además de todo tipo de especulaciones. Faltan casi dos meses para las elecciones primarias y cuatro para las generales, el escenario que tiñe gran parte de estos movimientos.
En los últimos días un economista que es candidato a legislador porteño, Roberto García Moritán, anticipó un dólar a $400. La proyección fue desestimada por analistas de las orientaciones más diversas, pero resulta difícil anticipar cuál será el techo que encontrará el blue, porque los factores que alientan la cotización son múltiples y de naturaleza diversa. “Como es un activo financiero, el dólar puede alcanzar cualquier valor, incluso reflejando un precio de pánico, exagerado, no compatible con los fundamentos macroeconómicos”, explica Juan Ignacio Paolicchi, economista de la consultora Empiria.
Si bien el dólar paralelo cerró a $10 de distancia del valor máximo que alcanzó en 2020, la diferencia en términos reales es más amplia. Según los cálculos de Paolicchi, el pico de $195 al que llegó en octubre pasado —y que motivó un nuevo ajuste del cepo— equivaldría a $225 al día de hoy, con las distintas variables actualizadas.
Más allá de la imposibilidad de hacer predicciones certeras, el economista anticipa que la trayectoria del blue estará fuertemente signada por lo que suceda con la emisión monetaria. “Si en el segundo semestre el Gobierno acelera los paquetes fiscales que ya empezaron a aparecer con los bonos a jubilados, adelantamiento de pago de AUH, devolución de Ganancias, es probable que se financie con emisión y se traslade al cambio paralelo, lo que puede llevar a una brecha más alta de la que estamos viendo”, apunta. De hecho, considera que la brecha en torno al 90% actual se explica no porque se haya emitido mucho hasta ahora —el primer semestre cerró incluso con una balanza fiscal casi en equilibrio— sino “porque el mercado descuenta que se va a emitir más en la segunda mitad del año”.
El inicio de la última escalada del dólar coincidió con la disposición de nuevas medidas por parte de la Comisión Nacional de Valores (CNV) y el Banco Central para aumentar el control sobre los tipos de cambio financieros, el 12 de julio pasado. Si bien las normativas iban dirigidas a ese mercado, el golpe lo impactó lateralmente. Al final del día todo se trata de las señales. María Castiglioni, economista de C&T Asesores, señala que el ajuste del cepo fue interpretado como una muestra de “nerviosismo” y adelantó una dinámica que se esperaba más cerca de las elecciones.
“Se implementaron medidas para controlar las alternativas del dólar legal y evitar que se dispare la brecha por ese lado, se desaceleró la actualización del dólar oficial para enfrentar la inflación; todo esto en un caldo de cultivo que genera más demanda de dólares, porque hay más pesos dando vuelta”, apunta. Castiglione anticipa un ajuste más fuerte del dólar oficial hacia adelante, pero dice que es difícil saber si se podrá esperar a que pasen las elecciones. “Esto no quita que por cuestiones exógenas o puntuales haya algún momento en que pueda bajar el blue, pero hay más expectativa de que mantenga la suba”.
El pico de $195 al que llegó en octubre pasado, y que motivó un nuevo ajuste del cepo, equivaldría a $225 al día de hoy.
El trasfondo definitivo es el horizonte de las urnas. “Todos los años de elecciones existe una mayor demanda de dólares, no importa qué tipo de elecciones, porque siempre que se confrontan dos tipos de país y se pone en juego un cambio de reglas institucionales los argentinos buscan refugio en el dólar”, resume Diego Martínez Burzaco, economista de de Inviu.
También aparece como un factor detrás de los últimos movimientos la desaceleración del dólar oficial, que se actualiza muy por debajo de la inflación (que se mantiene en torno al 3%, 3,5% mensual), lo que alienta la dolarización. El ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial cayó debajo del 1% mensualizado en julio, frente al 1,1% de junio, 1,2% de mayo, 1,7% de abril, 2,4% de marzo, 2,9% de febrero y 3,7% de enero. “Además la tasa de interés en pesos es muy deficiente en términos de generar incentivos para el ahorro en pesos”, completa.
A diferencia de otros momentos, el Banco Central acumuló reservas en los últimos meses y tiene cierto respaldo para hacerle frente a los movimientos que puedan surgir. Las compras de dólares del Banco Central sumaron en julio más de US$1.030 millones —el mayor nivel para ese mes en diez años—, todavía ayudado por la exportación de productos primarios a buenos precios. Para el segundo semestre, sin embargo, habrá una merma de ingresos extraordinarios, con la excepción de los US$4.335 millones de Derechos Especiales de Giro (DEG) que se comprometió a enviar el Fondo Monetario Internacional.
El Banco Central utiliza estas reservas para intervenir en los distintos canales del mercado formal, aunque cada vez tiene menos margen; el mercado encuentra nuevas vías de escape. Por eso esta semana comenzó a verse mayor interés por el “dólar Senebi”, que implica una operación bilateral directa entre operadores. “El Senebi ya está 9% por encima del CCL y del blue, que se encuentra en un nivel similar. En el fondo el dólar libre refleja el deteriorado balance del Banco Central (es decir, el ratio de pasivos en pesos sobre las reservas internacionales hoy), que presumiblemente seguirá empeorando en el segundo semestre en la medida que se vuelquen más pesos al mercado y las reservas ya no acompañen este crecimiento. Tomando esto como referencia, podría pensarse en un techo de $200 para el dólar libre”, anticipa Melisa Sala, economista jefa de LCG.
El Gobierno se inclina por interpretar la suba del dólar blue como un pico que volverá a estabilizarse e intentó bajar el nivel de la conversación en los últimos días. El miércoles, a la salida de la reunión semanal del gabinete económico, Mercedes Marcó del Pont dijo que “siempre en las etapas preelectorales se dan estos movimientos en los mercados alternativos” y anticipó que “el Banco Central tiene absoluta espalda y grado de libertad para garantizar la estabilidad cambiaria”. “No hay ninguna perspectiva de ningún cimbronazo antes o después de las elecciones”, insistió la titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP).
Un elemento central que alienta las expectativas de devaluación es la brecha, que cerró la semana casi en 92%. En el momento más álgido de 2020 había rondado el 150%.
El Ministro de Economía, Martín Guzmán, negó la posibilidad de una devaluación, pero el mercado especula con esa posibilidad. “El Gobierno mandó una señal muy clara de que prefiere ajustar por cantidades que por precios. Es decir, antes que devaluar prefiere endurecer el cepo. Creo que no le va a temblar el pulso, por lo menos hasta las elecciones”, opina Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina. Después de las elecciones, el escenario es todavía más borroso. “Yo creo que con este mismo escenario, en 2018, el FMI hubiera pedido una devaluación. Hoy en día, con la pandemia mediante y otras autoridades en el Fondo y en el Gobierno, eso es más incierto”, añadió.
Un elemento central que alienta las expectativas de devaluación es la brecha, que cerró la semana casi en 92%. En el momento más álgido de 2020 había rondado el 150%. ¿Cómo impacta, concretamente, esta brecha? Por un lado, impulsa a adelantar importaciones y a retrasar exportaciones a la espera de un ajuste del precio del dólar, lo que resulta en menos liquidación en el mercado oficial y un empeoramiento el resultado comercial en el mercado cambiario.
Esto, a su vez, impacta en la economía real. Si el Gobierno no tiene los dólares suficientes para sostener este cambio de dinámica o prioriza cuidar las reservas se restringen las importaciones, lo que genera un cuello de botella en las empresas y afecta la actividad económica. Además, ese coto a las importaciones hace que las firmas empiecen a fijar los precios más orientados al tipo de cambio paralelo que al tipo de cambio oficial.
Para Martínez Burzaco, a medida que crece la brecha se desalientan los negocios: “Es muy difícil pensar en hacer inversiones en la economía real, que implican años de maduración, con el nivel de incertidumbre que se genera y la probabilidad de que se definan cambios de reglas del juego drásticas”, señala.
DTC/WC
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