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Educación superior, en crisis

La universidad pública ya invertía por alumno un 20% menos que la privada antes de la motosierra de Milei

Estudiantes realizan clases frente a la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en rechazo al veto a la ley de financiamiento universitario este martes.

Alejandro Rebossio

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Javier Milei conoce mucho de universidad privada: estudió su licenciatura en la de Belgrano, un posgrado en la Di Tella, otro sorprendentemente en un instituto “progre” como el de Desarrollo Económico y Social (IDES) y no se doctoró pero le dieron un doctorado honoris causa en la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (Eseade). Sin embargo, el presidente de la Nación no se formó en la universidad pública, sobre la que viene arrojando un compendio de fake news. Quizás le vendría bien indagar más sobre uno de los pocos que calcularon los presupuestos de las universidades privada y estatal, justamente un profesor de la Di Tella, graduado allí como economista, doctorado él sí en educación en Nueva York: Marcelo Rabossi.

“No es fácil llegar a un número final sobre cuánto invierte cada sector universitario por alumno y, a su vez, cuánto cuesta un graduado ya que la información es escasa, no necesariamente homogénea y a su vez, dispersa”, acara Rabossi, para empezar. En eso coincide con otros colegas que también estudian el presupuesto universitario, ahora en discusión. La universidad privada no difunde datos y la pública, poco. “Pero partiendo de una serie de supuestos con cierta evidencia en estadísticas oficiales y otros datos que sería posible proyectar a partir de una cierta evidencia, la inversión promedio por alumno por año en la universidad pública es de aproximadamente U$2.000 y en la privada, de U$2.500”, calcula Rabossi.

El economista aclara al respecto: “Estos números son previos al ajuste en el sector público”. Es decir, antes de la motosierra de Milei, las universidades estatales gastaban un 20% menos que las privadas por cada estudiante. Ahora la brecha es mayor.  

Claro que Rabossi también calcula el costo por profesional recibido y entonces allí cambia la ecuación: la inversión del Estado para graduarlo es mayor a la del sector privado. Cada titulado en el sector público alcanza, según sus números, aproximadamente los U$60.000 mientras que en el privado llega a los U$32.000. Es decir, el Estado gasta 46% más por graduado.

 ¿Por qué esta diferencia? “Porque aproximadamente sólo el 25% de los ingresantes en las universidades nacionales se gradúa mientras que en el privado dicho porcentaje supera el 40%”, responde Rabossi, en un argumento que suelen enarbolar los críticos de la pública como el secretario de Educación, Carlos Torrendell. Pero no es lo mismo un centro de estudios que el otro. “En el primer caso, montás una infraestructura que incluye edificios, laboratorios, hospitales y recursos humanos para albergar a 2 millones de estudiantes, de los cuales solo se reciben 98.000 al año”, se refiere el economista al ámbito estatal, donde se hace más investigación, se atienden pacientes con necesidades médicas u odontológicas y se ofrecen carreras que el mercado no demanda pero la sociedad sí. “Mientras tanto, en el privado, dicha infraestructura alberga a 500.000 estudiantes y por años se gradúan 47.000. Digamos, son beneficios de eficiencia en la graduación”, señaló el profesor de la Di Tella.

Y agregó: “Un punto adicional es el tiempo que el graduado transcurre en el sistema para recibirse. Mientras que en promedio en el sector público un estudiante se toma un poco más de ocho años para recibirse, en el privado dicho lapso es de aproximadamente 6,5. Y esto te aumenta el costo por graduado, pues sobreutiliza el sistema”. Es lógico también que los alumnos de las públicas, que vienen de familias más pobres que en las privadas, necesiten trabajar o trabajar más y entonces se les alarga la carrera.

¿Entonces qué es más eficiente: la pública o la privada?

Rabossi responde: “La respuesta no es tan taxativa. Hay muchas aristas. El sistema de libre ingreso a la universidad nacional te genera en sí mismo grandes ineficiencias. O sea, bajas tasas de graduación. Pero es intrínseco al modelo: la Argentina decide uno de selección endógena, o sea, dentro del sistema. Entonces, el primer año actúa como una especie de gran examen de selección. Por eso, las tasas de graduación son bajas. Si vos tomas el segundo año en adelante, ves que el sistema es realmente eficiente. El primer año alrededor de cuatro de cada diez alumnos abandonan. Eso pasa en cualquier sistema del mundo en el cual tenés ingreso irrestricto. En Uruguay, por ejemplo. Después tenés sistemas más eficientes, con otra concepción, como el chileno o el brasileño, que reciben nada más que dos o tres de cada diez alumnos del sistema y el resto va al sector privado. En Argentina es al revés: dos van al privado y ocho al público. Entonces ese es el punto: no es que están malgastando, es que el modelo elegido te provoca esa situación”.

Después podremos comenzar la discusión de si hacer un año de universidad y dejar es mejor que no hacer nada. De hecho, es mejor que no hacer nada”, opina Rabossi. “Se podría mejorar mucho la eficiencia en la utilización de los recursos, pero mientras sigas eligiendo este este modelo, vas a tener siempre estas ineficiencias. Pero se puede mejorar y mejorar inclusive y necesariamente implica mejorar con equidad. Yo digo que el sistema en la Argentina es desestratificado o democrático en el ingreso, pero termina siendo al final en el egreso un modelo absolutamente estratificado y elitista. Porque cuando ves la tasa de desgranamiento de los alumnos, los que más abandonan son los del primer quintil del ingreso. Entonces ahí no es tan taxativa la respuesta”.

“Es una cuestión cultural en la cual la universidad abre sus puertas para todo el mundo”, prosigue Rabossi. “Y después uno se encuentra con los problemas que se vienen arrastrando de los niveles previos. O sea, el secundario que gradúa alumnos que tienen problemas gravísimos de comprensión de texto, incapacidad para para ubicar la idea central de un texto, relacionarlos en cuanto a cuestiones cuantitativas, problemas en resolver una regla de tres simple. Deberíamos comenzar desde la cuna, ¿no? Porque la pobreza y la mala alimentación en los tres primeros años de vida es como que te define tu propio futuro. En el secundario van pasando, te dan el título, que que en parte es una gran estafa porque no salís con los conocimientos con los que debería salir. Pero el sistema se apiada porque el objetivo es escolarizar y que se gradúe la mayor cantidad posible, independiente de los conocimientos. Y después van a la universidad y ocurre lo que ocurre. Entonces para poder incluir y que se gradúen los alumnos de los sectores de más bajos recursos, no lo solucionás con el simple hecho de que la universidad sea gratuita y no tenga exámenes selectivos”.

Esta semana, en declaraciones a LN+, el presidente Milei afirmó que “la universidad pública nacional hoy no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y los ricos, la clase media alta” y sostuvo que “el mito de la universidad gratuita es en realidad un subsidio de los pobres hacia los ricos”.

AR/JJD

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