No hay plata: el slogan de la brutalidad
No hay plata, entonces tenemos que elegir financiar películas que no mira nadie o poner esa plata para darle de comer a la gente
“No hay plata” fue el primer eslogan de Milei apenas asumido. Lo esgrimió para muchas cosas, pero sobre todo para justificar el ataque a la cultura. Hay que desmantelar el Incaa, congelar el Conicet, ahogar las universidades, hambrear a los docentes porque “no hay plata”. Según Milei, su intención sería redireccionar ese dinero hacia los más necesitados: hay que elegir entre esos gastos menos urgentes o “darle de comer a la gente”. O, como dijo en tono más melodramático: “¿Qué quieren? ¿Cobrar más de IVA y que lo pague un desnutrido en Chaco?”.
“No hay plata” como respuesta a todo. Sus seguidores lo usan impreso en remeras que todavía se venden online.
A esta altura solo un idiota, de los que hoy no faltan, cree en el argumento. Porque no hubo plata para Cultura, pero tampoco para los desnutridos del Chaco. El gobierno atacó los comedores populares y ni siquiera tuvo la amabilidad de repartir los alimentos que la gestión anterior dejó en los depósitos públicos (y que prefieren ver vencer). No se agregó ninguna política pública para paliar el hambre ni la indigencia.
Pero, además, sí hubo plata para gastos mucho menos urgentes. Entre las pocas reparticiones que tuvieron mayor presupuesto está la de Defensa. Hubo plata para comprar aviones de combate usados, obsoletos, para un país que no tiene hipótesis de guerra. El área de Seguridad también gozó de aumentos, necesarios para aceitar las vocaciones represivas. Pero nada como el fabuloso incremento en gastos de la SIDE, que el gobierno utiliza vaya uno a saber para qué, porque son reservados y cuentas no rinde. Ni le piden. También hubo plata para apurarse a reducir el impuesto a los Bienes Personales, lo que no beneficia a los pobres sino a los propietarios que están alto en las escalas de ingreso. Y hay plata para los constantes viajes que Milei realiza a nuestra cuenta para posicionarse como figura de la extrema derecha global y que no reportan ningún beneficio al país.
El “no hay plata” nos invita a imaginar que las decisiones se toman por una mera cuestión de caja y para priorizar lo urgente, cuando de lo que se trata es de modificar de raíz la sociedad para amoldarla a la ideología “libertaria”. El salario docente tuvo la poda más grave de todo el sistema público: no hay sector al que se haya golpeado más. Eso responde a una visión. Porque, al mismo tiempo, el gobierno no revisó ni uno solo de los múltiples subsidios que el Estado entrega a los empresarios y que se llevan aproximadamente 2.5% del PBI, mucho más que todos los programas sociales sumados y muchísimo más que lo que cuesta toda la administración gubernamental. Por ejemplo, seguimos subsidiando a Mercado Libre, una empresa cuasi monopólica que no lo necesita, en manos del hombre más rico del país. Para Galperin sí hay plata. Para la maestra que hace malabares para mantener en la escuela al niño con hambre del Chaco, no. Y no me vengan a decir que una exención impositiva no es un subsidio porque el propio Milei aclaró lo obvio: que sí lo es.
Lo cierto es que el gobierno atacaría la cultura, el cine, las universidades y el CONICET por más que nadáramos en la abundancia. Los detesta por motivos ideológicos, no económicos. Detesta que haya ámbitos en los que se validan voces, mensajes y saberes que no son los que el mercado domina. Odia que haya proyectos de vida que no estén primariamente enfocados en valorizar capital. Su visión es totalitaria: desea que todo se someta a la ley del mercado, que no haya un solo resquicio para subsistir fuera de su imperio. “No hay plata” es apenas la excusa que encubre la brutalidad del proyecto.
Los efectos destructivos de este nuevo saqueo se harán sentir durante décadas, tal como sucedió con los tres intentos neoliberales previos. Todavía estamos pagando los platos rotos de los militares, de Menem, de Macri. Desde el pasado, el “No hay pata” de Milei recibe una respuesta poética en esa cumbia que compuso Meta Guacha en pleno 2001 que hablaba de un padre desesperado que decide salir a robar para comprar medicamentos para su hijo enfermo. La canción se llama “Plata no hay”.
FN
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