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Medio ambiente y economía

Grandes empresas, bancos y fondos de inversión abandonan sus compromisos climáticos

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Raúl Rejón

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Las empresas son cruciales en la lucha contra el cambio climático porque son la fuente de la mayoría de las emisiones de CO2 del mundo”. El argumento es de la organización WWF, pero la remachan desde el economista Nicholas Stern hasta el secretario general de la ONU, Antonio Guterres: “El cambio climático es la mayor amenaza para la economía global”.

Actualmente se está constatando una corriente por la que empresas, bancos y fondos retiran, degradan o silencian sus compromisos climáticos. Este enero, el mayor fondo de inversión del mundo, BlackRock, abandonó la plataforma Net Zero Assests (NZAM), que buscaba alinear las inversiones de dinero en proyectos sostenibles. Eso hizo que NZAM suspendiera sus actividades. Antes,11 estados de EEUU habían demandado a BlackRock por, dijeron, su “destructiva” agenda verde. Se referían a no invertir en compañías de combustibles fósiles.

Desde una perspectiva general, la organización Science Based Targets analiza si los compromisos climáticos de las empresas son sólidos, no meros anuncios. En su revisión sobre los objetivos de 900 empresas para conseguir mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC extra, 284 corporaciones (casi el 30%) habían retirado esos compromisos en 2024. Entre ellas estaban Microsoft, Procter&Gamble, Unilever o Walmart. Todas dijeron después que mantenían objetivos de recorte de emisiones.

En EEUU sí se está dando un alineamiento claro con los postulados del presidente Donald Trump porque saben que le molestan las medidas climáticas y que está dispuesto a litigar contra quienes vayan en esa línea

Alejandro Caparrós Co-director del Centro de Economía Ambiental y de la Energía. Universidad de Durham

Otras muchas multinacionales de diversos sectores tomaron un camino parecido: Amazon retrasó su estrategia shipment zero para recortar emisiones de gases de 2030 a 2040, Nike prescindió de gerentes de sostenibilidad, Gucci retiró su afirmación pública de convertirse en neutra en carbono, Volvo retiró su compromiso de vender solo vehículos eléctricos en 2030. Coca-Cola también retrocedió el año respecto a sus objetivos de sostenibilidad. Son algunos ejemplos. Hay más.

El codirector del Centro de Economía Ambiental y de la Energía en la Universidad de Durham, Alejandro Caparrós, considera que “en EEUU sí se está dando un alineamiento claro con los postulados del presidente Donald Trump porque saben que le molestan las medidas climáticas y que está dispuesto a litigar contra quienes vayan en esa línea”. El economista no está sorprendido: “No es una casualidad que esas empresas lo hagan porque no quieren perturbar a sus inversores. Al fin y al cabo se dedican a hacer dinero”.

Al otro lado del Atlántico, en Europa, “no se detectan esos movimientos”, prosigue Caparrós. “Hay que ver cómo evoluciona la Unión Europea. Ursula von der Leyen dijo que había que ralentizar la agenda verde, pero no abandonarla. Y China, lo más probable es que siga adelante”.

Antes de Black Rock, una batería de los bancos más potentes de EEUU como, Morgan Stanley, City Bank, Bank of America habían decidido abandonar la coalición bancaria Net Zero Banking Alliance que trabajaba para que sus préstamos fueran a proyectos de acuerdo con el Acuerdo de París contra el cambio climático. Otros cinco grandes bancos de Canadá hicieron lo mismo a finales del año pasado.

Y ya antes de eso, la petrolera BP anunció que prevé abandonar sus planes para reducir la producción de petróleo. Shell también debilitó sus compromisos para recortar las emisiones de gases aduciendo “la seguridad energética y la rentabilidad”. Las seis petroleras más importantes de Canadá borraron sus compromisos para las cero emisiones netas cuando se aprobó la ley anti-greenwashing del país norteamericano.

El profesor de Sostenibilidad e Inversión en ESG de la Universidad Tufts, Kenneth P. Pucker, explica algunos “de los múltiples” motivos comunes detrás de esta tendencia: “El ambiente político –conservador– contra la gobernanza ecológica y social (ESG) enfrió el entusiasmo”. Además, Pucker señala a elDiario.es que “muchos ejecutivos se dieron cuenta que no tener objetivos de sostenibilidad no les trajo consecuencias”. También considera que muchas compañías “aprovecharon los beneficios de las inversiones pero no están dispuestas a la parte difícil como intercambiar ingresos por recortes de carbono”.

Y a eso se le añade que algunos de los objetivos verdes que anunciaron las empresas no eran realistas. “Quizá no era tan buena idea que se adhirieran a esas iniciativas climáticas porque es algo positivo solo si se mantiene en el tiempo. Creo que deben ser más las personas que las empresas las que impulsen los cambios necesarios para afrontar el cambio climático”, apostilla Alejandro Caparrós.

Ambiente poco halagüeño

El ambiente no parece especialmente favorable. La consultora en asuntos climáticos South Pole detectó en 2024 que buena parte de las grandes empresas comenzaron, además, a silenciar sus objetivos verdes. No quieren que se sepan. Lo llaman greenhushing o secreto verde. “Algo más de la mitad porque tienen miedo de las regulaciones sobre objetivos de sostenibilidad y la otra parte porque temen cometer errores”, explica un portavoz de la consultora a elDiario.es. El caso es que no se reportan.

Las empresas siguen bastante comprometidas, a pesar del golpe que han recibido en EEUU. Retrasar las decisiones sobre sostenibilidad coloca a las empresas en riesgo de perder la oportunidad de conformar la nueva economía y posicionarse como líderes en sus respectivos mercados

South Pole Consultora ambiental

Después de obtener estos datos, sus analistas explican que “las empresas siguen bastante comprometidas, a pesar del golpe que recibieron en EEUU”. Y añaden que “retrasar las decisiones sobre sostenibilidad coloca a las empresas en riesgo de perder la oportunidad de conformar la nueva economía y posicionarse como líderes en sus respectivos mercados”.

Sin embargo, para Para Kenneth Pucker –que califica de “preocupante” esta tendencia de las empresas–, es esperable que “a medida que es más costoso descarbonizarse veremos a más compañías resistirse. Por eso necesitamos una regulación obligatoria para la descarbonización porque la idea de que la autorregulación va a conseguir los objetivos de descarbonización es una falacia”.

“Los movimientos no son positivos”, concluye Alejandro Caparrós. “El cambio climático no es ya una cosa de modelos. Está aquí y es real, pero hay indicios de que existen gobiernos que van a ignorarlo y que hay votantes a los que eso no les molesta demasiado”. Y remata insistiendo en que “tiene que haber un mayor convencimiento de los individuos para que luego los gobiernos y las empresas sigan ese camino”.  

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