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Claves

Quién gana y quién pierde con el colapso del régimen de Bashar al Asad en Siria

Rebeldes sirios celebran la caída del régimen de Al Asad en Homs, Siria, este lunes.

Javier Biosca Azcoiti / Irene Castro

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Tras 24 años de Gobierno de Bashar al Asad y 14 de ellos en guerra, la huida del presidente sirio y el colapso del régimen en solo 12 días de ofensiva rompe un frágil equilibrio entre vecinos y potencias con intereses cruzados. Así queda el panorama.

Turquía

Ankara ha sido el principal y único aliado externo de los insurgentes durante todo el conflicto —incluso cuando estaban arrinconados en Idlib—, lo que le otorga ahora un papel protagonista y gran influencia en la negociación de la transición siria frente a otras potencias extranjeras.

A nivel interno, su prioridad es conseguir el regreso de los casi cuatro millones de refugiados sirios que viven en Turquía y, además, reducir al máximo la presencia y el poder de las milicias kurdas cerca de su frontera, que Ankara ve como una rama de la milicia PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán).

Su principal herramienta en la guerra ha sido el Ejército Nacional Sirio, una coalición de fuerzas rebeldes creada, en parte, como contrapeso a las Fuerzas Democráticas de Siria kurdas, aliadas de EEUU. “Hay indicios de que HTS [insurgentes islamistas que han liderado la operación definitiva contra Asad] adquirió ayuda turca en forma de armas, principalmente drones, antes de esta ofensiva”, señala Henri J. Barkey, analista del Council on Foreign Relations. Los analistas sostienen que Ankara dio luz verde a la ofensiva.

Estados Unidos

EEUU intervino militarmente en Siria en septiembre de 2014 con el objetivo de destruir a la organización terrorista Estado Islámico (ISIS), para lo que se alió con la coalición Fuerzas Democráticas de Siria, dominada por milicias kurdas, pese a desatar el enfado turco. “Finalmente, Ankara tiene a HTS para negociar con EEUU sobre las Fuerzas Democráticas de Siria [kurdos]”, decía Soner Cagaptay, investigador de Turquía en el centro de estudios Washington Institute.

Actualmente, Washington mantiene esa alianza y tiene desplegados a 900 soldados en suelo sirio controlado por los kurdos. Su prioridad es la lucha contra ISIS y el domingo sus cazas atacaron 75 objetivos de la organización terrorista. “No debe haber ninguna duda: no vamos a permitir que ISIS se reconstituya y se aproveche de la situación actual en Siria”, ha dicho el general Michael Erik Kurilla, comandante del Mando Central de los Estados Unidos (CENTCOM). “Todas las organizaciones en Siria deben saber que les haremos responsables si se asocian o apoyan a ISIS”.

La caída de Asad es un “acto de justicia fundamental”, pero también es “un momento de riesgo e incertidumbre”, decía el presidente Joe Biden. Gustavo Palomares, director del Instituto General Gutiérrez Mellado de paz, seguridad y defensa explica a elDiario.es que “para EEUU es preferible un enemigo identificado que un futuro absolutamente incierto en el que grupos islamistas radicalizados y otros en proceso de moderación sean los que detenten el poder. Los kurdos no podrán jugar bola de poder”, dice. “Se abre un futuro muy incierto. Si la posición anterior no era excesivamente ventajosa porque era una ficha a favor de Rusia, el futuro puede ser aún peor”.

Rusia

Rusia apostó por el caballo perdedor. Moscú lanzó su intervención militar en septiembre de 2015 cuando el régimen de Asad estaba muy debilitado y controlaba apenas el 26% del territorio. La ayuda de Moscú y de Hizbulá ayudó al Gobierno de Asad a revertir la situación, que acabó aislando a los insurgentes en Idlib, último bastión insurgente.

“La caída de Asad significa una pérdida de influencia, pero si Moscú ya no está atado al impopular régimen de Asad e Irán, que ha sufrido reveses más graves, es menos dominante, esto puede dar a los rusos más opciones para reconstruir sus relaciones con Israel y profundizarlas con Emiratos Árabes Unidos”, explica a elDiario.es Mark Galeotti, analista sobre Rusia.

Además, Rusia tiene una importante base naval militar desde la Guerra Fría en Tartus, en la costa mediterránea, y otra base aérea en Hmeimim, cuyo futuro ahora es incierto. “Con toda probabilidad, un gobierno sucesor dejará de albergar fuerzas aéreas y navales rusas en Siria, incluso en la ciudad portuaria clave de Tartus, que facilita a Moscú el acceso al Mediterráneo”, afirmaban este lunes los analistas del think tank Soufan Center. Moscú tendrá que reconstruir sus redes de influencia en Oriente Próximo. 

Israel

Israel tiene motivos para celebrar la caída del régimen de Bashar al Asad, principalmente por el revés que supone para Irán, archienemigo de Tel Aviv. Sin embargo, Israel teme qué puede salir del proceso de transición en Siria. El ejército ya ha atacado antiguas posiciones militares sirias, “incluidos depósitos de armas químicas y misiles de largo alcance”, para que no “caigan en manos de los extremistas”.

Por el momento, el Gobierno de Netanyahu ha aprovechado el vacío de poder para invadir una zona desmilitarizada de los Altos del Golán, en la disputada frontera entre ambos países.

El ministro de Defensa israelí, Gideon Saar, ha afirmado este lunes que Israel no interferirá, pero no permitirá que Siria se convierta en “otra base desde la que atacar Israel”. También ha confirmado que el Gobierno “mantiene contactos” con algunos de los grupos opositores, principalmente los kurdos, informa EFE.

Irán y Hizbulá

Junto a Moscú, las milicias apoyadas por Irán, entre ellas Hizbulá, ayudaron a consolidar el poder de Bashar al Asad. La caída del régimen debilita el Eje de la Resistencia liderado por Teherán, principalmente porque Siria servía a Irán como ruta de suministro directo de armas y material a Hizbulá en Líbano.

A ello se suman los golpes que han recibido otros elementos del llamado Eje de la Resistencia, especialmente Hizbulá en Líbano y Hamás en Gaza, debilitando notablemente la posición de Irán. Desde Washington, además, el próximo presidente Donald Trump promete una política más dura contra Irán.

“El régimen de Asad era, en muchos sentidos, la piedra angular de la estrategia iraní para proyectar poder en toda la región armando, entrenando y asesorando a una red de organizaciones no estatales que constituían el Eje de Resistencia en las fronteras de Israel o a su alcance”, señala el Soufan Center. “El régimen de Asad albergó instalaciones y puntos de transbordo iraníes a través de los cuales Teherán construyó el gran arsenal de Hizbulá de cohetes, drones y misiles balísticos capaces de alcanzar ciudades e instalaciones de todo Israel”, añade.

Unión Europea

La UE ha celebrado la caída del régimen de Al Asad al verlo como una “esperanza” para el pueblo sirio tras años de represión. En términos geopolíticos, la alta representante, Kaja Kallas, también ha puesto de relieve la debilidad que revela por parte de sus principales aliados, Irán y Rusia, como un buen síntoma. Sin embargo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha reconocido que “este cambio histórico en la región ofrece oportunidades, pero no está exento de riesgos”. 

Para empezar, los insurgentes sirios con mayor poder, el organismo Hayat Tahrir al Sham (HTS), forma parte de los listados de organizaciones terroristas. Aunque hay países como Alemania que se están planteando retirarlo de las suyas, en Bruselas se remiten al marco de la ONU en el que se tomó esa decisión. Pero sí ven en ese liderazgo uno de los riesgos. “Tenemos que ver cómo esto se llevará adelante y si, efectivamente, se atiende a las minorías y si esto va a ser realmente un proceso inclusivo en la transición, lo que eventualmente puede conducir a un estado democrático”, expresó este lunes el portavoz de Exteriores, Anouar El Anouni. La Comisión Europea no tiene ningún contacto formal con el HTS.

La otra gran derivada que se plantea en la UE tiene que ver con los refugiados sirios en un momento en el que incluso antes de la caída de Al Asad, varios países presionaban para la devolución de personas a ese país. Ahora Alemania, Bélgica o Austria han paralizado los procesos relativos a las solicitudes de la que es la mayor diáspora en el continente. “La actual situación es de gran esperanza, pero también de gran incertidumbre. Dependerá de cada persona o de cada familia decidir lo que desean hacer. No obstante, por el momento, mantenemos, en línea con ACNUR, que no se dan las condiciones para un retorno seguro, voluntario y digno a Siria”, señaló el portavoz.

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