La propuesta de Trump para Gaza: una aberración que pretende erradicar la idea de un Estado palestino viable
Adornada con la parafernalia teatral con la que suele rodear sus declaraciones más despampanantes, Donald Trump, acompañado de un exultante Benjamin Netanyahu, dio a conocer su plan para la Franja de Gaza. En esencia, plantea completar la limpieza étnica que ya está llevando a cabo Israel, con Egipto y Jordania como destinos preferentes, y reconstruir la Franja hasta convertirla en la “Riviera de Oriente Próximo” bajo control de Estados Unidos. Un plan aberrante al menos por tres motivos.
Por un lado, supone un profundo desprecio a los gazatíes y, por extensión, a todos los palestinos. Es una propuesta que completa la deshumanización de los cerca de dos millones de habitantes de la Franja, convertidos por Trump en meras figuritas sin voluntad, con las que se puede jugar al antojo de quienes provocaron su ruina.
De hecho, en lo único que Trump tiene razón es cuando afirma que esas personas viven en el infierno; olvidando que esa situación no es el resultado de un fenómeno natural, sino la consecuencia directa de la voluntad asesina del gobierno israelí liderado por Netanyahu, con la muy notoria complicidad del propio inquilino de la Casa Blanca (el actual y sus predecesores). Esa población no solo está viendo masacrada su vida diaria y sus sueños, sino que ahora se puede ver forzada a otro nuevo desalojo por decisión de quienes están empeñados en hacerles ver que no hay futuro para ellos en la Palestina histórica.
Igualmente, el plan trumpista transmite un absoluto ninguneo al derecho internacional. Por un lado, Estados Unidos no tiene ningún derecho de propiedad ni ningún mandato para operar en Gaza, haciendo y deshaciendo a su voluntad (y a la de Israel).
Por el contrario, la Franja (al igual que Cisjordania) es territorio ocupado ilegalmente por Tel Aviv desde 1967 y, como tal, el derecho internacional establece la prohibición de llevar a cabo desplazamientos masivos de la población local. Dado que no cabe esperar que la inmensa mayoría de los gazatíes estén dispuestos abandonar voluntariamente la Franja, cobra todavía más fuerza la idea de que Israel, una vez más con el apoyo de Trump (que no descarta desplegar sus propias fuerzas sobre el terreno), va a seguir adelante con la operación armada que desencadenó tras los ataques de Hamas y la Yihad Islámica Palestina del 7 de octubre de 2023, con el objetivo explícito de vaciar el territorio por la fuerza.
En otras palabras, y como ya era previsible, una vez que termine la primera fase del alto el fuego que entró en vigor el pasado 19 de enero para proceder al intercambio de prisioneros entre Israel y Hamas, las Fuerzas de Defensa Israelíes volverán a lanzar sus ataques con la intención de terminar la tarea que Netanyahu y los suyos se han propuesto: hacer insoportable la vida en la zona a quienes no sean judíos y apropiarse definitivamente (con las bendiciones de Trump) de todo el territorio que hay entre el río Jordán y el mar Mediterráneo; todo ello con el añadido de la anexión de Cisjordania.
De ese modo, ambos gobernantes pretenden erradicar de una vez por todas la simple idea de que algún día pueda existir en la región un Estado palestino viable.
Por añadidura, el desatino de Trump deja a los gobiernos árabes en una situación penosa, mostrando una vez más su irrelevancia cuando se trata de defender la causa palestina. Así, da a entender que está en condiciones de imponer su dictado tanto a Egipto como a Jordania, aunque sus gobernantes se muestren públicamente contrarios a ofrecer sus territorios para albergar a los palestinos expulsados.
Una forma prepotente de mostrar que cree tener palancas de presión suficientes, sobre todo económicas, para vencer su resistencia. Y, adicionalmente, resulta contradictorio con sus propios planes de lograr la normalización de relación entre Israel y Arabia Saudí en el marco de los Acuerdos de Abraham, dado que Riad no tiene más remedio que declarar su oposición a dar ese paso, si no se contempla la creación de un Estado palestino, ante el temor de perder la cara ante su propia población y el resto del mundo árabe.
Frente al generalizado rechazo de la ONU y varios gobiernos occidentales y árabes al plan de Trump, cabe oponer de inmediato el apoyo de más de un 80% de la población israelí a la “recolocación” de los palestinos y los aplausos entusiastas incluso de figuras de la oposición israelí, como Benny Gantz y Yair Lapid, prestas a pedir de inmediato el Nobel de la Paz para Trump.
Un Trump que se ocupó de acompañar su propuesta con la decisión de abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en una nueva demostración del escaso crédito que concede al legítimo representante de la comunidad internacional y a los derechos básicos de cada ser humano, y de la reconfirmación del cierre de toda contribución a la UNRWA, sabiendo que eso lleva a la agencia onusiana a la quiebra, imposibilitando que pueda al menos paliar los efectos más dramáticos de la masacre que Israel está cometiendo en la Franja.
Avisados estamos.
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