Richard Sennet, sociólogo: “Todo eso de lo woke es en realidad una bomba visceral que no solo se limita al sur de EEUU”

Richard Sennett es un hombre afable con un tono de voz sereno. A sus 82 años, con una trayectoria que le ha llevado a ser reconocido como uno de los grandes pensadores de la segunda mitad del siglo XX, ha seguido dando guerra ya bien entrado el XXI, ya sea hablando sobre arquitectura, economía, arte o sociología, el ámbito que siempre se ha considerado su campo de acción y desde donde parten muchos de sus trabajos, que han estudiado a fondo la relación de las personas con las ciudades que habitan y las relaciones de esas mismas ciudades con las personas que viven en ella.
Un espejo muchas veces incómodo, siempre afilado, a veces engañoso, sobre el modo en el que nos mezclamos con el prójimo, como transitamos por lugares sin ser conscientes de la naturaleza de los mismos y cómo vivimos en un caos del que es muy difícil huir pero contra el que debemos luchar: una batalla contra esa plaga llamada ‘planificación urbana’ que arrasa con el tejido social y crea ejércitos de extraños y en cuyas raíces se encuentra la primera piedra de la deshumanización que ahora asola cada rincón del planeta.
El de Chicago recibe a elDiario.es en los cuarteles generales de Anagrama (su editorial en España), situados en el corazón la capital catalana, con la excusa de hablar de su última criatura, 'El intérprete' (Anagrama y Arcàdia, en catalán). Acaba de pedirse un café y en cuanto termine esta entrevista volverá a casa, después de una charla la noche anterior en la que puso de manifiesto la legión de referentes que maneja y su facilidad para tejer hilos entre disciplinas aparentemente inconexas, una habilidad que se pone de manifiesto en su última obra, tremendamente profética y profundamente bella.
Aunque el libro se publicó originalmente en abril de 2024, al lector le sorprenderá que ya en sus primeras líneas el autor mente a Trump, uno de esos personajes que los anglosajones llaman, ‘bigger than life’, que acaba de ganar las elecciones en su país y que encaja perfectamente con el/los sujeto/s de este ensayo, en el que arte, política y vida se mezclan una y otra vez en una suerte de puzles diminutos que el lector debe resolver sobre la marcha.
Esta entrevista tiene lugar en los primeros días del segundo mandato presidencial de Donald J. Trump y Sennett se aclara la voz y muestra su disgusto por los caprichos del azar que convierten 'El intérprete' en un libro que puede leerse de cabo a rabo mirando por el rabillo del ojo todo lo que sucede en un mundo que parece haber sido tomado por una niebla espesa en la que nadie es capaz de ver más allá de sus propios pies: “Desafortunadamente, no estoy orgulloso de ello” recalca el sociólogo cuando se le recuerda la relevancia de su trabajo en tiempos oscuros. “Lo que está pasando es que Trump, como Putin, usa todas esas técnicas teatrales y hace lo que quiere y va donde quiere ir y hoy habla de una cosa y mañana habla de otra. Y hoy habla de Estados Unidos y mañana de Gaza, que probablemente ni sabe dónde es, pero que quiere convertir en un parque temático”.
“¿Qué si está todo calculado?” (Sonríe) Creo que todo está calculado e improvisado al mismo tiempo, pero en general creo que no es sincero y que en su discurso subyace algo sobre la raza, que nunca se dice en voz alta, que permanece en la sombra, pero que le conecta profundamente con sus seguidores. Todo eso de lo woke es en realidad un discurso racista, una bomba visceral, que no solo se limita al sur de Estados Unidos. Es un hombre que se presenta abiertamente como una mala persona, que legitima las malas acciones de los demás y que es un experto en la manipulación de los sentimientos y el odio al otro, en un discurso con el podemos remontarnos hasta la guerra civil’ reflexiona el estadounidense.
En 'El intérprete', Sennett aboga por no responder con buenos modales o fría corrección a aquellos que usan el lenguaje como arma arrojadiza y apelan a los bajos instintos como el payaso malo que te atiza con un pastel en la cara o el villano Bondiano. “El arte debe encontrar la manera de revelarse con métodos que resulten igualmente atractivos porque ese es su rol” afirma. Así, su última obra recorre el camino que va desde los filósofos renacentistas a los bares de Greenwich en Nueva York, con una agilidad que le coloca -con total seguridad- en el Olimpo de los grandes ensayistas modernos junto a Eliot Weinberger o Gore Vidal, tipos que en la misma página podrían, como hace él, hablar de Wagner, Boris Johnson, la Antigua Grecia, la comedia del arte o la comida basura sin que haya una sola palabra que rechine.
“El arte es un instrumento, puede hacer bien y mal, la noción de que solo puede hacer el bien es muy naife. Como cualquier otra forma de expresión la puedes usar de un modo u otro”, cuenta Sennet, que en el libro -a veces críptico; otras de una claridad meridiana- parece dudar sobre el papel real del arte en la vida diaria. “Nada es bueno o malo en esencia, lo que es malo muchas veces se disfraza de nuevo, Hitler y Trump no dijeron nunca: ‘somos malignos”.
En este ensayo, sobrevuela a menudo la impresión de que aquella frase de Shakespeare, ‘el mundo es un escenario’, nunca ha sido tan veraz: “Todos estamos actuando continuamente, a diario, pero a mí me interesa como esa performance de cada día se transforma en lo que podríamos llamar arte: cuando los rituales cotidianos se manipulan, se transforman, para conseguir algo realmente artístico. Y no se me ocurre mejor ejemplo que el mundo de la música, un mundo cada vez más banal especialmente ahora, pero en el que las canciones pueden ser transformadas en algo que es emocionante. Es en esa manipulación del ritual en que de repente notas algo, algo que no habías sentido antes, o que no habías oído antes” cuenta.
El intérprete es el primer libro de una trilogía que se centra en los tres pilares del ADN humano: la interpretación, la narrativa y la imagen (“que intentaré acabar si la salud me respecta”, dice Sennet con una sonrisa). “¿La chispa de este libro? Pues yo empecé siendo un intérprete, tocando el chelo, para después dedicarme a la sociología, un plan B que no recomiendo a nadie (risas). En mi mente, y aunque pueda parecer extraño, siempre hubo una relación entre esas dos partes de mi vida aparentemente inconexas. Y la base de este libro es algo que considero fundamental y que siempre se ha dado por sentado y es el hecho de que si tengo un buen argumento voy a convencerte. Ese convencimiento es una cosa de niños y tenemos que lograr sobrepasarlo: los buenos argumentos no son el arma definitiva y es algo que vemos constantemente: no vas a llegar a ningún sitio simplemente con eso”, afirma Sennet.
Pero, sobre todo, el sociólogo parece en 'El intérprete' (casi) convencido de que nadie pueda impedir esta apropiación de las grandes herramientas del universo del arte y en especial del teatro para servir a los nuevos tiranos: desde el aspecto, la vestimenta y la actitud de los que asaltaron el Capitolio hasta los métodos y la estética de las dictaduras y el rol de la tecnología en el mundo que nos rodea. “Este el nuevo instrumento para moldear el mundo”, dice Sennet mientras observa el móvil del periodista que descansa sobre la mesa:“La forma definitiva de soledad que las personas están experimentando ahora es on-line”.
La forma definitiva de soledad que las personas están experimentando ahora es on-line
“El universo online es una gran cámara hiperbárica en la que puedes eliminar rápidamente y de forma sistemática todo aquello que no quieres escuchar. Si imaginas una ciudad física, cualquier ciudad física, es imposible apretar un botón y que la gente desaparezca. No solo eso: puedes eliminar cualquier cosa que no te guste, cualquier cosa que no quieras ver o escuchar. Puedes evitar cualquier exposición o interacción con personas distintas, personas que no piensen como tú, por eso calle es al mismo tiempo un lugar y una metáfora. Es lo mismo que escuchar un disco o una canción en Spotify o escuchar esa misma canción en un concierto: es totalmente distinto”. Y concluye, “no lo estamos estudiando lo suficiente y lo estamos documentándolo, pero todo este universo de tik-toks y demás está desempoderando a los adolescentes y los jóvenes, que ahora prefieren estar a solas con su teléfono. Las llamas redes sociales, pero son todo lo contrario: son antisociales”.
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