Interna libertaria: Marcela Pagano sigue en el bloque y pululan las objeciones a la conducción de Martín Menem

La guerra comenzó en abril del año pasado, cuando Javier Milei, desde Miami, le dio el okey a Oscar Zago para que designase a Marcela Pagano en la presidencia de la comisión de Juicio Político y se desató un tembladeral. La primera gran crisis interna de La Libertad Avanza. Karina Milei intervino, la comisión nunca se conformó, Zago fue descabezado del bloque y Pagano terminó enemistada a muerte con Martín Menem. Al punto de, un año después, acusarlo de fascista megáfono en mano durante la sesión que buscaba traer paz a los mercados y un nuevo acuerdo con el FMI a la Argentina.
La tropa libertaria se reunió en el despacho de Menem para hacer catarsis poco después de que finalizase la sesión por el DNU. No era la primera vez que, tarde a la noche, los diputados de LLA se reunían para definir si expulsar o no a un compañero de bancada. El primero fue Zago, a quien se destituyó post escándalo con la comisión de Juicio Político y se puso en su lugar a Gabriel Bornoroni, alineado con Menem y Karina. La segunda fue Lourdes Arrieta, echada luego de la visita de una comitiva libertaria al penal de Ezeiza para entrevistarse con el genocida Alfredo Astiz. No por haber participado, sino por haber hablado de haber participado.
El miércoles a la noche había llegado el turno de Marcela Pagano. La experiodista había llegado tarde a la sesión —no dio quórum, al igual que Rocío Bonacci—, había ratificado la veracidad de los audios filtrados de Menem —en los que fogoneaba a los diputados a que generasen conflicto en el recinto— y había acusado al riojano de excederse en sus facultades al negarse a reconocer las autoridades de la comisión de Juicio Político. “A Lourdes la sacamos por mucho menos”, aseguró, en la cumbre, su mayor enemiga interna, Lilia Lemoine.
Lemoine integra, junto a Lisandro Almirón, Nicolás Mayoraz, Santiago Santurio y Nadia Márquez, la tropa de leales de Karina en Diputados. Son referentes en sus provincias e integran el núcleo duro de los Menem, Martín y Lule, en el Congreso. Fueron, a su vez, quienes intentaron levantar a la fuerza a Bonacci, Pagano y Zago —el trío rebelde— en la sesión de la semana pasada, cuando el peronismo casi consigue quórum para impulsar un proyecto que pretendía quitarle las facultades delegadas a Milei. En el caso de Zago y Almirón, el episodio casi termina a las piñas: los tuvieron que separar sus compañeros, Álvaro Martínez y Julio Moreno Ovalle. El último de 71 años.
En la reunión, Lemoine fue la única que verbalizó la queja, pero muchos diputados pensaban lo mismo. Por lo que cuando Bornoroni y Menem se rehusaron a echar a nadie, muchos quedaron enojados. “¿De qué sirve portarse bien si a los que se portan mal les dan la Bicameral de DNU? ¿Ahora todos podemos gritarle al presidente de la Cámara y después escudarnos en que trabajamos para el presidente Milei?”, masculla un diputado libertario, aludiendo a la designación de Zago al frente de la Bicameral.
Si a Pagano no se la podía expulsar, sin embargo, era por Milei. Era el Presidente quien la sostenía, aún a pesar de ir en contra de los deseos de su hermana y Menem. “Javier habla con Marcela, le pregunta por su bebé, tienen un vínculo. Esta es una pelea de los hermanos”, grafica una dirigenta libertaria que conoce a ambos.
En la cumbre, sin embargo, Menem argumentó que no había lugar para expulsar a nadie. “No podemos perder ningún diputado, necesitamos los votos”, insistió, aunque sin referirse al escándalo de Pagano. Reunido con más de una veintena de diputados libertarios, Menem no quiso profundizar sobre lo que había pasado con Pagano. No le quiso dar entidad, pero también intuía que, bajo la crítica al bochorno protagonizado por Pagano y Almirón, se escondía una crítica a su conducción.
La pilotaje de Menem
El riojano quedó en el ojo de la tormenta luego de dos sesiones turbulentas que derivaron en empujones, insultos, revoleos de vasos con agua, gritos con megáfonos y la filtración de audios privados de Menem del chat interno de LLA. Todos episodios protagonizados por dirigentes libertarios. Coordinar un anárquico grupo como el bloque de LLA siempre había sido un desafío —especialmente cuando Menem oficia, en simultáneo, de presidente de la Cámara y del bloque oficialista—, pero en las últimas semanas la situación se había desmadrado.

Sus detractores internos lo acusan a él y a su núcleo duro de centralizar la toma de decisiones y no acusar recibo de cuando la situación se desmadra. “Almirón es pollo de Menem. También lo era Arrieta, en un principio, antes de pelearse. Estas cosas nos ensucian a todos: parecemos más un zoológico que un bloque político”, se queja un legislador libertario.
Muchos legisladores apuntaron, a su vez, contra Almirón, quien pica en punta para ser candidato a gobernador de Corrientes por LLA este año. El diputado correntino, de confianza de Menem, había protagonizado en el último par de semanas dos escándalos: la pelea con Zago —con su furibundo pedido de disculpas, que derivó en el “¿querés que te de un pico?”— y su discurso exacerbado en defensa del acuerdo con el FMI, que llegó a espantar a algunos aliados. “La sesión casi se cae por su culpa”, lo acusaron varios dirigentes libertarios.
Detrás de las críticas a Menem y su círculo íntimo hay, a su vez, un malestar sobre la dinámicas de los armados que digita Karina Milei en varias provincias. Muchos se quejan de haber sido dejados de lado y, pese a que es la hermanísima quien centraliza las decisiones políticas, los dirigentes prefieren apuntar las culpas contra Lule Menem. “Acá hay un problema que es que la política no está funcionando, alguno de los Menem tiene que cambiar”, se quejan.
Martín Menem, sin embargo, se defiende: en su entorno argumentan que todas las leyes salieron y que no sirve de nada expulsar dirigentes. “¿Qué ganamos?”, se preguntan sus defensores. La realidad los avala, hasta cierto punto: todos los heridos de LLA hicieron valer cara su excomunión. Arrieta, que solía ser muy cercana a Menem, nunca volvió a alinearse detrás de LLA luego de que la echaran tras la visita a los represores. La removieron por haber presentado una denuncia penal en contra de sus compañeros de bloque y por haber vinculado a Menem con la organización de ese encuentro con foto, pero la expulsión tuvo un costo: abstención en la votación del DNU y acompañamiento a la creación de una comisión investigadora por el caso $LIBRA, por ejemplo.

Algo similar sucedió del otro lado de Pasos Perdidos, en el Senado. Allí la expulsión de Francisco Paoltroni por pelearse con Santiago Caputo le costó caro al Gobierno y nunca se vio tan claramente como durante el tratamiento del DNU del acuerdo con el FMI en la Bicameral de Trámite Legislativo. Sin la firma de Paoltroni, que se hizo desear, el Gobierno no hubiera podido aprobar el DNU en Diputados el miércoles.
En el bloque, sin embargo, hay varios diputados que piden sangre. Las broncas se acumulan y, en medio del caos, los dedos acusadores apuntan contra Menem, a quien le cuesta cada vez más sostener el control del recinto. Y de su propio bloque.
MC/JJD
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