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Elecciones en Brasil 2022 - Análisis
Último debate presidencial: la pregunta que faltó, el cara a cara que no se dio

A la mañana siguiente del tercer y último debate presidencial brasileño personas caminan entre propaganda electoral con la imagen de Lula y Bolsonaro, en Brasilia.
30 de septiembre de 2022 12:08 h

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“Toda la estrategia de mi campaña había estado dirigida a responder las preguntas que Bolsonaro me hiciera directamente y en la cara”, reconoció el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva a la salida del tercero y último de los debates presidenciales brasileños. Pero esa pregunta y ese cara a cara de los dos favoritos para pasar al balotaje después de las elecciones generales del domingo 2 de octubre nunca ocurrió. Aunque hayan sido uno y otro la carne de cañón durante las dos o más horas que las seis candidaturas presidenciales pasaron discutiendo, con más calor que luz, acerca de quién merecía, y sobre todo quién no merecía ser el futuro presidente de Brasil. Del futuro del país también se habló, aunque mucho menos, en los estudios cariocas de la rede Globo. Además de Lula y de Bolsonaro, los restantes cinco candidatos presentes tienen un promedio de 1% de intención de voto.

El balance histórico de las cuatro presidencias del Partido de los Trabajadores (PT) en el poder, dos de Lula y una y media de su sucesora Dilma Rousseff, destituida por un impeachment express en 2016, y de la única presidencia del maverick Jair Messias Bolsonaro, aun en el poder, consumieron los fuegos, incendiarios y fatuos, del debate. En desventaja en las encuestas, y con riesgos de perder ya en primera vuelta, el presidente Bolsonaro adoptó este domingo una estrategia ofensiva de 'todo vale' en el debate presidencial. Aunque no significara esto un desvío importante respecto de sus rutinas anteriores. Ya en el primer bloque se refirió a Lula como “traidor a la patria!” y “presidiario” y también gritó cuando le apagaron el micrófono.

En contraste con la discreción de la que no se apartó ni por una vez en el primer debate del 28 de agosto, Lula, que a sus 76 marcaba una diferencia de edad notable entre los cinco hombres y dos mujeres que aspiran a la presidencia, devolvió, temperamentalmente afectado, los ataques. Mencionó las “rachadinhas” (o porcentajes sospechosos de fondos o sobreprecios 'comidos' por el poder en presupuestos o licitaciones) y las decenas de compras de inmuebles del clan familiar Bolsonaro (básicamente, si no únicamente, porque estas adquisiciones de bienes raíces fueron pagadas al contado). También mencionó, e increpó al actual presidente, por las demoras en las compras de vacunas durante la pandemia (le reprochó que no comprara vacunas en 2020, cuando ningún país las compró, según Bolsonaro) y la distribución del presupuesto del Ministerio de Educación (por favorecer a pastores e instituciones cristianas y evangélicas).

Bolsonaro y Lula nunca se enfrentaron cara a cara. Todos los ataques y todas las críticas ocurrieron durante los derechos de respuesta o en las preguntas que hicieron o respondieron en 'pica-pica' con otros candidatos

Bolsonaro y Lula nunca se enfrentaron cara a cara. Todos los ataques y todas las críticas ocurrieron durante los derechos de respuesta (pedidos y concedidos cuando habían sido personalmente injuriados) o en las preguntas que hicieron o respondieron en 'pica-pica' con otros candidatos. Las reglas establecían, para cada candidato, a quién tenía derecho a preguntar. Una sola vez tuvo Bolsonaro la oportunidad de dirigir una pregunta a Lula, pero no lo eligió. Prefirió formularle una pregunta al joven, atildado liberal Felipe D’Avila (Novo). Al candidato petista el sorteo le negó la posibilidad de hacerle una pregunta directa a Bolsonaro.

En las últimas semanas, Bolsonaro había doblado sus ataques contra el sistema electoral y anunciado que sólo respetaría el resultado de las urnas si fuera correcto. Las posturas 'golpistas' del presidente en relación con el proceso democrático no fueron prácticamente mencionadas por sus rivales. Sólo la candidata Soraya Thronicke (União Brasil) preguntó al presidente si daría un Golpe en el caso de ser derrotado, pero Bolsonaro esquivó la pregunta, le recordó a la candidata que ella era una tránsfuga del bolsonarismo, y la senadora no volvió a insistir sobre el tema.

A lo largo del debate, los siete candidatos rara vez hablaron de los temas que les sortearon para hablar. Preguntas que deberían haber sido sobre seguridad pública se convertían en duros cuestionamientos cruzados sobre la presunta pero venal y sanguínea distribución partidista y política de cargos en el gobierno federal. Las interrupciones y los gritos, muchas veces fuera de cuadro por la peculiar dirección de cámara escamoteadora de la Globo, fueron frecuentes. El avezado periodista William Bonner, moderador del debate, no logró esconder su frustración por el comportamiento de tantos presidenciables en rebeldía con reglas previamente asumidas y aceptadas como guías.

El debate tuvo lugar pocas horas después de la divulgación de una nueva encuesta de Datafolha, que mostró a Lula con 14 puntos de ventaja sobre Bolsonaro, y con el petista conservando sus chances de vencer en primera vuelta. Salvo en el caso de la centroderechista Simone Tebet (MDB), es difícil pensar que el debate haya sumado una sola intención de voto a ninguna candidatura. Acaso, se las restó a todas.

AGB

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