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COLUMNA NÓMADE

La familia salvaje

El actor Kyle Chandler en Bloodline.

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Si hay algo que es notable con el frío es la precisión que toma la luz del alumbrado nocturno de la ciudad. Hasta ahora más de cinco días polares que me hacen acordar a ciertos momentos de mi infancia y adolescencia, cuando salía a la mañana para ir al colegio y estaban los autos escarchados y llevaba mi pijama debajo del uniforme escolar. La bolsa de agua caliente. La estufa a gas o la que tenía mi padrino en su taller que era a querosene. Y en la casa vieja y familiar los baños grandes y abiertos en los que te morías de frío. La familia en invierno. Pienso en eso porque estoy viendo a una familia transpirando bajo las altas temperaturas de los cayos de la Florida. Los Rayburn, una familia prestigiosa de la zona costera que administra desde hace años un complejo de cabañas, una celebridad local cuyos integrantes nos hacen pensar que tal vez, la vida social con la estructura familiar como grupo sanguíneo, sea un error letal. Por lo menos en la primera temporada.  

 Bloodline es una serie del 2015. La empecé a ver ahora porque nunca nadie me la mencionó ni leí nada al respecto. Como trabaja uno de mis actores favoritos –Ben Mendelsohn– le di play con muchas expectativas. Y me cautivó rápidamente. Lo primero que me llamó la atención es que cuando empecé a contarle a mis amigas y amigos que la estaba viendo y que era muy buena, casi todos ya la habían visto hace mucho y les había gustado. ¿Y por qué nunca hablamos de ella? ¿Y por qué no me la recomendaste? Me puse a pensar qué tenía la serie que ideó Todd Kessler, uno de los guionistas de los Soprano, y cuál era su particularidad que hacía que la gente la olvidara a medida que la veía.  

En el comienzo tiene un flashback que uno desaconsejaría. Nunca están buenos los flashbacks tanto en las películas como en la vida real. Pero este flashback mostraba que los hermanos menores de Danny –Mendelsohn– le habían hecho algo muy malo. Con lo cual algo del final de la serie ya estaba resuelto. Y hacer que la veas de todas formas es una proeza porque en definitiva te muestra que no importa que sepas cómo termina una historia, si es potente, lo que te impacta es ver el presente de la acción. La capacidad fenomenológica de las escenas, el armado y desarmado de las tramas y subtramas. En el comienzo de El Túnel, de Ernesto Sábato, el narrador dice: “Soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne” y a pesar de que ya sabemos quién es el asesino, el libro nos mantienen en un vilo existencial hasta el final.  

Bloodline tiene cosas de muchas series y quizá esto haga que se la olvide un poco. Tiene algo de Six feet under, no sólo porque son una familia que administran un lugar, sino porque aparecen fantasmas o personajes del pasado actuando en el presente de los personajes. También tiene algo de Succession o es mejor decir que Succession tiene algo de Bloodline, una familia que se disputa la atención fálica del padre –San Shepard– un padre golpeador e inestable pero que infunde un respeto reverencial y cierto odio en su progenitores. Como sucede en un resort, también hay ecos de White lotus. Y como es una familia, tiene cosas de Los Puccio, la familia de secuestradores argentina, con la diferencia que los Rayburn se secuestran a sí mismo todo el tiempo, cada miembro de la familia Rayburn hace un secuestro de su estado de ánimo manteniendo las apariencias mientras la línea sanguínea está coagulada por la culpa y el rencor. Es una familia infeliz y no sirve para nada. Pero creo que las familias felices casi no existen o van en vías de extinción. Yo no conozco ninguna.  

Y todos transpiran sin parar. Sam Shepard transpira como el progenitor, mientras se mueve de una manera indolente, como si el pasado le marcara el paso y ya todo le importara poco. Kevin, el hermano inestable que se parece a Maguila Puccio, no puede controlar la ira y se la pasa pegando trompadas en el techo de sus camionetas mientras vive en un astillero destartalado, y transpira, también, por el clima tórrido de la Florida. Meg –Linda Cardellini– es la abogada de la familia, la que maneja la legalidad del negocio y sale con un policía que la aburre profundamente mientras transpiran. Sissy Spacek es la madre, bastante estable como personaje en la primera temporada, gana un poco más de peso en la segunda.   

Y después están Caín y Abel. Danny, el hijo descarriado, que fuma sin parar, el extranjero que vuelve para pudrirla mal y John, el alguacil que hace todo lo posible por salvaguardar a su familia. De hecho repite eso más que Don Corleone: “No quiero que le pase nada a mi familia”. Creo que una escucha lacaniana debería entender: “Quiero que mi familia vuele en pedazos”. John está interpretado por Kyle Chandler en una gran actuación en dueto con Mendelsohn. Chandler se parece a Gabriel Corrado. Y me gustaría tener su voz. Mendelsohn simplemente es genial. Un actor con recursos infinitos, moviendo un personaje inestable, estas de su lado un rato y al segundo querés cruzar de vereda. Danny es el punto de almohadillado que está mal cocido, esas personas que como pinches tiranos y carismáticos, activan la acción hasta en un velatorio. Incluso si son el muerto. 

FC/DTC

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