Análisis
La Scaloneta no nos dejó tirados
La leyenda dice que la Scaloneta nació en julio de 2021, después del partido contra Ecuador por los cuartos de final de la Copa América. Después de ese partido, el novísimo apodo de la Selección Nacional fue tendencia en Twitter, incluso con memes del DT Lionel Scaloni manejando un colectivo. Hay un periodista deportivo –el Gringo Cingolani– que se atribuye haberlo inventado, aunque siempre estas cosas que se hacen tan populares son difíciles de verificar. También hubo antes una Cicloneta (un equipo de la reserva de San Lorenzo), una Vitroneta (en la reserva de River) y una Piponeta (en las inferiores de Independiente). Más allá de los antecedentes, lo cierto es que hoy todo el Mundo (y me refiero al Planeta Tierra) reconoce la palabra que se terminó convirtiendo en el apodo “oficial” del seleccionado argentino.
La Scaloneta es mucho más que un apodo: es una idea que tiene forma física, porque cada uno de los que abrazamos el término tenemos una imagen más o menos definida de lo que es. Y siempre es algún tipo de vehículo motorizado, simplemente porque es algo a lo que uno “se puede subir”. Por eso la Scaloneta puede tomar tantas formas como las que la imaginación lo permita: puede ser un colectivo grande, uno más chico, un ómnibus, un minibus, un furgón… (hasta hay entusiastas que la han llevado a la “realidad” adaptando camiones y autos a sus visiones y posibilidades). Más allá de todas las morfologías que pueda tomar, hay un elemento básico en común: la Scaloneta tiene que ser un vehículo en el que entre mucha gente. Para empezar, todos los jugadores del equipo. Y si hay más plazas, mejor.
Pero no es solo eso; además de la forma o el tamaño, hay otras características que son esenciales en la idea de la Scaloneta, y casi diría que las más importantes. Y aquí es donde entra en juego esa entelequia que solemos llamar argentinidad, con todas nuestras virtudes y defectos. Porque así tiene que ser la Scaloneta, un vehículo con virtudes y defectos. Porque, ¿acaso alguien puede imaginarse a la Scaloneta como un vehículo moderno, nuevo o reluciente? Lo dudo mucho. Por el contrario, el mismo sufijo “neta” –como en patineta, citroneta, motoneta– siempre denota la sensación de algo más bien tirando a humilde, derivado de otra cosa, adaptado a “lo que hay a mano”. Un poco “fatto in casa”, para encajar con la sonoridad italiana que termina teniendo la palabra. Es así, la Scaloneta está un poquito baqueteada, tiene un par de bollos y la pintura algo saltada, e indefectiblemente tiene alguna parte “atada con alambre”.
Los alemanes no podrían tener una Scaloneta (o una Flickneta, técnicamente, teniendo en cuenta que su DT es Hansi Flick). En todo caso tendrían un solemne Flickwagen, reluciente y poderoso, hecho con la mejor ingeniería y diseñado para como para circular por las Autobhan, como para llegar rapidito y sin inconvenientes.
Por el contrario, la Scaloneta nació casi condenada a andar la mayor parte del tiempo cuesta arriba, por caminos con baches, con todos bien apretados adentro y “parando en todas”. Así se forjó, abnegada, siempre de menos a más, haciendo un gran esfuerzo para llegar a la siguiente parada. Esos son los atributos que le confirió Lionel Scaloni (y por eso es una humilde Scaloneta y no una superestelar Messineta, aunque Messi fue el primero que se subió y adoptó sus valores).
Creo que por eso pegó tan bien el apodo (y la idea) en aquél momento original, en el que la selección iba siempre de punto, y confiar en ella era una quimera. Subirse a la Scaloneta en sus inicios implicaba el enorme riesgo de quedarse a mitad de camino, tirados en la banquina. Pero también se visualizaba que, por más cachuza que estuviese esa carrocería –muchas veces objeto de burlas y desprecios–, la mecánica funcionaba bastante bien. Y algo mucho mejor: parecía que los muchachos que iban adentro se estaban divirtiendo, y que no se les iban a caer los anillos si tenían que bajarse a empujar, cambiar una rueda o hasta un palier.
En ese grupito de queribles atorrantes que fueron formando el equipo está implícita la noción de travesura: esa idea de ir todos juntos, apretados y haciendo bardo. Una promesa de que nos vamos a divertir en el camino, aunque suframos para llegar al destino. Y en ese sufrimiento también hay una enorme voluntad para superar la adversidad, para lo cual hay que hacer las cosas bien. Al final de cuentas, la Scaloneta terminó floreándose con su andar y Messi, Angelito y compañía dejaron la carrocería hermosamente adornada con unos filteados bien argentos.
No me atrevería a decir cómo funciona para las nuevas generaciones, pero sí estoy seguro que para los más grandecitos la idea de la Scaloneta nos transporta un poco a la infancia o la adolescencia. Esa época en la que subirnos de a muchos a un vehículo así era sinónimo de aventura. ¿Quién no anduvo en un vehículo un poco (o bastante) destartalado, para llegar a algún lugar deseado, promesa de alegría y diversión? Creo que todos tuvimos nuestra propia Scaloneta, ya sea para irnos de vacaciones con la familia, para salir de joda con amigos, para ir a un recital, festival o cualquier plan que vislumbre emociones. A mí me hace acordar al Fitito desvencijado de mi entrenador de voley, al que nos subíamos apretadísimos los 7, 8 o 9 jugadores que íbamos a cada partido de visitante. Hoy sería una locura, un riesgo que ningún padre sensato estaría dispuesto a correr. Y sí, subirse a una Scaloneta nunca estuvo exento de peligros.
La imagen que ilustra esta nota es de Alejandro Burdisio, un maravilloso artista cordobés que combina en sus ilustraciones lo más pintoresco de la tradición vehicular argentina, con una inigualable fantasía futurista, entre esperanzada y distópica. Así me imagino yo a la Scaloneta. Y así me hubiese gustado verla pasando por encima de las cinco millones de personas que se juntaron el martes, con los jugadores saludando eufóricos y tomando fernet. Como dijo Messi después de la derrota con Arabia Saudita: “No los vamos a dejar tirados”. Y no, ese maravilloso artefacto creado por Lionel Scaloni no nos dejó tirados.
RT
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