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Panorama Político

Un domador de mandriles que se engolosina con sus memes mientras la rendición intelectual campea en la oposición

Imagen de un león que somete sexualmente a monos que el presidente Javier Milei compartió en redes sociales.

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Tras años de turbulencias, números clave de la economía marcan un período de cierto sosiego, lo que se transforma en el principal activo del Gobierno ultraderechista.

Una inflación mensual del orden del 3%, —un décimo de la que disparó Javier Milei con la devaluación récord no bien asumió—, el riesgo país por debajo de los 800 puntos y una cotización del peso tan fortalecida a esta altura del partido, sin una amenaza devaluatoria inminente, estaban fuera de los cálculos de un amplio rango de economistas.

Argentina sigue siendo uno de los países con mayor inflación y riesgo crediticio del mundo, pero en la foto de hoy, Luis Caputo doblegó pronósticos adversos que sostenían desde economistas críticos y opositores, tanto heterodoxos como ortodoxos, hasta oficialistas solapados y los viudos del proyecto ultraderechista que se dieron cuenta tarde —cuando fueron arrojados por la borda— de que Milei era terraplanista y violento.  

¿Se trata de una domada del león a los mandriles, como enuncia el Presidente y sus patotas digitales, y parecen admitir unos cuantos que en los papeles se ubican en la vereda de enfrente? ¿El escenario anticipa una hegemonía de largo alcance, como celebran animadores desde las pantallas televisivas de Clarín y La Nación?

Luis Caputo doblegó pronósticos adversos que sostenían tanto economistas críticos y opositores como los viudos del proyecto ultraderechista

Nuevamente se impone una digresión impropia de una nota periodística para explicar la figura BDSM omnipresente en la retórica del jefe de Estado. Milei alardea que somete sexualmente a los mandriles, esos simios que parecen tener el culo ardido, que serían sus críticos. Las disculpas del caso.  

Primero fue la presunción de que la estampida inflacionaria generada por la devaluación de 54,3%, en el tercer día del Gobierno, se iba a extender a todo el primer trimestre del año. No ocurrió. Por el contrario, los precios de enero, febrero y marzo se fueron alejando paulatinamente del 25,5% de diciembre de 2023.

Más tarde, se combinaron proyecciones de que la demanda salarial para recuperar algo del sablazo inicial y la presión de ciertos precios rezagados, los aumentos siderales de los servicios públicos y la acumulación de tasas en pesos muy positivas sobre el valor del dólar dispararían una dinámica que haría difícil que la inflación mensual bajara de 8%, luego de 4%, hasta llegar al 3%. Hasta ahí, Caputo la vio; el resto, grosso modo, no.

Los oficialistas cantan victoria. No sólo ellos. Voces que asumen ser o haber sido críticas describen que el Presidente y su ministro “meten todas las que tiran al arco”, y extienden el virtuosismo al plano político. El ultraderechista da siempre en el blanco —dicen sus admiradores de ayer y de hoy—, para desconcierto de sus opositores, sumergidos en internas y crisis de liderazgo.

El razonamiento exige una serie de artificios mentales.

Cuando despierte, el monstruo estará allí

El peso argentino fue una de las monedas del mundo que más se apreció desde enero, si bien partiendo desde un piso extraordinariamente bajo en diciembre. De esta manera, las ciudades argentinas pasaron de ser baratas o muy baratas en el contexto internacional, con excepción de textiles y tecnología, a tener precios similares a Europa y Estados Unidos en el supermercado y servicios básicos.

Caputo fue sacando conejos de la galera para patear la pelota hacia adelante: defaulteó deudas a los productores de energía como no había hecho ningún gobierno en los últimos veinte años, movió bonos de acá para allá, creó instrumentos financieros que acumulan los intereses en lugar de pagarlos, mandó reservas de oro al exterior con destino y propósito desconocidos, desatendió la meta de acumular reservas en el Banco Central para contener el tipo de cambio, subió impuestos para reemplazar la rebaja del gravamen a la riqueza y —la base de su “éxito”— orquestó un blanqueo de capitales con premios sin precedentes para los evasores.

La tasa de devaluación mensual de 2%, muy por debajo de la inflación, junto a la inédita recesión inducida por el Gobierno y la motosierra, han sido pilares de la contención de la inflación. No hay un mango en los bolsillos de los trabajadores, se importa poco y el Estado no emite dinero para solventar el gasto público, aunque crea burbujas financieras que se pagarán más adelante.

La alquimia dio resultado, con un detalle. Cuando la economía despierte, el monstruo de la falta de dólares y el cepo estará allí.  

El famoso carry trade hace que la deuda en pesos crezca mes a mes, rumbo al equivalente a US$100.000 millones adicionales en el primer año de Milei en el Gobierno. Se trata de títulos públicos que, llegado el caso, podrían intentar refugiarse en el dólar. No es una elucubración de un opositor, sino lo que el Presidente y su ministro temen, razón por la que mantienen el cepo. Si el peligro se vuelve realidad, será otra estampida inflacionaria y la escena final para el domador de mandriles.

Mientras tanto, el Banco Central sigue con reservas netas negativas, lo que quita herramientas tanto para mitigar una corrida contra el peso como para hacer frente a más importaciones si la economía comenzara a crecer. Hay versiones sobre un flujo de dólares por venir para aprovechar el verano financiero o las maxiganancias prometidas en petróleo, gas y minería. Por ahora, se verifica una dinámica en L (caída abrupta seguida de estancamiento) o como la pipa de Nike (rebote lento) para gran parte de la economía, con algunas excepciones, lejos de la “recuperación en V” que prenunciaban las flatulencias discursivas de Milei.

La secuencia fue ratificada el viernes por el estimador mensual de actividad económica (EMAE) del INDEC, que marcó no sólo una caída interanual de 3,3% en septiembre, sino una de 0,3% intermensual con respecto a agosto de 2024. Cae todo excepto intermediación financiera, minería y agro. Hablan los números, se acaba el vandalismo fascistoide de la tropa libertaria.

Promesas de deuda

La necesidad imperiosa de juntar dólares hizo que Milei y Caputo retomaran el anuncio de acuerdos inminentes con el Fondo Monetario Internacional u otro tipo de financiamiento, ya sea de un grupo de bancos o en el mercado internacional de bonos. Deuda sobre deuda, la savia por excelencia del elenco gubernamental.

Se da así un retorno al punto de partida. Un año atrás, antes de asumir la Presidencia, Milei encandilaba ante cámaras a Alejandro Fantino con secretos que guardaba en su celular sobre prestamistas que se desesperaban por llenar de dólares la economía argentina. “¿Querés que te muestre mi whatsapp?”, dijo un Javo seductor.

Nadie como Caputo y Federico Sturzenegger saben de la fragilidad de un panorama financiero estable en una economía con pies de barro. Quedó para la historia aquella foto de Sturzenegger y su segundo, Lucas Llach, con gesto erudito, anunciando una inflación de 10% para 2018 (fue el cuádruple). Cabe suponer que los entonces presidente y vice del Banco Central habrán sentido tanta seguridad como ahora para animarse a esa predicción; de lo contrario, se habrían ahorrado el ridículo.

Similar convicción habrá sentido el ministro de Finanzas de Mauricio Macri —casualmente, Caputo— cuando intentó impactar al mundo con un bono a 100 años por casi US$3.000 millones, que tuvo que ser reestructurado tres años después. El caso quedó como ejemplo bizarro en escuelas de finanzas del mundo.

Somos periodistas, queremos aplaudir

La narrativa de que “les salen todas” y “apuestan fuerte y ganan” es sostenida por propios y extraños, pero nadie lo hace con tanta vehemencia como los presentadores de radio, TV y streaming a quienes Milei premia con posteos aduladores y entrevistas abundantes en interjecciones festivas y risas nerviosas, pero carentes de preguntas.

Y sin embargo, Milei posa de que pelea con periodistas.

Como bien señaló un párrafo memorable de Joaquín Morales Solá de días atrás en La Nación, la actitud hostil y soez del mandatario hacia la prensa es, encima, desagradecida, porque apunta más que nada a semioficialistas, “el periodismo independiente que ha valorado sus logros económicos”.

Es tan denigrante la situación, que algunos de los agraviados ni siquiera atinan a responderle, como quien intenta disimular al grosero de la sala, y otros, abnegados, repasan las agresiones sufridas contra sí mismos o colegas del propio medio, al tiempo que juran lealtad. “Las formas son importantes, Presidente. Se lo digo bien”.

Nada es casual. Los modos de Milei avergüenzan a cualquiera, pero las pantallas argentinas llevan décadas de desprecio al “curro de los derechos humanos”, estigmatización de los “choriplaneros” y enaltecimiento del egoismo y la mano dura con un tinte racista indisimulado.

Esa prensa colabora en el prime time con la narrativa gubernamental, y encuentra eco en cámaras empresariales y ONG que pusieron en pausa sus preocupaciones republicanas para celebrar “el logro transformacional de Milei”: la rebaja de cinco puntos del gasto público en relación al PBI.

Resulta que el ultra es “valiente”, “hizo lo que nadie había hecho”, porque implementó una baja extraordinaria del gasto público a costa de los jubilados, la obra pública, las universidades y las transferencias a las provincias, junto a la quintuplicación de las tarifas de servicios públicos para eliminar subsidios.

El Gobierno al que le asignan pericia inusitada provocó que los ingresos de los trabajadores registrados del sector privado se ubiquen 5% por debajo del indicador de septiembre de 2023, y en el caso de los empleados públicos y los informales, 25%, tal como detalló el economista Juan Manuel Telechea sobre datos oficiales. La jubilación mínima medida con bono de $70.000, que cobra cerca de la mitad de los pasivos, perdió 17% de su poder adquisitivo.

Los modos de Milei avergüenzan a cualquiera, pero las pantallas argentinas llevan décadas de desprecio al "curro de los derechos humanos", estigmatización de los "choriplaneros" y enaltecimiento del egoismo y la mano dura con tinte racista

Milei puede inventar cifras sobre reducción de la pobreza y recuperación del salario; Caputo puede contar cómo sus colegas, los traders, lo felicitan incrédulos por la magnitud de sus éxitos; Sturzenegger se la puede agarrar contra una oficina que certifica la trazabilidad de los medicamentos, pero los sistemas científico y universitario están viviendo un éxodo porque la motosierra truncó carreras y desfinanció programas de investigación que llevaban décadas de inversión estatal.

El país que proponen los hermanos Milei se ensaña con la población vulnerable.

La ley Brisa, sancionada en 2018, estableció una reparación mensual equivalente a una jubilación mínima para hijos de víctimas de femicidio. Se trata de chiquitos que pierden a su madre y, con alguna frecuencia, a su padre, que va preso por el asesinato. La Casa del Encuentro contabilizó 243 mujeres asesinadas entre enero y octubre de este año, que dejaron 276 hijos. Como el Gobierno desmanteló organismos de resguardo, el estipendio no se paga en tiempo y forma, o directamente no se paga.

Rendición intelectual

La asunción de que “Milei mete todas las que tira al arco” supone no sólo una rendición intelectual, sino también cierta frivolidad.

El abordaje de la “realpolitik” prescinde de señales identitarias del Gobierno extremista, como su voto solitario a favor de la violencia contra las mujeres en la ONU, su alineamiento irrestricto con la masacre en Gaza por la que Benjamin Netanyahu tiene pedido de captura, o los agravios a víctimas del terrorismo de Estado. Todo eso vale poco y nada en términos de éxito o fracaso, dice el manual de la política sin alma.

El cuadro social de un país con los ingresos populares por el piso, con un Gobierno que hace un ejercicio impúdico de la crueldad, debería de por sí refrenar el instinto de levantar el brazo del domador de mandriles.

El texto oficialista dice que Milei es hábil porque obtuvo el apoyo de las cámaras legislativas en las que está en franca minoría y de los gobernadores, y que además está celebrando que los tribunales federales de Comodoro Py bailen a su ritmo, como lo que hizo Macri en su período presidencial.

No da la impresión de que se requieran dotes de un ajedrecista muy sesudo para convencer al radical cordobés Rodrigo de Loredo, el peronista tucumano Osvaldo Jaldo y al PRO bonaerense Diego Santilli de que presten colaboración

El dato es clave para alumbrar otro de los supuestos logros de Milei. Los jueces y fiscales federales se transformaron en cómplices de la política de Patricia Bullrich de limitar o prohibir la protesta. En condiciones económicas críticas, el riesgo de enfrentar una golpiza policial o una acusación por graves delitos dirimida en un oscuro despacho de Comodoro Py son elementos disuasorios de peso para acudir a una manifestación.

La línea de pensamiento que atribuye a Milei y su equipo una pericia de alta política para atarle los brazos al Congreso incurre en otra simplificación. No da la impresión de que el monje negro de Casa Rosada, Santiago Caputo, deba administrar dotes de un ajedrecista muy sesudo para convencer al radical cordobés Rodrigo de Loredo, el peronista tucumano Osvaldo Jaldo y al PRO bonaerense Diego Santilli de que presten colaboración. Por el contrario, pareciera que son ellos quienes acuden solícitos a despachos oficiales para ponerse a disposición.

Descartada —hasta tanto aparezcan pruebas— la afirmación de compras espurias de voluntades opositoras por parte del Gobierno, corresponde entender que los saltos ornamentales de gobernadores y legisladores opoficialistas, sumisos al punto de dejarse llamar “ratas” y contradecirse en cuestión de horas, obedecen a una concepción líquida de la política, en la que no existen convicciones ni posturas programáticas, sino metas de flotación. Para ello, hay que nadar con la corriente, y hoy tocan motosierra y crueldad.

Disciplinar es la tarea

Parte de la responsabilidad de que Milei se permita autopercibirse como un Rambo que combate horcos corresponde al gobierno de Alberto y Cristina. Fue tan deslucido su final, con Sergio Massa disparando medidas tan demagógicas como perjudiciales —como la exención del impuesto a las Ganancias (ingresos) para el 10% de mejores sueldos—, que el derrape del último trimestre de 2023 empuja a ultraderechistas a revolear números a la bartola.

El Gobierno de los Fernández incurrió en graves inconsistencias, pero no quedó nadie con capacidad y voluntad de explicar los efectos de la deuda de Macri, la pandemia y la mayor sequía en décadas. Tampoco para resaltar logros sociales y económicos en la recuperación de la crisis sanitaria del coronavirus, entre otras cosas, porque esos méritos fueron bombardeados por Cristina y La Cámpora.

La ex vicepresidenta se embarcó en la aventura autorreferencial de deslindar su responsabilidad de un Gobierno que ella diseñó y dirigió en funciones de primer orden, Massa se llamó a silencio hace un año, y Alberto Fernández, ya con su palabra devaluada por sus contradicciones e indecisiones, quedó fuera de juego por la denuncia de violencia de género.

Ni siquiera se pone sobre la mesa el argumento evidente del desquicio que implica la proyección presidencial de un candidato que afirma que dolarizará de un día para otro, sin dólares en el Banco Central, y que aconseja a los depositantes de pesos en los bancos que los retiren, porque son “excremento”.

A eso, a confrontar con Milei, dijo que se sintió llamada Cristina cuando se postuló a presidir el Partido Justicialista. Fue el objetivo de “ordenar lo que se desordenó” —y no disciplinar a Axel Kicillof frente a Máximo Kirchner, como algún malpensado podría intuir—, lo que empujó a la expresidenta a pelear por una silla partidaria que nunca le había interesado.

No habían pasado dos minutos del inicio de su discurso en el microestadio Quimsa de la capital santiagueña cuando se vio compelida a aclarar que es de “bien nacido” ser agradecido, “por más que algunos se olvidan”. Se refirió a Axel Kicillof.

En el breve camino al PJ, La Cámpora y el Instituto Patria explicaron que Cristina sería la única con capacidad para recentrar el debate y abrir un capítulo de unidad en el peronismo con todos los que quisieran oponerse al Gobierno de los ultraderechistas.

A eso estaba abocada Cristina hasta la misma noche en que asumió la presidencia del PJ en un acto en Santiago del Estero, una semana atrás. No habían pasado dos minutos del inicio de su discurso en el microestadio Quimsa de la capital santiagueña cuando se vio compelida a aclarar que es de “bien nacido” ser agradecido, “por más que algunos se olvidan”. Aclaran a un lado y otro de la nueva grieta del peronismo que se refirió a Axel Kicillof.

La exmandataria comenzó su gestión por la unidad partidaria con un dardo directo al peronista con mayor responsabilidad institucional del país y uno de los pocos opositores con proyección electoral nacional.

Fue la campana de largada de otra andanada de La Cámpora y el Instituto Patria. En tiempos de poses, Máximo dice que quiere colaborar, pero sus laderos del conurbano, con los intendentes Mayra Mendoza y Julián Álvarez a la cabeza, ya actúan como opositores abiertos al Ejecutivo provincial. Ni Alberto Fernández escuchaba un tenor de críticas similar en su primer año en Casa Rosada, por lo que cabe imaginar hasta dónde llegará el conflicto, salvo que Kicilof acepte el único papel que los Kirchner están dispuestos a tolerar: la obediencia absoluta.

Es allí, en la carrera sin destino emprendida por los Kirchner en los últimos años, donde puede encontrarse la mayor fortaleza de Milei. No porque Cristina carezca de carisma, popularidad y talento para encontrar el tono de debate, sino por su capacidad y persistencia para obturar cualquier liderazgo que la trascienda. Su techo bajo —una invariante de la última década de la política argentina— y el egocentrismo en torno a un apellido actúa como un obstáculo para cualquier proyecto opositor que suture diferencias al estilo de lo que logró rearmar Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.

Por el contrario, Milei encuentra su mayor debilidad en su propia crueldad terraplanista.

SL/DTC

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