El señor Bachmann y su clase
Mi madre sostiene que nosotrxs (por mi hermana, mi hermano y yo) también pasábamos en la escuela todo el día. Insisto en que no, y mucho menos en la primaria. Que siempre hubo un día de la semana en el que salíamos al mediodía, que había uno o dos que salíamos 14.30 hs, que nunca fuimos todos los días hasta las 16 y pico como va mi hijo Ramón desde que tiene 3. No nos ponemos de acuerdo, la discusión se termina porque callamos, cree que olvidé.
Me da culpa que Ramón vaya a la escuela tantas horas dado que no trabajo con horario fijo. Siento que tengo que aprovechar mucho las horas en las que él no está porque en parte es para eso que lo estamos depositando. A favor de la jornada completa me digo que de todos modos si estuviera en casa debería estar pulseándole la pantalla minuto a minuto, donde una ficción en Netflix se convirtió en algo así como una película de Bergman en comparación con los youtubers que comentan cómo aplasta cosas una trituradora, meten Coca-cola con Mentos en bañeras o comparten sus partidas de Fornite. Comparado con eso, me digo, es bueno que esté con gente real en un sitio real, lidiando con temas de la socialización y la vida en comunidad, los problemas y alegrías de los otros, rodeado de niñes, él que es el único niño del hogar.
Veo la película “El Sr. Bachmann y su clase” en Mubi. Es un documental del año pasado de la directora alemana María Speth. El Bachmann del título es un señor de 65 años que da clases en una escuela y en la película se cuenta un año de este maestro con su clase, el 6B. En ese 6B hay chicas y chicos de entre 12 y 14 años, hijos de familias turcas, búlgaras, rusas, italianas. La mayoría de esos chicxs no nacieron en Alemania y llegaron ahí hace un par de años, acompañado a sus madres y padres que migraron para poder trabajar. La ciudad en la que sucede se llama Stadtallendorf, una pequeña ciudad industrial en el centro de Alemania en el que funcionan un fábrica de Ferrero y Fritz Winter, una fundidora de acero. El equipo de filmación se instala en el aula de diciembre a julio, en lo que es el año lectivo alemán. A su vez, es el último año de la primaria en el que se decide a qué tipo de secundaria irán esxs niñxs, en base a su rendimiento académico. Hay una sola secundaria que permite acceder a la universidad después, las otras allanan el camino a oficios o a otras formaciones no universitarias. Son lxs maestrxs de la primaria quiénes deciden qué tipo de educación asignarán a cada alumnx.
En la clase del señor Bachmann algunxs de sus alumnxs apenas están aprendiendo a hablar el alemán. Lo escuchamos comentar, celebrar a una de las alumnas, le dice que hace medio año se entendían por señas y que ahora ella ya casi sabe hablar. Pero en ese casi suceden un montón de cosas, porque difícilmente esa chica, por más inteligente o capaz que sea, pueda acceder al Gymnasium, que es la secundaria que conduce a la universidad, con ese nivel de alemán. Esa chica, Stefi, llegó con su familia de Bulgaria hace un año nomás, justo en el momento en el que en Alemania se define el futuro de su formación. Stefi es uno de los personajes de más alto perfil del documental, es una chica temperamental y simpática, bonita y lista. Dialoga mucho con su maestro, lo cuestiona, lo celebra, le agradece.
Hay una escena preciosa en la que está el padre de Stefi de visita en el aula. Es bastante joven y va de campera de cuero. El maestro conversa con él, Stefi le sirve de traductora porque su padre no habla alemán. El Sr. Bachmann le pregunta al hombre a través de Stefi si tienen pensado quedarse en Alemania, para definir la educación de Stefi. El hombre, en búlgaro, le responde que quieren volver a Bulgaria pero que no saben si van a poder volver porque es muy difícil y acá (por allá) tiene trabajo -de panadero- y que entonces es incierto pero que en principio quieren volver. El maestro le dice que su hija canta muy bien, ella dice que quiere ser cantante, el hombre niega con la cabeza. Bachmann incita a Stefi a cantarle algo a su papá, él la acompaña con su guitarra, ella no quiere, lo hace tímidamente, no canta tan lindo como en todas las otras escenas en las que la oímos cantar. Dice también que quiere ser médica, cantante y médica, y el padre todo el tiempo con la cabeza que no. Dice o Stefi traduce, no recuerdo bien, dice varias veces que no, que no es posible, que eso no va a poder ser. No sé, cuando mueve así la cabeza tan decidido, cuál será la imagen que se le configura de lo que sí, de lo que sí podría hacer esa hija, de en qué la ve. Me generaba tantas sensaciones esa imagen, tan contraria a la del padre progresista, que quiere para su hija lo mejor, él que niega y dice no, esto y aquello no, cantante y médica para nosotros no.
En 1994 cumplí 15 años y me mandaron a Alemania a compartir con una familia de amigos, los Lampe. Las hermanas Lampe, entonces, iban a la secundaria, al famoso Gymnasium; la Lampe de mi edad, que era muy lista, había rendido un año libre para terminar la secundaria junto a su hermana mayor. Es la misma Lampe que después sí se recibió de médica, se casó con un heredero chocolatero, y cambió su apellido ni bien pudo. Ahora se llama Señora Doctora El Apellido de su marido. Sigue regia, de pelo rubio impecable, secado con secador cada mañana. En esas vacaciones que compartí con ellas, que hablábamos de todo, de chicos también, a veces las oía comentar que tal y tal era lindo pero que ni daba porque iba a la Realschule. Me costó entender esto del sistema educativo alemán pero no acreditaba que ellas, siendo aún bastante chicas, le bajaran el pulgar a alguien porque no estaba en su camino hacia la educación superior. Es decir, para ellas alguien que no estudiaba en el Gymnasium, tenía una inteligencia menor y no merecía su atención, la de ellas. Todo esto era algo completamente nuevo para mí. Ellas eran las alemanas rubias y blancas, también del centro de Alemania pero de Düsseldorf, una de las ciudades más ricas, y serían algo así como el anverso de la clase que se retrata en la película de María Speth. Viendo a estxs niñxs funcionar se me vinieron ellas y su intransigencia y crueldad e imaginé que a diferencia del Sr. Bachmann, ellas y su ideología representarían al promedio alemán.
La ciudad en la que transcurre la película, Stadtallendorf, además, tiene una historia muy particular. Se llamaba Allendorf y era un pueblito de esas casas típicas de maderas cruzadas, los Fachwerkhäuser. Y por alguna razón durante el nazismo eligieron ese sitio para instalar dos fábricas de municiones antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Para ello y en la línea de su plan de saneamiento ario, pusieron a trabajar a presas y presos de 22 países en condición de trabajadores forzados. Los techos de las fábricas estaban recubiertos de pasto, árboles y arbustos para hacerlos invisibles desde el aire, estos techos verdes existen aún. Después de la Guerra desmontaron esas fábricas y convirtieron la ciudad en un polo industrial que gradualmente se llenó de Gastarbeiter, que literalmente sería “trabajador invitado” pero son los trabajadores inmigrantes. Así la mayoría de los habitantes de Stadtallendorf son turcos, búlgaros e italianos. De todo esto también habla la película de Maria Speth.
Es extraño ver esta película en la misma semana en la que estalla un conflicto bélico, tan pasado de moda, tan como sin haber aprendido nada nunca. ¿Qué es un país, una identidad, una nación? ¿Cuál de estas nociones surge de adentro hacia afuera y cuáles operan por imposición, de afuera hacia adentro, de modo coercitivo? Se ha empezado a discutir la disforia en otro ámbitos, en el del género por ejemplo, pero ¿y la disforia de nación? Si algo queda claro después de ver la película de Speth es que es más absurdo querer capturar a qué nación o nacionalidad pertenece cada unx de estxs niñes que aceptar que todas esas que lxs cruzan: las de sus antepasados, aquella en la que vivieron, en la que viven ahora, en la que vivirán, o ninguna de todas ellas: viven en un lugar, nacieron en otro, hablan la lengua de otro más. Y que al igual que la gramática de la lengua alemana, tan hecha de excepciones que cabe preguntarse para qué se habrá hecho la regla, todo ese conjunto de normas que acaban configurando una nación, falla cuando ya no representa a nadie y por el contrario, sólo genera violencia.
RP
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