Además del forzado triunfo del martes en Diputados por Bienes Personales, el principal alivio que recibió Alberto Fernández por estos días vino desde el extranjero. Con un detalle: no dependía del Frente de Todos. Fue la victoria en Chile de Gabriel Boric, el joven emergente de las tomas en la Universidad de Chile. El oficialismo celebró el triunfo de Boric sobre el nacionalista de extrema derecha José Antonio Kast como si hubiese sido un gol propio. El desenlace del balotaje le sumó un interlocutor amigable, en un contexto oscilante para la región. Apenas se confirmó el resultado del balotaje, Fernández llamó a Boric y lo invitó a visitar la Argentina. El plan del presidente es que el chileno de 35 años pase por el país incluso antes del 11 de marzo, la fecha pautada para la asunción.
“Con Jair Bolsonaro en el gobierno de Brasil durante al menos un año más, Boric también va a necesitar de nosotros”, se ilusiona un funcionario albertista. El presidente electo de Chile representa un liderazgo novedoso para Latinoamérica. No formó parte de la ola de gobiernos progresistas de los 2000, ni cuenta con padrinazgos políticos asociados a esa época. Una etapa que tanto Alberto Fernández como Cristina Kirchner miran con una mezcla de nostalgia e impotencia. La celebración del 10 de diciembre en Plaza de Mayo, junto a Lula da Silva y Pepe Mujica, lo confirmó.
El discurso de Boric contrasta con el de los protagonistas de aquellos años expansivos. El exdiputado propone y exige una mejor distribución de la riqueza para Chile, pero a su vez defiende el valor de la estabilidad macroeconómica de su país. Su vínculo con el gobierno de los Fernández no presenta un guión escrito de antemano.
El resto de la agenda internacional de Fernández sigue condicionada por la danza del acuerdo con el FMI. Tras la caída del Presupuesto 2022 en Diputados a manos de la oposición ampliada, la negociación con el Fondo Monetario se consagró como el monotema oficial. Si bien existió una discrepancia entre Sergio Massa y el ministro Martín Guzmán sobre la posibilidad de presentar un nuevo proyecto el año próximo, esa chance ya fue descartada.
El Frente de Todos se manejará con el Presupuesto prorrogado del año pasado. Para tranquilizar a los gobernadores alineados con la Casa Rosada, este martes Fernández recibió a los mandatarios provinciales en Olivos. Fue un scrum político. Uno más, realidad. Fue el tercer encuentro consecutivo de la familia oficialista para mostrar unidad, tras la avanzada de la oposición en Diputados. Con ánimo de ir por el deshielo, el presidente tendió un puente con Máximo Kirchner en la ceremonia pejotista del sábado en San Vicente. Y el lunes a la noche, cenó con los diputados del Frente de Todos en la quinta presidencial. Ahí Fernández les pidió a los legisladores que se vuelvan voceros y defensores en sus provincias de la gestión nacional.
Hasta hace un par de semanas, el Presidente tenía previsto dos viajes ambiciosos para febrero. Pretendía aceptar las invitaciones ya realizadas por los gobiernos de China y Rusia. Con un Alberto Fernández haciendo un equilibrio geopolítico permanente, su intención era concretar esa gira una vez cerrado el trazo grueso del arreglo con el FMI. Pero las conversaciones se estiran más de lo previsto.
La visita a China estaba prevista por dos motivos formales: los 50 años de las relaciones diplomáticas de la potencia asiática con la Argentina y la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno, entre el 4 y el 20 de febrero en Pekín. La hoja de ruta oficial incluía empalmar ese largo viaje con un paso por Rusia, para que Fernández se encontrara con Vladimir Putin.
La aceleración de contagios de contagios en todo el mundo postergó la agenda asiática del Presidente, se informó en la Cancillería. Cerca del Presidente, con todo, mencionan otra cuestión: en un contexto de incertidumbre en la negociación con en Fondo, el Gobierno busca evitar cualquier gesto que sea leído como un desaire a los Estados Unidos, principal accionista del organismo multilateral, en un contexto de presiones cruzadas. Devenido canciller, el albertista Santiago Cafiero busca cinturear entre esos polos de poder.
AF