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Alperovich, el todopoderoso que mandó durante 12 años en Tucumán y tuvo que rendir cuentas

José Alperovich, condenado a 16 años de prisión por el abuso sexual de su sobrina.

David Correa

Tucumán —

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José Jorge Alperovich, exgobernador de Tucumán y exsenador nacional, fue condenado por abuso sexual a 16 años de prisión, tras cuatro meses de juicio oral por la denuncia de nueve hechos que le hizo su sobrina y exasesora ocurridos en 2017 y 2018, entre Buenos Aires y su provincia. La condena le pone fin a su larga trayectoria en la política, que coronó con 12 años como jefe provincial, período en el que con su voz de mando acalló cualquier diferencia. Nada se hacía sin que él lo supiera o decidiera. 

“La condena es un hito y es un mensaje la política, para los que se creen todopoderosos. Cuando los jueces tienen voluntad, nadie está exento de tener que rendir cuentas, de ser enjuiciado y hasta condenado. Quedó demostrado que nadie puede hacer lo que quiera con nosotras”, reflexiona a elDiarioAR la abogada tucumana Soledad Deza, defensora en la causa Belén y presidenta de la Fundación Mujeres x Mujeres.

La caída

De origen radical y empresario dedicado a la venta de autos, a Alperovich desde joven le interesó la política y de la mano de la UCR llegó a la Legislatura tucumana, en la que presidió la estratégica Comisión de Hacienda, tiempos en los que el sindicalista petrolero peronista Julio Miranda estaba al frente del Poder Ejecutivo provincial. Hábil con los números, mientras el país estaba sumido en una de sus más profundas crisis –corría el año 2000– Miranda lo sumó a su gabinete como ministro de Economía. Hizo cambios aquí y allá, acomodó las cuentas provinciales y sabiendo de la importancia de los medios de comunicación, pues había integrado el Directorio de Canal 10 (televisora de aire de la Universidad Nacional de Tucumán que administran tres directores, dos de la UNT y uno por la Provincia), puso en marcha su exposición pública, alimentada por la pauta oficial.

Esto le reportó que al año siguiente, previa afiliación al Partido Justicialista (PJ), encabezara la lista de candidatos al Senado de la Nación y fue electo en 2001. No se fue del todo, en dos años recorrió de punta a punta la provincia y con el respaldo del petrolero, que le bloqueó una alianza con el riojano Carlos Saúl Menem, lo ungió como candidato a gobernador. Con 48 años, Alperovich se sentó en el Sillón de Lucas Córdoba y poco tiempo después repatrió al médico sanitarista Juan Manzur, que por entonces reportaba en el municipio de La Matanza, en Buenos Aires, y lo puso al frente del ministerio de Salud tucumano. Tucumán venía de ser gobernada, desde 1983, por mandatarios que fueron superados por la gestión, grises, como Fernando Riera (PJ), José Domato (PJ), Julio César Aráoz (PJ - Interventor), Ramón Ortega (PJ), Antonio Bussi (Fuerza Republicana) y Miranda, por lo que el estilo de dinamismo empresarial que le impuso Alperovich a su gestión, en el que concentró la suma del poder, le retribuyó en las urnas.

En poco tiempo, Alperovich mostró que iba por más. En 2006 reformó la Constitución Provincial y la hizo un traje a medida. Sobre 40 convencionales constituyentes, 35 le eran propios y su presidente fue Manzur, su debut como conductor. Entre los cambios, logró que su primer mandato no fuera reconocido como tal, desde la entrada en vigencia de la nueva Carta Magna. Es decir, que rigiera recién desde la elección provincial siguiente. El kirchnerismo lo aupó y se convirtió en uno de sus mejores alumnos. En 2007 fue electo con el 76% de los votos, un todopoderoso, que tenía habilitada una reelección más, pues recién desde ese año se contaban sus mandatos. Y así fue. Cuatro años más tarde, los tucumanos volvieron a elegirlo para presidir la Casa de Gobierno. 

En su último mandato, no formó parte del círculo de confianza de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, jamás se conocieron las razones, pero sí lo fue la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich, su esposa. Tanto, que hasta fue Presidenta Provisional del Senado, pese a que no se destacó por sus habilidades en el mundo de la política.

Una de las casas de los Alperovich, en el límite entre San Miguel de Tucumán y Yerba Buena, fue durante muchos años el lugar por donde pasaron hombres y mujeres de la política, del Poder Judicial y de otros ámbitos, en donde se tomaron decisiones importantes para Tucumán. La concentración del poder fue a cielo abierto y, a veces, se transmitió en vivo por televisión. Los triunfos electorales se festejaban allí.

Pero todo termina. En 2015 su vice, Manzur, lo sucedió y Alperovich ocupó una banca en el Senado de la Nación. El médico había aprendido rápido y cortó el cordón umbilical, se emancipó del alperovichismo. El empresario intentó romper con la tradición de que la Cámara Alta se convirtiera en el exilio dorado de un exgobernador, rompió con la estructura tradicional del PJ y 2019 desafió a Manzur con su propia candidatura a la gobernación. Perdió por paliza, su imperio económico no le sirvió y quedó en cuarto lugar, cómodo. Fue el principio del fin, pues poco tiempo después su sobrina y asistente lo denunció por abuso sexual. Y todo cambió para siempre. 

Un hombre de la política tucumana consultado por este medio, que fue de confianza de Alperovich mientras ocupó la Casa de Gobierno, contó que hace unos meses vio su camioneta estacionada en una calle céntrica de la capital tucumana. “José estaba adentro, con la ventanilla bajada, todo el mundo lo veía porque fue a dos cuadras de la Plaza Independencia, pero nadie se acercó a saludarlo. El poder es cruel cuando ya no está de tu lado, mucho más para él, que mandó en la provincia como quiso, casi como un déspota”, reflexionó.

Un hito

Para la abogada Soledad Deza la decisión del juez Juan María Ramos Padilla es un hito. “No hay duda, es un gobernador de una provincia el que estuvo en el banquillo, el que tuvo que dar explicaciones, frente a una denunciante que estuvo en una situación de desigualdad extrema y frente a un denunciado que encarnaba poder político y económico”.

Sobre la estrategia de la defensa de Alperovich de culpar a una operación política en su contra el origen de la denuncia, Deza no dudó en calificarla del “ABC de alguien que busca desresponsabilizarse”. “Detrás de su accionar está el estudio Cúneo Libarona, cada movimiento no es casual, forma parte de una maniobra para que la discusión, al menos, la pública, se lleve a otro escenario, no el del abuso. Tratar de poner en duda el relato de la víctima muestra su incapacidad para hacerse cargo de sus propios actos. Fue un intento de convertirse a sí mismo como una víctima”, señaló.

La letrada destacó la tarea de los jueces, de los fiscales y del equipo de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres, del Ministerio Público Fiscal de la Nación. “También hubo una articulación muy importante del movimiento feminista en el acompañamiento a la víctima y eso fue fundamental. Esto demuestra, una vez más, que las luchas sirven”, expresó.

Para cerrar, hizo hincapié en que también es un mensaje que debe ser tenido en cuenta por el Gobierno nacional, que puso en marcha una política de desarticulación de las políticas de género. “Haga lo que haga y pese a que el Gobierno naturaliza las violencias de género y desmantele todas las políticas, la Nación está obligada a cumplir con pactos internacionales. 

Desde el llano

Para el politólogo tucumano Luis Karamaneff, el movimiento Ni Una Menos fue clave para que se rompiera el blindaje en casos como este. “Las denuncias en contra de Alperovich fueron cuando ya estaba en retirada del poder político pero ese cambio cultural que empujaron las mujeres fue muy importante para que la denunciante se animara”, sostuvo. 

Consultado sobre si cree que el veredicto puede ser tomado como un mensaje para la política, no dudó en señalar que lo es. “Claro que sí, en especial, para los dirigentes peronistas que creen que construyen espacios sólidos a su alrededor. Las estructuras perviven pero las conducciones son efímeras y los ejemplos de Alperovich y Manzur son una muestra. El actual gobernador Osvaldo Jaldo debería tomar nota. Porque cuando no se tiene ese poder, cualquiera puede ser obligado por la Justicia a tener que dar explicaciones”, cerró.

DC/MG

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