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EN LA PUNA

Flamencos en peligro: el avance de las mineras en los salares pone en riesgo sus lugares de reproducción

Los flamencos viajan sin parar 1.800 kilómetros para encontrar los "mares de sales" de la Puna.

David Correa

Tucumán —

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Jujuy, Salta y Catamarca promocionaron durante años a sus salares de altura como exclusivos destinos turísticos pero en los últimos años ese interés perdió terreno porque esos mismos lugares se han convertido en el objetivo de empresas que van en busca de la extracción de litio, favorecidos por políticas locales y nacionales. Se trata de ecosistemas que tienen características especiales por encontrarse a más de 3.000 metros altura sobre el nivel del mar y porque son el hábitat de comunidades de flamencos, entre ellos, el andino, cuya colorida presencia se destaca. Todos los años, desde septiembre, estas esbeltas aves emprenden uno de los mayores desafíos de sus vidas: volar desde las lagunas en donde pasaron el invierno, en Santa Fe y Córdoba, hasta los “mares de sales” de la alta montaña para reproducirse. Hoy esta ruta está en peligro por el auge de la actividad minera.

Elegantes, de plumaje rosado y de poco más de un metro, pico prominente y de punta negra, patas largas y amarillas, el flamenco andino ya formaba parte de la vida cotidiana de los pueblos originarios y su presencia no pasó desapercibida. Tanto, que dentro del ajuar de “Las niñas de Llullaillaco”, los cuerpos de menores momificados hallados en 1.999, en la cima del volcán del mismo nombre, en Salta, se encontraron plumas de flamencos, informó Enrique Derlindati, doctor en Ciencias Biológicas, investigador y docente de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Salta. De acuerdo a su datación, esos restos tendrían 500 años de antigüedad. 

Este investigador estudia a estas aves desde la primera vez que las vio, en 1994, cuando era estudiante. “Quedé fascinado, hipnotizado por su belleza, por el colorido de su plumaje que contrastaba con los marrones de las montañas y con el blanco salino”, rememora sobre ese encuentro en la Laguna de los Pozuelos, en Jujuy, a 3.600 metros sobre el nivel del mar. En la actualidad es una Reserva de Biosfera, declarada por la UNESCO; Sitio Ramsar (biodiversidad de relevancia internacional) y Área de Importancia para la Conservación de las Aves (AICA) que, además, integra la Red de Humedales para la Conservación de Flamencos Altoandinos y la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras.

Derlindati señala que los lugares de nidificación coinciden, “lamentablemente”, con el Triángulo del Litio que está formado por zonas de alturas de Argentina, Chile y Bolivia, por lo que la presión sobre los espacios de reproducción es constante y a esto hay que agregar que se trata de ecosistemas muy frágiles. “El avance no se detiene y es preciso tomar medidas porque favorecer su presencia es un reflejo de una buena salud de estos ecosistemas. La actividad litífera explotó en los últimos años y se pueden adoptar medidas sin que se generen conflictos de intereses pero es necesaria una fuerte decisión de política ambiental”, señaló. Urge porque, explicó en base a estudios, la explotación de litio mediante salmueras, el método más económico, ya provocó que esta familia de flamencos haya sido declarada “vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Migración

Para evitar los duros fríos del invierno en la alta montaña, que serían imposibles de soportar para sus frágiles cuerpos, estas aves migran a la Pampa Húmeda y se instalan en la laguna Mar Chiquita, en Córdoba; y en las lagunas Setúbal y Melincué, en Santa Fe, entre otras. Los primeros estudios de esta migración se realizaron en los años 90 por investigadores que colocaron dispositivos (anillos) en 2.000 ejemplares, a través de los que se hizo un seguimiento satelital para determinar su ruta anual. Así se observó, por ejemplo, que en verano, partiendo de Mar Chiquita, cubren hasta 1.800 kilómetros hacia las lagunas de la Puna, en un tiempo de entre 17 a 20 horas. “Es una verdadera proeza que hacen de un solo tirón y en un vuelo activo, moviendo las alas, porque los flamencos no planean. Y eso les demanda mucha energía”, contó Derlindati a elDiarioAR. Esto implica, además, el plus de que para acceder a las zonas de reproducción y nidificación también deben elevarse hasta los 6.000 metros sobre el nivel del mar, en algunos casos. Y lo hacen. 

También en los años 90 comenzó a realizarse un censo de las colonias de flamencos cada cinco años, que se concreta a través del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), más otras instituciones y organizaciones ambientalistas. En 2025 debería realizarse el séptimo censo. En esos estudios se detectó que de las tres especiales de flamencos (andino, puna y chileno), el andino –exclusivo de los Andes– redujo su presencia, cuyo número actual ronda los 80.000 ejemplares. Pero lo más alarmante es la reducción de los ejemplares jóvenes y si eso continúa, podría poner al borde de su desaparición a algunas bandadas. “Estas aves, además, tienen un modo de alimentación que es muy específico, con crustáceos, microorganismos, algas y diatomeas, por lo que no cambian de lugar. Si se ve afectado, mueren”, contó el investigador. 

La causa de este descenso tiene una única respuesta y obedece al avance de la minería litífera. “Ya

Ya casi no hay lagunas que no hayan sido intervenidas por las empresas, que en pocos meses montan verdaderas ciudades

Enrique Derlindati Biólogo y docente de la Universidad Nacional de Salta

casi no hay lagunas que no hayan sido intervenidas por las empresas, que en pocos meses montan verdaderas ciudades, lo que implica un enorme tráfico de vehículos. Justo en los mismos lugares en donde estas aves se reproducen y nidifican en sitios aislados, lo que provoca que los flamencos huyan por las exploraciones que se están realizando y avanzan“, indicó el salteño.

–¿Es posible hacer algo, en este escenario?, le consultó elDiarioAr.

–Es posible, se requiere de mucha voluntad y decisión. Hay que encontrar instancias de acuerdo y de diálogo con las empresas, como en Chile, por ejemplo, en donde se han recuperado colonias de flamencos en algunas lagunas de altura en las que estaban al borde de su desaparición.   

–¿Cree que las empresas puedan colaborar en la conservación de los flamencos?

–Entiendo que algunas están más dispuestas que otras y como en los últimos años se han generado a nivel internacional estándares de calidad en los procesos de explotación, que incluyen certificaciones sobre el cuidado de la fauna y la flora, las empresas están más dispuestas a participar de acciones de cuidado mediombiental.

–¿Qué medida concreta podría adoptarse?

–Una muy efectiva y que está probada en Chile, sería que las empresas reduzcan sus actividades en los meses de lluvia, de noviembre de febrero, cuando los flamencos necesitan de las lagunas para vivir. En ese período también se ve afectado el desarrollo de las tareas mineras, así que se podría llegar a acuerdos.

–¿Qué rol le cabe a los gobiernos provinciales, que son los responsables de regular la actividad minera?

–Es fundamental que estos gobiernos se comprometan porque las empresas avanza hasta donde la legislación se los permite y hay que actualizar las leyes. Por ejemplo, la Ley Ambiental de Salta es de 2001 y urge su actualización, de la misma manera que en otras provincias. 

–¿Además de la minería del litio en la región andina, corre riesgo la ruta de los flamencos por la presión de la actividad agrícola en la Pampa Húmeda?

–En esas zonas de humedales también está en peligro el hábitat de los flamencos porque algunos ya se secaron, fueron drenados y transformados para la actividad agrícola y para urbanizaciones, en menor medida. No se toma conciencia que se puede convivir con estas aves pero hasta ahora el avance no las contempla y los humedales se están transformando de manera total, desapareciendo.

–¿Hay riesgo de que se extingan los flamencos si nada cambia? 

La extinción es un proceso natural y que estuvo siempre presente pero lo que no se debe naturalizar es la actual tasa de extinción de especies, que es muy veloz, producto de la presión de la humanidad. En un proceso natural una extinción permite y le da paso a que surjan nuevas especies u otras que las reemplazan, eso es lo que la humanidad alteró y plantea dilemas éticos sobre hasta dónde llegaremos.

Crece la presión  

En algunas regiones andinas de nuestro país, para que las empresas puedan realizar exploraciones en busca del “oro blanco”, el litio, deben contar con la licencia social que otorga la comunidad originaria de la zona de interés y que controla ese territorio ancestral. En junio, la petrolera Tecpetrol, de la multinacional ítalo-argentina Techint, logró su objetivo en la Puna jujeña: la aprobación de un sector de la comunidad indígena de Rinconadillas, ubicada en un pasaje aislado, a 3.200 metros sobre el nivel del mar, en lo más alto de esta región, para explorar la Laguna de Guayatayoc. Así se pudo establecer por una investigación de la alianza entre Mongabay y elDiarioAR, en base a testimonios y documentos de la asamblea local.

Una característica de esta zona es que se encuentra pegada a Las Salinas Grandes y ambas son el destino anual de los flamencos. La creciente presión de la minería del litio, favorecida por los gobiernos provinciales, ha provocado que algunas comunidades, de las 38 que existen en esa cuenca, ya hayan otorgado la licencia social para las exploraciones. Para algunos, una mala noticia por el impacto que generará.

Idelfonso Sarapura, de 35 años, el único guía de turismo de Rinconadillas, en diálogo con este medio, reflexionó: “Cualquier acción genera un impacto ambiental, social y cultural, hasta la turística, pero la actividad minera impactará de muchas maneras, en el agua, en el paisaje, en la flora y la fauna. En unos años, pasaremos de una gran planicie a tener obras artificiales, con inmensos piletones y un gran movimiento vehicular. Todo eso espantará a los surys, vicuñas y flamencos, entre otras especies, una gran pena. Cuando eso ocurra, prefiero irme del pueblo.

DC/MG

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