Los científicos tratan de explicar por qué el pez diablo negro emergió del abismo: “Venía huyendo de otro mundo”
![El pez diablo, bajo el microscopio de Alejandro de Vera, en el Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA).](https://static.eldiario.es/clip/912b707e-c57b-4c0f-be05-aa94a1cbe384_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
“Mira, ahí hay algo negro”. A bordo de una zodiac, la bióloga Laia Valor fue la primera en avistar una extraña criatura que se movía en el agua a unos 2 kilómetros de la costa en el sur de la isla española de Tenerife. “Estaba a dos palmos de profundidad y tenía el tamaño de una pelota de ping-pong”, recuerda Marc Martín, el propietario de la embarcación en la que aquel día él y sus tres acompañantes habían salido a avistar tiburones.
Como no estaban teniendo suerte con los escualos, aquel domingo 26 de enero, hacia las 16:00 h, Martín decidió dirigir su lancha hacia una línea de deriva, un lugar donde las corrientes convergen y arrastran objetos interesantes. Pero nunca habría podido imaginar que se iban a topar con un alienígena emergido de las profundidades. “Sus dientes eran un espectáculo”, asegura. “Si el bicho midiera diez metros sería verdaderamente aterrador: por suerte medía unos 6 centímetros”.
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Como biólogo marino, Martín supo inmediatamente que se trataba de un pez diablo negro, un animal que vive en la oscuridad total a profundidades de hasta 4.000 metros, como las del lecho oceánico que separa la isla de Tenerife y La Gomera. Lo que más le llamó la atención es que estuviera vivo, porque estos animales están adaptados a presiones enormes y suelen morir en el ascenso, además de su comportamiento errático. “Estos peces tienden a ir hacia abajo, pero este, en cambio, intentaba huir hacia arriba”, recuerda. “Lo sumergíamos un metro y automáticamente iba como un tiro a pegarse a la superficie, como si tuviera un trastorno sensorial o estuviera huyendo de algo”.
¿Un ‘refugiado’ de las profundidades?
Aunque se especuló con la posibilidad de que haya llegado a superficie transportado en las entrañas de un depredador que luego lo escupió, Martín se inclina por pensar que llegó escapando de algo. “Es típico observar animales de profundidad por persecución, empiezan a subir y llega un momento en que ya no puede regresar. Así que más que visitante de otro mundo, diría que es un refugiado de otro mundo”, bromea. El animal murió a las pocas horas de sacarlo del mar y Martín lo trasladó al Museo de Naturaleza y Arqueología (MUNA) para su conservación.
“El pez estaba íntegro, no tenía ningún daño externo aparente”, explica Alejandro de Vera, responsable de biología del museo que lo examinó para su catalogación. “Si ha sido depredado y luego expulsado el pez presentaría algún tipo de marca, como hemos visto otras veces. Otra cosa es que tuviera alguna infección o alguna patología interna que desconozcamos”.
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El museo no realizó un examen para determinar las causas de la muerte, sino que se limitó a identificar la especie y conservarlo en alcohol etílico, que permite posteriores análisis genéticos. “No le hemos tomado todavía la morfometría, pero es una hembra adulta y mide aproximadamente ocho o nueve centímetros”, señala el experto. “Le contamos los radios de las aletas, los dientes, etc. y con bibliografía especializada llegamos a la especie a la que pertenece, en este caso Melanocetus johnsoni”. De momento no lo van a exponer al público, pero podrían considerarlo, dada la fama que alcanzó.
Como un viaje a Júpiter
Pepe Templado, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) experto en océanos, cree que el animal debía tener alguna alteración del sistema sensorial que le produjo una desorientación y se fue para la superficie. “Son casos muy aislados de alguna enfermedad que les hace desorientarse, pero no es algo habitual”, asegura. “Pero hay que estar atento, porque si empiezan a aparecer más peces abisales es que pasa algo raro, y últimamente estamos viendo alteraciones de las cadenas tróficas y las corrientes que podrían explicarlo”.
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“Estas especies están tan bien adaptadas a unas condiciones muy severas, con temperaturas no mayores de 4ºC, oscuridad absoluta, alta presión en el medio acuático donde viven debido al enorme peso del agua que está sobre sus cabezas”, indica Pedro Pascual, especialista del Centro Oceanográfico de Canarias (CSIC). “Cualquier variación en sus condiciones de hábitat le va a provocar disfunciones y seguramente su muerte”. Para este pequeño animal, resume, “todo lo que sea salir de su zona es como para nosotros ir a Júpiter”.
Para este pequeño animal, todo lo que sea salir de su zona es como para nosotros ir a Júpiter
En cuanto a las causas por las que emergió a superficie, Pascual no comparte la visión de que escapaba de un depredador. “Si fuese ese el caso, tendríamos muchos más avistamientos, porque el ataque de predadores sobre presas es continuo”. En su opinión, una posibilidad es que fuera arrastrado por aparejos de pesca durante las maniobras de subidas del sedal o de las nasas. “En esta zona de mar de la isla de Tenerife, existen numerosos barcos de pesca deportiva que practican la modalidad de pesca de gran profundidad”, asegura. De este modo, arrastrado por una red o nasa y una vez fuera de su hábitat, el pez diablo ya no habría podido volver al fondo y apareció moribundo en la superficie.
Un viaje en “ascensor”
Josep Maria Gili, profesor de investigación de Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (CSIC), tiene otra hipótesis y cree que el pez diablo llegó hasta las aguas superficiales en “ascensor”. “Hay un fenómeno por el que algunos organismos abisales llegan a veces a las playas, y por eso se llama beaching”, explica a elDiario.es. “Cuando las aguas superficiales son más cálidas, las aguas profundas surgen como afloramientos hacia la superficie y actúan como chimeneas que arrastran cualquier animal de profundidad”.
Cuando las aguas superficiales son más cálidas, las aguas profundas surgen como afloramientos hacia la superficie y actúan como chimeneas que arrastran cualquier animal de profundidad
Según el especialista, se trata de un fenómeno más frecuente de lo que creemos, aunque no siempre hay alguien en el lugar para ver sus consecuencias. Y, al ser las islas Canarias una cadena de montañas submarinas, el choque del agua contra sus paredes favorece las surgencias. En su opinión, el hecho de que Martín y sus compañeros encontraran el pez en una línea de deriva refuerza su teoría.
“En el siglo XIX, el naturalista alemán Ernst Haeckel hizo dibujos de criaturas submarinas y durante un tiempo le acusaron de inventárselo todo”, apunta Gili. “Hoy sabemos que estaba en la zona de Villefranche y allí hay un cañón submarino donde ocurre este fenómeno, de modo que él recogía tranquilamente esos bichos de gran profundidad en perfectas condiciones, los ponía en un acuario y los dibujaba”.
De ser cierta esta teoría, un siglo y medio después, y por un mecanismo similar, el océano trajo a Martín y sus compañeros otra sorpresa de las profundidades. “Esta ha sido una magnífica oportunidad porque ha habido alguien que lo ha visto y lo ha reportado”, concluye Gili. “Pero quién sabe cuántas criaturas que no conocemos nos esperan allá abajo y suben alguna vez a la superficie sin que nadie las encuentre”.
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