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ANÁLISIS

Seis mujeres en el espacio de la mano de Jeff Bezos: ningún paso para el feminismo, pero un gran salto para la hipocresía

Jeff Bezos y las tripulantes en la misión NS-31. EFE/@davill

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El 16 de junio de 1963, la ingeniera rusa Valentina Tereshkova se convirtió en la primera mujer en volar al espacio exterior. Su vuelo –Vostok 6– iba a servir, por ejemplo, para comparar los efectos de viajar al espacio entre mujeres y hombres, para mejorar los sistemas de la nave y solucionar la manera en la que los y las cosmonautas se alimentan durante sus misiones. Después de casi tres días de vuelo y 48 vueltas a la Tierra, Tereshkova aterrizaba habiendo hecho historia.

El lunes pasado, 62 años después de la hazaña de Tereshkova, seis mujeres famosas subían al espacio. Lo hacían durante 11 minutos en un cohete de Blue Origin, la empresa aeroespacial de Jeff Bezos, la segunda persona más rica del mundo y dueño de Amazon. Lo que ha intentado venderse como un gran hito feminista, un revulsivo que empoderará a mujeres y niñas, se parece más bien a un enorme y costoso despliegue de propaganda, lavado de imagen y mensajes vacíos pero resultones.

Las seis tripulantes no eran mujeres cualquiera. La periodista y filántropa Lauren Sanchez, la cantante Katy Perry, la presentadora de CBS Gayle King, la ingeniera aeroespacial Aisha Bowe, la activista Amanda Nguyen y la productora Kerianne Flynn eran las encargadas de subirse al cohete y de lanzar un mensaje que sonara a feminismo. “Sos valiente, sos audaz, estás haciendo esto por la siguiente generación”, contaba Katy Perry que se repetía los días antes del viaje. “Puedes lograrlo y es absolutamente posible”, “para la gente que tiene miedo, esto ha sido salir de la zona de confort de una manera que nunca hubiera imaginado” o “no hay límites, no hay fronteras, es la Tierra de todos”.

Seis mujeres participando de la carrera espacial de un hombre rico que contribuye a una ola reaccionaria internacional en medio de un clima de amenaza a derechos y libertades no es inspirador

Sin embargo, de vuelta a la Tierra, todo parece seguir igual. En EEUU el derecho al aborto continúa cercenado, las políticas de Trump condenan a la expulsión y la precariedad a miles de familias, restringen los derechos LGTBI, prohíben hablar de igualdad de género, ponen en peligro la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo de París sobre cambio climático, y apoyan masacres y violaciones de derechos humanos como la que Israel perpetra contra Gaza.

En un artículo de la revista Nature publicado a mediados de febrero, Alexandra Witze contaba que existía mucha preocupación entre personal de la NASA, donde empezaban a retirarse banderas del orgullo e imágenes que reivindicaban los logros de las mujeres en la ciencia. “Los científicos ponen calcomanías de misiones espaciales en sus celulares para tapar las que muestran arco iris y otros símbolos de apoyo al colectivo LGTBI+. Los empleados eliminan los pronombres de sus firmas de correo electrónico y mantienen conversaciones de humor negro en las que intentan no utilizar pronombres en absoluto”, contaba.

Mientras, el espacio se ha convertido en un nuevo lugar de conquista, un terreno por el que los ricos pelean para ver cómo de poderosos pueden ser. La empresa aeroespacial Blue Origin es uno de los instrumentos que Jeff Bezos utiliza para apuntalar su poder económico y político. Bezos, junto a Mark Zuckerberg y Elon Musk, estuvo en primera línea cuando Trump tomó posesión como presidente de EEUU el pasado enero. Ya había donado millones de dólares para su campaña e intervino para que The Washington Post, medio del que también es dueño, no se pronunciara a favor de Kamala Harris y para que su sección de Opinión priorizara los artículos sobre las “libertades personales”.

Amazon, la empresa de Bezos, ha sido acusada en varias ocasiones de discriminación de género sistemática. En enero, coincidiendo con el nombramiento de Trump, la compañía anunciaba la eliminación de sus programas de igualdad y diversidad, tal y como han hecho otras compañías, como Facebook. Hace solo un par de días, trabajadores de Sillicon Valley se manifestaban contra el giro ideológico antiderechos de sus grandes jefes.

Es en ese clima reaccionario en el que un gesto ostentoso pretende hacerse pasar por revolución feminista. La representación y la creación de referentes puede ser uno de los terrenos en los que seguir trabajando, pero el contexto siempre importa en el feminismo. Más que 'empoderar' a las niñas y consagrar un enorme paso para la ciencia o la igualdad, esta misión parece demostrar que se llega antes al espacio teniendo dinero que haciendo carrera en cualquier agencia aeroespacial.

Seis mujeres participando de la carrera espacial de un hombre rico que contribuye a una ola reaccionaria internacional en medio de un clima de amenaza a derechos y libertades no es inspirador, ni liberador, ni transformador. Pueden viajar al espacio y lanzar sus mensajes inspiradores, pero no compremos como feminismo lo que huele a hipocresía.

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