El incremento acelerado de la capa de gases de efecto invernadero que recalienta el planeta es el resultado de las emisiones de CO2 –también metano u óxido nitroso– que han provocado las actividades humanas como quemar carbón para obtener energía o usar petróleo para los combustibles que utilizan los automóviles, los aviones y los barcos.
Estas emisiones comenzaron, básicamente, a partir de la revolución industrial del siglo XIX y no ha hecho otra cosa que aumentar. Si en 1950 las emisiones conjuntas mundiales eran unos 6.000 millones de toneladas de CO2, al acabar el siglo XX fueron de 25.000 millones. El pico se marcó justo el año pasado: en 2021 se superaron los 39.000 millones de toneladas de CO2.
Sin embargo, aunque se hable de emisiones mundiales, los causantes no se distribuyen de forma uniforme por el planeta. Países como Reino Unido –que lideró la revolución industrial–, luego EEUU al convertirse en superpotencia mundial, Europa, Rusia y actualmente China son los principales emisores.
A medida que países empobrecidos han conseguido desarrollar sus economías tras su pasado colonizado, se han incorporado a la obtención de energía a base de combustibles fósiles. El ejemplo de China, que se activó en la década de los 80 y ha acelerado de manera espectacular desde 2000, e India desde 2005 ejemplifican este fenómeno.
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