Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
OPINIÓN

El Papa más odiado por la derecha ha muerto, y Trump y los reaccionarios querrán uno más afín

El Papa Francisco se encuentra con fieles católicos en la iglesia St Peter en Nakhon Pathom, Tailandia, el 22 de noviembre de 2019
21 de abril de 2025 08:40 h

0

No es lo mismo que Pío XI allanara la Marcha sobre Roma de Benito Mussolini o que la Iglesia señalara como Cruzada Nacional la Guerra Civil desatada por el golpista Francisco Franco, a que el papa Francisco critique la agenda ultra impulsada por la Casa Blanca el mismo día que recibe al vicepresidente de EEUU, JD Vance. Aunque haya sido lo último que hiciera.

No es lo mismo un papa latinoamericano cuyos discursos tenían una música que recordaba en algunos aspectos a la Teología de la Liberación que un Rouco Varela que se convirtió en el líder de la oposición a José Luis Rodríguez Zapatero.

Del mismo modo, no es lo mismo un papa considerado “comunista” por referentes de la derecha política mundial en un momento de ola reaccionaria que un sumo pontífice más alineado con la agenda ultra comandada por Donald Trump y algunos de sus leales en Europa, como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quien estaría mucho más feliz con un papa en la ciudad al menos tan conservador como ella.

La muerte de Francisco este lunes es un acontecimiento para los católicos, pero también tiene una dimensión geopolítica innegable en un momento de tensión máxima mundial, en el que cada posición es decisiva.

La derecha se queda sin su papa más odiado

La derecha española no soportaba al papa Francisco. Un pontífice que se definía por su preocupación por las desigualdades y que protagonizó el primer intento de la Iglesia católica por investigar los abusos a menores.

Hasta tal punto la derecha ha sido insumisa al papa, que la secretaria de Comunicación del PP madrileño, Macarena Puentes, bautizó el encuentro entre Francisco y la vicepresidenta Yolanda Díaz como “cumbre comunista”. Luego borró el tuit, pero es un ejemplo más de las críticas públicas al Vaticano por parte de la derecha.

Otro enfrentamiento público se produjo tras una carta del Papa pidiendo perdón a los mexicanos por los abusos durante la conquista de América. El entonces presidente del PP, Pablo Casado, dijo: “Desde España no tenemos que pedir perdón, sino dar las gracias por una historia común que ha sido el mayor hito de la humanidad después de Roma”.

El entonces portavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, decía: “No entiendo muy bien qué hace un papa de nacionalidad argentina disculpándose en nombre de los demás”. Después, la presidenta de la Comunidad de Madrid, de gira por Estados Unidos, añadía: “Me sorprende que un católico que habla español hable así, a su vez, de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español y, a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano. Poco más puedo decir”. También el expresidente José María Aznar quiso intervenir en la diatriba: “Yo no voy a pedir perdón”, zanjó.

“A estas alturas existen pocas dudas de la escasa simpatía que tiene el papa Francisco por España. Estoy convencido de que el Espíritu Santo se confundió y los cardenales eligieron un candidato catastrófico”, escribía en La Razón su director –y católico reconocido–, Francisco Marhuenda, en un artículo titulado Un Papa antiespañol, en el que acusaba a Francisco de que “en lugar de estar al margen de las polémicas, le gusta chapotear en el barro del falso progresismo de esa izquierda sectaria y fanática iberoamericana tan querida por Podemos y los antisistema”.

En la visita al Papa de Ayuso y del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, el papa dejó un momento inesperado (al menos para el alcalde de la capital). Durante su presentación, Almeida fue señalado como “el heredero de la gran Manuela” por Francisco, que se acordó así de su antecesora en el consistorio de la capital española, Manuela Carmena. El papa les pidió “unidad en la diversidad” y, especialmente, centrarse en los más vulnerables.

JD Vance y un alegato contra la agenda ultra

El último líder internacional en reunirse con Francisco antes de su muerte este lunes fue el vicepresidente de Donald Trump, J.D. Vance, quien tuvo un breve encuentro con el pontífice el domingo, tras pasar la Semana Santa en Roma.

Poco después de su encuentro con Vance, el papa, de 88 años, se asomó al balcón de la Basílica de San Pedro tras la misa de Pascua para felicitar a los fieles. En un texto leído por el arzobispo Diego Ravelli, Francisco pidió el fin de las guerras e hizo un alegato contra muchos de los ingredientes de la agenda ultra.

En el tradicional mensaje de Pascua para la bendición urbi et orbi, el Papa afirmó sobre los migrantes —uno de los principales objetivos de Donald Trump y la Internacional Reaccionaria—: “Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”.

Francisco, además, rechazó “la carrera general para el rearme” en la que está envuelta Europa, e instó a “usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”.

“La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme”, señaló Francisco.

“Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible”, deseó el papa antes de empezar a enumerar los conflictos en el mundo, en un nuevo y duro mensaje.

Expresó su preocupación por “el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo” y también por “la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria”.

Y entonces apeló “a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”.

En otro pasaje de su mensaje, aunque sin hacer referencia directa a la guerra en Gaza, Francisco criticó los ataques a hospitales y a operadores humanitarios, como los que está cometiendo Israel en su genocidio en curso.

También instó a rezar “por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria, así como por Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias prolongadas del mundo a causa de la guerra”, e invitó “a todos a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo”.

Asimismo, Francisco pidió “que Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera”, así como “que se llegue pronto a la firma y a la actuación de un acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán” y que se eviten tensiones en los Balcanes occidentales.

Y que “llegue la paz y el consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la región de los Grandes Lagos”.

¿Y ahora? Populismo Vs 'popolarismo'...

“Estuve con el papa Francisco y me preguntó si éramos capaces de distinguir entre populismo y popolarismo. Creo que todos sabéis lo que tenía en la cabeza”. Así describía el entonces presidente del Partido Popular Europeo, Donald Tusk —ahora primer ministro polaco—, un encuentro con el Papa en 2019.

El popolarismo al que se refería Francisco, y que reivindicaba Tusk frente a su sucesor, el alemán Manfred Weber, es una doctrina política centrista y cristiana ideada por Luigi Sturzo a finales del siglo XIX y principios del XX, base ideológica del Partido Popular italiano y, más tarde, de los democristianos italianos que marcaron la política del país desde la Segunda Guerra Mundial.

Libertad. Orden. Tradición. Ante la extrema derecha, argumentaba el entonces presidente del Consejo Europeo, frente a las veleidades neoconservadoras en la familia popular que han terminado por imponerse.

Una tríada para hacer frente a los “miedos y temores de la gente”, descrita por Tusk como “el principal desafío del momento”.

Y, ante ese desafío, la Iglesia católica también tiene que elegir ahora entre su propio populismo y su propio popolarismo: entre la agenda ultracatólica que encarnan gobernantes como Meloni, Orbán y la administración estadounidense, o la popolare marcada por el papa Francisco; la que se preocupa por las capas subalternas, o la que las deporta sin garantías jurídicas mientras se pinta una cruz en la frente un miércoles de ceniza.

... tras un legado reformista

Francisco, como explican Natalia Chientaroli y Jesús Bastante, dejó clara desde el principio su idea de una Iglesia más simple y al servicio de los más necesitados, con gestos concretos como el lavado de pies a prisioneros y refugiados, su apoyo a los migrantes y su llamado a una “Iglesia en salida”. Su encíclica Laudato Si marcó un hito en la conciencia ecológica de la Iglesia, instando al mundo a cuidar la “casa común”. 

Enfrentó resistencias dentro de la Iglesia por su apertura en temas como la pastoral para personas divorciadas y la comunidad LGBTQ+. También tuvo que lidiar con la crisis de los abusos sexuales, promoviendo medidas más estrictas contra la pederastia clerical. Medidas que no han sido siempre bien entendidas en el interior de la institución. Así, fueron famosas las ‘dubia’ de varios cardenales tras los pasos dados para permitir comulgar a los divorciados, que se multiplicaron con otra serie de temas, desde la convocatoria de un Sínodo en el que, por primera vez, las mujeres y los laicos tuvieron voz, y voto, la ordenación sacerdotal de mujeres o encíclicas como Fratelli Tutti, la primera dedicada no sólo a los fieles católicos, sino a toda la humanidad.

Junto a su liderazgo en la Iglesia, Francisco se convirtió en una voz moral en la escena global, con llamamientos claros contra la “tercera Guerra Mundial a pedazos”, que visibilizó en Ucrania o Gaza, su petición de desarme global, su lucha contra el hambre o la denuncia de las injusticias del capitalismo, lo que le valió el título de “Papa comunista”. En sus últimos momentos, Bergoglio se erigió como el mayor crítico de la política de deportaciones lanzada por Trump. Un papel que, tras su muerte, queda huérfano.

Etiquetas
stats