Confianza: ¿por qué le crees a uno y no al otro?

Hace poco se publicó el reporte mundial sobre felicidad, que este año le dedicó un capítulo entero a la baja de la confianza social a nivel global. Esta discusión, sobre la importancia que tiene y los problemas que trae su disminución viene desde hace años. Una parte es cuánto creemos en el gobierno o las instituciones, otra cuánto confiamos en las personas en general. Los datos de Argentina no son muy alentadores: sólo el 19% dice que se puede confiar en la mayoría de las personas. Es mejor que el 7% de Brasil, pero muy por debajo del 41% de España. Somos desconfiados.
“En América Latina, por razones históricas y culturales, hay bajos niveles de confianza”, explica José Eduardo Jorge, investigador de la Universidad Nacional de La Plata. Y agrega que “los niveles de confianza son una propiedad social, más que individual, y suelen ser bastante estables”. Esos niveles de confianza suelen estar, además, bastante relacionados con el nivel de desarrollo de un país, porque “la confianza influye en la capacidad de las personas para colaborar en buscar una solución para un problema”, explica Jorge. Si no confiás en nadie, es muy difícil construir algo.
Y hay distintos tipos de confianza. Que no confíes en el gobierno, los medios o el sistema judicial no implica que no confíes ciegamente en tus amigos. También puede que sospeches de un taxista por dar una vuelta innecesaria, pero no por eso vas a revisar el vuelto de la panadería a la que vas hace años. Son distintos tipos de confianza.
Incluso con tu grupo más cercano, hay diferencias en qué le confíamos a cada uno. Uno de los aspectos de la confianza es a quién le contamos nuestras cosas, nuestros secretos, problemas y demás. Y uno tiende a pensar que el círculo más íntimo es a quien más le compartiríamos esto, pero no siempre es el caso. Mario Luis Small, un investigador que hizo varios estudios sobre esto, le preguntó a cientos de personas quienes eran las ocho personas que consideraban más cercanas. Y preguntó también a quiénes les habían confiado algún problema últimamente. No siempre coincidían. De hecho, más del 40% decía que había contado sus temas a otras personas, mucho más lejanas. En algunos casos porque eran personas que habían pasado por algo similar y en otros simplemente porque era la persona que estaba más a mano. ¿Alguna vez tuviste una conversación súper personal con un desconocido? A veces queremos evitar que alguien cercano nos juzgue o que se preocupe por nosotros y le terminamos contando mucho más a gente lejana.
También hay momentos en que necesitás confiar en desconocidos. Cuando estás en la playa y te querés meter al agua, quizás le pedís a esa pareja que está justo al lado que te mire las cosas. Y aunque puede parecer que elegimos al azar, en realidad hay algunos criterios que solemos usar. Algunas investigaciones muestran que hay ciertos rasgos que suelen dar más confianza: las caras más de “bebé” son un factor, la forma de las cejas o la sonrisa, son pequeñas cosas que quizás no evaluamos conscientemente pero que pueden afectar a quién le confiamos más cuando tenemos poca información. Esto también puede aplicarse para la primera vez que vemos un político o un vendedor, por ejemplo.
Otro factor que puede influir en cuanto le confiamos a un desconocido es que se parezca a alguien que conocemos. Esto tiene tanto sentido como confiar en alguien sólo por el tipo de cara, pero nos suele ocurrir. Hablamos con una señora que es igual a nuestra tía y le damos unos puntitos extra de crédito solo por eso, sin procesarlo mucho. Y otro de los grandes factores que puede influir es que sean parecidos a nosotros. Ver a alguien que se nos parece nos genera más confianza, lo cual puede transformarse en un hervidero de prejuicios en el que preferimos a la persona que podría ser nuestro primo y le desconfiamos automáticamente al que es un poco diferente.
Un mundo que está muy atento a estas investigaciones es el de los creadores de avatares digitales, imágenes virtuales con las que interactuamos en distintos espacios. Ellos tienen la posibilidad de crear una cara desde cero, en la que pueden incluir todos los rasgos que nos tranquilizan para que les depositemos nuestra confianza. Y quizás hasta más que en personas reales. En una investigación, le mostraron a los participantes distintas caras y les pidieron que dijeran cuánta confianza les generaban. En promedio, las caras creadas con inteligencia artificial generaban más confianza que las caras reales. El estudio es de 2021, desde entonces la inteligencia artificial mejoró muchísimo, así que imaginate ahora lo que se podría hacer, con avatares que se adapten individualmente al usuario con todos los rasgos que le pueden generar confianza a uno.
Muchos de estos factores influyen en un primer momento. Una vez que conocemos más a la persona empiezan a jugar otras cosas, lo que nos dice, cómo lo dice y la historia que se va construyendo. Pero pasamos la vida cruzándonos a gente en vínculos muy superficiales, y tenemos que definir a quién creerle.
Necesitamos cierto nivel de confianza para poder funcionar en la vida, no podemos estar todo el tiempo revisando lo que hacen otros. Tampoco se trata de ser crédulo y caer en cualquier estafa, pero ir por la vida sin delegar nada sería agotador. El tema es elegir bien en quién ponemos nuestra confianza, que no se nos esté jugando algo inconsciente, cómo el parecido, más todavía cuando en el mundo virtual se vuelve cada vez más fácil generar rostros a medida. Una cara dice muy poco, y en el mundo virtual va a decir todavía menos, necesitamos mejores formas de definir en quién vamos a confiar.
OS/MF
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